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La crisis de la Filosofía contemporánea

  • Gonzalo Abella
  • 18 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

En la Historia de la Humanidad, cada Modo de Producción dio lugar a una Formación Socio Económica; y, a su vez, cada una de ellas impuso una corriente filosófica predominante.

Mirando hacia atrás, en cada época se puede advertir la tendencia filosófica dominante, oculta tras la hojarasca de la diversidad.

En la Antigua Grecia, la Filosofía se separó de la mitología, dejó el Olimpo de los dioses para preguntarse por el Universo y sus límites. Eran preguntas que correspondían a una Formación Socio Económica esclavista y mercantil, interesada en el comercio exterior. La filosofía imperial China, en cambio, no exploró el Universo; se interesó en el mundo interior del hombre, o sea, el mundo interior del ser humano local, poderoso y masculino. Una sociedad que se consideraba el centro del Universo, rodeado de barbarie, debía profundizar sobre los atributos de sus propios amos.

Se dice que en la Edad Media Occidental, la Filosofía se subordinaba a la Religión, pero en realidad la religión fue el marco que ocultó en su seno grandes debates filosóficos. Algunos de ellos incluso cuestionaban, indirectamente, la propia existencia de Dios. Estos cuestionadores solapados expresaban la asfixia intelectual de los primeros burgueses, que luego disputarían con el clero por el predominio en las flamantes universidades.

La burguesía naciente tuvo pensadores anticlericales y otros que intentaron hacer una lectura diferente de la religión predominante. Su partido mundial, la Masonería exaltó la libertad de pensamiento en abstracto, sin reconocer que los derechos del ciudadano nacían muertos por la opresión social. El principal teólogo de la burguesía, Lutero, justificó la injusticia económica como predeterminación divina. La tendencia general en ambos fue cuestionar la Iglesia dominante, símbolo del feudalismo, o abrir surcos a una interpretación diferente de esa doctrina, para en la tierra y para el Cielo.

En tiempos de Capitalismo desarrollado, incluso en el inicio de su fase imperialista, las corrientes filosóficas dominantes tuvieron una característica común: intentaron desdibujar las relaciones entre causa y efecto. Cuando la nueva injusticia se hizo evidente en el planeta, se afirmó que ya no era “científico” buscar una sola causa para la opresión, lo que resultó altamente conveniente para exonerar de culpas a los opresores.

Desde luego, cada fenómeno tiene múltiples causas, y todos los fenómenos y procesos están relacionados entre sí; pero detrás del origen de cada Formación Socio Económica siempre hay una causa esencial, fundamental, que la determina. En manos de quién está la propiedad de los Medios de Producción es el factor esencial que organiza las relaciones entre los seres humanos. La Filosofía burguesa contemporánea tiene como fin ocultar esa causa principal, no negándola directamente, sino confundiéndola bajo un torrente de causas convergentes y de correlaciones significativas entre fenómenos simultáneos o sucesivos.

Las corrientes filosóficas de Occidente, con un lenguaje para iniciados, donde tanto vale Kant, como Freud o como Young, sugieren que la incertidumbre es la regla general en la Teoría del Conocimiento, según reglas que definen como “Epistemología”. El marco teórico siempre es un ensopado de diversas posiciones filosóficas anteriores, a los que se agrega una distorsión intencional de los últimos avances de las Ciencias físico-matemáticas.

En el bando contrario, el proceso de resistencia y lucha de los pueblos ha acumulado experiencia, y la experiencia ha permitido comprender aquellas corrientes filosóficas que denuncian la contradicción fundamental, de clase, en el seno de nuestras sociedades, divididas entre opresores y oprimidos. Algunas, como el Marxismo, provienen del pensamiento dialéctico; otras, como la Teología de la Liberación, parten de una relectura del mensaje de Jesús, que fue adulterado durante dos milenios por el Poder. En otras partes del mundo, los pueblos también buscan, entre sus raíces propias, una filosofía para transformar, opuesta a la filosofía de los opresores que busca confundir y relativizar.

Cuanto más grave es la crisis de la Filosofía burguesa, más recurren sus ideólogos a terminologías de especialistas, incomprensibles para el público común. El joven estudiante de Filosofía en una Universidad burguesa termina navegando en un océano de verdades relativas, algunas de ellas evidentes; pero si se resigna, sumando créditos académicos, irá perdiendo la capacidad de participar en la lucha de los pueblos por transformar el mundo. En la Academia burguesa, todo mecanismo de cambio aparece fragmentado, unilateral y difuso.

La Filosofía no es un terreno neutral; nunca lo fue. Conocer lo que realmente está en juego en su campo es un arma importante para la lucha de los pueblos.


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