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La ideología queer avanza y se hace sentir. La irresponsable fiesta de la diversidad

  • Prof. Andrés Freire
  • 30 sept 2020
  • 6 Min. de lectura

El proceso no es nuevo, pero la celebración de la fiesta de la “diversidad”, no tan diversa, porque cierra su proclama pretendiendo dar cátedra de qué es feminismo y que no, al grito de “Fuera Terfs”, en plena pandemia y con una actitud por lo menos irresponsable de demasiados participantes que no fueron capaces de ponerse un tapabocas y guardar una mínima distancia, es señal del avance constante de esta ideología reaccionaria, posmoderna, y que atenta contra la esencia de lo que es el ser humano, una unidad bio psico social, y nos quedamos cortos en los adjetivos.

Es paradójico además que la misma clientela electoral del progresismo, que en los primeros días clamaba al borde del histerismo, cuarentena general, la que solo es posible con un amplio despliegue del aparato represivo, con las consecuencias terribles que esto eventualmente puede traer -y sino que sirva como ejemplo la desaparición de Facundo Castro en Argentina-, ahora hace caso omiso de elementales medidas sanitarias que no son para nada incompatibles con el pleno disfrute de nuestros derechos constitucionales.

Sucede que sea la fiesta, difícil catalogarla de otro modo, se debía hacer igual, para por un lado poder bailar, tomar y alcohol y “divertirse” en un momento en donde este tipo de actividades públicas está limitada, y por otro mantener la ilusión necesaria de que la nueva agenda de derechos está en peligro, cosa que por su inocuidad en lo que hace al proyecto socioeconómico de la mayoría gobernante no lo está, por algo la misma sede del Partido Nacional se vestía con la misma bandera.

Hubo un momento donde este tipo de reivindicaciones tenía otro contenido, y otras implicancias; pero ahora es simplemente la expresión de un lobby de poder muy fuerte, tanto que logró canalizar toda la energía de la juventud por varios meses, no en lograr una mejor educación, salud o vivienda para todos, sino en una ley muy polémica, destinada a beneficiar a algunas decenas de personas, cuyo contenido en parte compartimos, pero que presenta elementos que en su momento debieron quizás analizarse con mayor profundidad.

La agenda queer en marcha

El activismo queer impone el borrado de las mujeres, y los conceptos de “infancia trans”, la prostitución como trabajo sexual, y el uso de mujeres pobres como incubadoras humanas.

La colonización del feminismo por parte del activismo queer y a través de éste de todo el movimiento popular ya lo hemos señalado, llegando al extremo de aceptar pasivamente algo que es un fenómeno mucho más minoritario y excepcional de lo que se sostiene, como el caso de las llamadas “infancias trans”, en el que otro lobby muy poderoso el de los laboratorios que venden hormonas y todo lo que se mueve en torno a las reasignaciones de sexo tienen sus intereses.

Veamos un poco más en detalle; el ser humano nace con un sexo biológico, algo que la ideología queer minimiza o tiende a ignorar. Nacemos hombres o mujeres, por supuesto que hay un número ínfimo de personas que escapan a esta categoría; a ese sexo biológico se corresponde luego un género, que es un constructo social, es decir qué es lo que se entiende por ser varón y qué es lo que se entiende por ser mujer. Después en la madurez la mayoría de los individuos serán heterosexuales y habrá algunos homosexuales y/o bisexuales, pero seguirán siendo hombres y/o mujeres, independientemente de sus preferencias.

Ahora bien, supongamos que un niño llamado Juan, no quiere hacer “cosas de varón”, no le gusta jugar al fútbol o a los soldaditos, y le gusta más jugar a las muñecas. Desde una perspectiva ultraconservadora, se sostiene que la conducta de ese varón no corresponde con su género por lo que hay que intervenir para ajustarla con tratamientos más o menos agresivos; a su vez la ideología hegemónica en el momento sostendrá que hay cerebros azules y cerebros rosas, y que aquí tenemos una niña que nació en el cuerpo equivocado de un varón y que hay que intervenir para apoyarlo en una transición lo más temprano posible, de ahí en más opera todo un aparato de agitación y propaganda. Como vemos en cuanto a los estereotipos de género, los aparentes extremos se unen.

