Che
- Gonzalo Abella
- 7 oct 2020
- 3 Min. de lectura

A 52 años de su caída en combate, hoy no hay mucha literatura que ataque directamente al Che. Ante un ser humano que se entregó entero por amor a los demás, el aparato propagandístico del imperio y sus coros oportunistas prefieren falsificarlo, relativizar su mensaje, transformarlo en un aventurero pintoresco y solitario.
Por eso vale la pena señalar sus rasgos esenciales:
Che fue un combatiente por el Socialismo y el Comunismo, dispuesto a combatir por este futuro en cualquier parte del mundo donde los pueblos lo llamaran.
Su pensamiento no era una caótica acumulación de consignas, sino una búsqueda audaz y cuestionadora, un esfuerzo de profundización y actualización, dentro del marco teórico del marxismo leninismo, que ya estaba probado en la experiencia mundial como teoría y práctica revolucionaria. Como marxista leninista, el Che recorrió y conoció los pueblos del Continente, compartió su pobreza, se sumó a sus luchas, participó en una revolución triunfante, colaboró abnegadamente en los primeros años del poder conquistado, y volvió al camino, siempre coherente con sus convicciones.
Nunca dejó de ser crítico con todo lo que quería y defendía. Supo ser soldado y cumplir órdenes disciplinadamente cada vez que la situación lo requirió, como en la crisis de los misiles; pero cuando los tiempos y las oportunidades lo permitían, no aceptó nunca que, involucrarse, pudiera significar el simple cumplimiento acrítico de lo orientado.
Sus tesis sobre Economía socialista generaron un riquísimo debate en el seno del gobierno y el pueblo cubanos. Más allá de matices en este plano, predicó siempre con su ejemplo que llegó hasta el sacrificio más generoso.
Sus “Cuadernos de Praga” son una mirada preocupada sobre el Socialismo europeo y sus señales tempranas de descomposición. Una vez más, y más allá de matices, es un documento imprescindible para trabajar sobre los síntomas de potenciales conflictos que décadas después estallaron dramáticamente.
Su conducta personal, su disciplina de trabajo y de ejercicios físicos, hablan de una voluntad que él pulió, como él mismo dijo, “con delectación de artista”.
Su entrada a Bolivia no fue un acto voluntarista. La coordinación con el gobierno cubano fue permanente, porque Cuba, bloqueada y agredida, nunca negó su solidaridad con los pueblos que padecían dictaduras, aquí o en el África subsahariana. Pero Cuba no hubiera apoyado al Che sin la solicitud del propio pueblo Boliviano, que en última instancia fue traicionado por la dirección del por entonces mal llamado Partido Comunista Boliviano. Documentos que son hoy de público conocimiento demuestran la falsedad miserable de la calumnia que quiso mostrar al Che como enfrentado a la dirección del PCC y el gobierno popular de Cuba.
Su amor a sus seres queridos y al pueblo trabajador se combinaba con una extraordinaria humildad, con la capacidad permanente de escuchar y aprender del pueblo trabajador, pero con la energía severa y exigente que debe ser atributo de todo conductor. Los pueblos que lo conocieron retribuyeron ese amor; los combatientes de todos los continentes lo tienen como referente eterno.
La poesía de América y del mundo lo evoca. Alguien dijo que la poesía era él. Y sin duda es parte de la música necesaria para nuestro camino peregrino. Hoy cualquier ratón oportunista puede lucir su imagen públicamente en su camiseta, pero debe quitarse esta prenda en cuanto llega a su casa, porque quema, incendia, condena. Le produce pesadillas.
Sé que es imposible, pero a veces pienso que cuando un recién nacido nos da su primer sonrisa es porque de alguna forma lo puede ver. Los niños de Cuba lo evocan en cada actividad como pioneros. Lo cierto es que muchos sabemos no hay futuro sin él.
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