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El Estado debe tratar la adicción, NO subsidiarla

  • Prof. Andrés Freire
  • 6 oct 2020
  • 3 Min. de lectura

Frente a la pregunta: ¿es correcto que el Estado de ayudas sociales a los sectores menos favorecidos? La respuesta lógica es sí; pensemos en familias con muchos hijos y escasos ingresos, madres solas, personas con condiciones diferentes al resto, como síndromes de Down, CEA (antiguamente TEA) entre otros. Ahora bien, para el caso de los enfermos por adicción la situación es bien diferente.

Es claro que estas personas necesitan ayuda, pero no de la clase que normalmente se les ofrece, ya que la misma incluso puede ser perjudicial; en realidad a no ser un plato de comida caliente en donde estén, y quizás una, lo que en realidad necesitan es la oportunidad de acceder a un tratamiento para lograr la abstinencia y comenzar a recuperarse.

Cuando una persona se encuentra en plena carrera adictiva, lo único que le importa es sostener su consumo sea como sea, no importa si prostituyéndose, robando a quien sea, no interesa, lo único que importa es seguir consumiendo, por lo que el destino de la asignación familiar que pueda cobrar por sus hijos, los montos de la Tarjeta Uruguay Social, todo tipo de partida en efectivo, pero incluso de bienes que reciba tendrá un mismo fin, incluso por ejemplo tickets de alimentación que se le den, o calzado o ropa que una vecina solidaria le alcance, no importa, todo tendrá un mismo fin.

De este modo entonces, cualquier transferencia monetaria o de bienes que el Estado o un particular haga a alguien en esta situación, terminará financiando en primer lugar la propia destrucción y en segundo lugar al narcotráfico. Estas situaciones de consumo incluso pueden llegar a mantenerse con personas que están por ejemplo viviendo en albergues o refugios.

Aquí también se ve cómo lo ideológico es fundamental, el paradigma de la reducción de daños muestra en cuanto a la adicción a la pasta base su fracaso una vez más: ¿de qué sirve un plan de trabajo social, la Tarjeta Uruguay Social, si todo eso se sabe dónde se termina? Y esto tiene enormes posibilidades de ser así, incluso cuando la persona es seguida por un equipo técnico, y no por impericia o insensibilidad de los mismos, sino por la magnitud del problema frente al que estamos.

No hacemos juicios morales, una persona que se gasta el dinero de la asignación, o de un plan social, o cambia la ropa que le regalaron por droga, no es una “mala persona”, es una persona enferma en plena crisis de su enfermedad. Las que son “malas” o “buenas” son las políticas públicas.

Frente al proyecto de ley de voluntad anticipada presentando por una diputada colorada que se hizo eco del reclamo de las “Madres del Cerro”, normalmente se esgrimen dos argumentos; uno señala correctamente que el mismo no es solución para todos los casos, pero ignora que aquí no se trata de sustituir lo que para algunas personas puede funcionar por algo nuevo, sino que se trata de sumar con una nueva posibilidad de tratamiento, que seguramente no funcione para todos, pero para muchos sí.

Y el segundo argumento es económico, el lobby de las mutualistas no quiere gastar, ASSE no tiene recursos, y etc., etc. Más de una vez nos hemos preguntado sin embargo cuál es el costo de un preso por drogas, y cuál es el costo del delito asociado al consumo de drogas, y del grado de destrucción familiar y social, ahora agregamos una nueva pregunta: ¿Cuál es el monto que ésta destinando el Estado a subsidiar el consumo de los enfermos por adicción a través de los mecanismos que señalamos?

Dinero como vemos entonces existe, lo que no hay es voluntad política. Soluciones fáciles tampoco hay, pero sí sobra ceguera e insistencia en modelos que son insuficientes. Nuestra sociedad en crisis, una crisis que abarca muchas dimensiones no solo materiales, prefiere hacer como que hace algo para no hacer nada, en el medio el problema crece y se hace más complejo, y un puñado de actores trata de mover montañas a golpes de fe.

Bienvenidos al Uruguay real, donde se elige financiar la adicción antes que su tratamiento. Brindemos con un whisky de despacho burocrático o con un porro y caja de vino de “antisistema”, por este resultado…


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