En cambio una postura abolicionista del género, diría este es un niño que no le gusta el fútbol y le gustan las muñecas, déjelo en paz jugar con muñecas. Tomamos el ejemplo de un varón, pero podría ser al revés, ¿deja de ser niña, una niña a la que le gusta usar el pelo corto y jugar al fútbol, y no usar el pelo largo y jugar a las madres?

Voy a agradecer a la compañera argentina Rosana López por todo lo que me aportó para esta discusión, en un tema que es clave; existen varias discusiones procesándose en forma paralela en todo el mundo, algunas de estas son las cuestiones de abolicionismo o regulación frente a la prostitución, otra es la cuestión del uso de mujeres pobres como incubadoras humanas de los ricos, lo que se conoce vulgarmente como vientres de alquiler, y otra es entorno a qué es “ser mujer” y qué es “ser hombre”.

En cuanto a las dos primeras cuestiones, quienes somos de izquierda se supone que tendríamos la cuestión resuelta, pero por lo visto no es para nada así, se apoya con diferentes argumentos no solo la prostitución en nombre de un pretendido empoderamiento, sino también la satisfacción de los deseos egoístas de quienes no pudiendo ser biológicamente padres, pueden tener “sus hijos” a costa de alguna mujer del tercer mundo o pobres del primero que se prestan para ser incubadoras de los ricos de aquí y allá, porque resulta además que después de todo se equipara tener sexo por dinero, o servir de instrumento reproductivo, que trabajar en una fábrica, cuando el símil correcto no es con una relación capitalista, sino con una relación feudal donde lo que se vende no es el tiempo de trabajo necesario, sino la persona misma.

En su imaginario ya no hay más mujeres ni hombres, ni clases sociales en pugna

No es un tema menor señalar que la teoría queer ha logrado imponer en el imaginario social y cultural que nosotros somos como nos auto percibimos, independientemente de nuestra biología y nuestros genitales; es decir si yo nací hombre, pero me auto percibo como mujer, soy mujer. Así también lo entiende el legislador en nuestro marco jurídico normativo. El problema es que esto es idealismo puro; yo no soy, nadie es lo que piensa ser, no existe una independencia de la realidad material que haga que lo que se quiera ser sea, independientemente de esta. Esto no quita que debamos respetar la identidad que cada uno diga tener, el problema es que no debemos permitir que desde una identidad ajena se fije la nuestra.

La hegemonía cultural de este ultraliberialismo es tal que entonces ya no se habla de mujeres, sino de “personas gestantes”, “vulvoportantes” “personas menstruantes” y mil marionetas idiomáticas para no decir mujer, y es más se pone el mote insultante de cis, y se adjudica automáticamente la condición de privilegiado a quien lo es, y si es hombre más, por lo que si usted trabaja 12 horas por día por un salario insuficiente y por ejemplo no tiene acceso a una vivienda, no importa, antes están las necesidades de tal colectivo tan postergado, porque las consideraciones de clase ya no importan, importa solo el género y como éste se entiende.

Ahora nos llaman “Cis”, lo que como bien definió la compañera argentina “un insulto porque aun cuando algunas personas quieran autodenominarse trans, ello no hace que puedan llamarnos a nosotras como se les da la gana”.

Resumiendo, el operativo político-ideológico ha sido así: el sujeto político del feminismo que son las mujeres, y que son quienes deben estar al frente de dicho movimiento, es tomado por el mundo de la diversidad y la ideología queer; luego a continuación, este mismo potenciado, pasa a poner en primer lugar de la agenda y si no es posible al mismo nivel, los reclamos de unos cuantos miles de personas frente a los de la mitad de la población.

A renglón seguido la fase dos es desplazar al sujeto político del movimiento obrero y popular, la clase obrera y las mayorías nacionales, colocando su nueva agenda de derechos en un nivel superior a la vieja que nunca se realiza, y quien se atreva a enfrentar esto recibirá todo tipo de epítetos, ataques que incluso -como ha pasado en otros países- incluyen agresiones físicas directas, campañas de acoso en las redes, etc. etc.

Es hora de ubicarnos con claridad y determinación contra esta ideología posmoderna y profundamente reaccionaria, que se ubica por su altísimo nivel de idealismo filosófico solo en un nivel comparable al más rancio fanatismo religioso, y que comienza a ejercer una actitud cada vez más inquisitorial frente a cualquier cuestionamiento.


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