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La UP y las departamentales

  • Gonzalo Abella
  • 8 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Las Elecciones departamentales de septiembre son de extraordinaria importancia para nuestra UP. Después del retroceso electoral de octubre necesitamos demostrar que seguimos existiendo; que nuestro Programa sigue vigente y que sigue siendo necesario. Además, precisamente en los momentos de adversidad, no podemos menospreciar cada oportunidad de expresarnos que tengamos dentro de la injusta legalidad burguesa.

No atribuimos nuestro retroceso electoral solamente a la manipulación propagandística, ni a la desigualdad de recursos, ni tampoco solamente a los errores individuales y colectivos que pudimos cometer. En tiempos de incertidumbres como el presente, el ciudadano común se rige por una “lógica electoral”, y por un cálculo individual o familiar, que lo hace optar por lo que entiende ser lo menos malo para su entorno y para sus intereses inmediatos, y elige entre los que tienen posibilidad razonable de triunfar.

Su comportamiento es diferente en casos extremos. En tiempos de fanatismo aflora lo peor de muchos votantes; y en cambio, en una situación revolucionaria aflora lo mejor, lo más generoso del pueblo. Pero en una elección en tiempos comunes, mucha gente especula con su voto aún sabiendo que puede haber opciones minoritarias mejores. Muchas veces sabe más de lo que podemos suponer desde su opción de voto.

Es necesario que la gente sencilla y sabia, que no es experta en temas electorales, pueda entender la importancia de las voces hoy minoritarias en los centros de decisión. Para ello debemos trabajar mejor el arte de la síntesis, de la unión entre las ideas generales del Programa y las necesidades concretas y urgentes del pueblo trabajador.

Siendo correctos el Programa y el camino, los reveses parciales como el de octubre tienen algo positivo: ponen a prueba el “núcleo duro”, el puñado de seres humanos más decididos, firmes y consecuentes, dentro de la fuerza política revolucionaria.

Este núcleo enfrenta dos problemas igualmente serios, que son como espejo uno del otro, dentro de las desviaciones posibles. Uno es el sectarismo, que puede expresarse en frases como esta: “Este pueblo no aprende, no hay caso, no razona y por eso no nos vota”. El otro extremo es el desánimo, que puede escucharse así: “No hay caso, por diez o veinte años más no vale la pena esforzarse en esto, no tenemos condiciones para obtener resultados”. Ambos razonamientos parten de la falta de confianza en el proceso de lucha y de acumulación de experiencias del pueblo trabajador. Sólo la confianza plena en la gente es lo que nos da fuerza para enfrenar al mismo tiempo al gobierno de ultraderecha y al oportunismo acomodado y cómplice de la cúpula del FA.

Con renovado entusiasmo, con reafirmada convicción, intentamos leer más acertadamente el contexto, los desafíos y el estado de ánimo y el nivel de conciencia de la población. Con crítica y autocrítica avanzamos, navegando entre los desafíos que la vida nos impone. Las elecciones del próximo septiembre son la última colina de la gran batalla electoral que se inició hace más de un año. Después, en octubre, llegará el día de un nuevo Encuentro Nacional de la UP, hacia el cual deberemos preparar (desde ya) análisis y propuestas. El Programa seguirá actualizándose y profundizándose por el aporte colectivo aunque sus bases no serán cuestionadas, porque son la razón de ser de nuestra UP.

Pero antes de eso, y hasta el 27 de septiembre, sin descuidar nada ni adentro ni hacia afuera, es tiempo de acción urgente. Cada voto cosechado en los 16 departamentos en los que nos presentamos, se vuelve semilla y será siembra para el tiempo duro y esperanzador que tenemos por delante. Las elecciones tienen eso: allí mostramos una de las puntas del iceberg, una de las puntas, de la fuerza política que debe hacer del Capitalismo un Titanic condenable y condenado.


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