El voto en blanco o anulado
- Gonzalo Abella
- 30 may 2020
- 3 Min. de lectura

En las elecciones de octubre pasado perdimos el único diputado que tenía la izquierda en el Poder Legislativo. Nos faltaron tres mil votos para mantenerlo. Ese mismo día, los votos en blanco y anulados superaron juntos en 4 veces (multiplicaron por cuatro) la votación total de nuestra UP.
Es relativamente fácil deducir las motivaciones ciudadanas de este voto auto-anulado. Entre los descreídos hay un sector totalmente decepcionado. Otro sector piensa que el cambio es necesario, pero que las elecciones no son un camino valedero; apuestan sólo a la movilización social, y a formar “poder popular” en camino hacia una democracia directa. Por último hay un tercer sector que sí cree en la necesidad de una organización política para el cambio, pero piensa que ésta no debe presentarse en las elecciones burguesas.
Si estimamos el segundo sector y el tercero en su conjunto como el 50% de los que votaron en blanco o anulado, aún así su número es extraordinariamente importante: es el doble de los votos que retuvimos. No va a salir de allí lo fundamental de nuestra cantera, pero no podemos desatender este frente de debate, que nos vincula especialmente a los sectores más jóvenes del electorado.
Hay razones sólidas para entender su posición. Las elecciones democrático burguesas generalmente garantizan el triunfo de los que invierten más y se requiere un extraordinario esfuerzo de los sectores populares, que no se someten al poder del Capital, para obtener algún representante. Más aún si hay que disputar el espacio con operadores burgueses disfrazados de izquierdistas que llegan con mucha plata atrás.
Sólo en situaciones extraordinarias, como en Chile en 1970, un movimiento popular puede arrasar momentáneamente con las barreras y laberintos demagógicos puestos ante sí por las clases dominantes y sus aliados oportunistas. Pero aún no existiendo ese nivel de conciencia ciudadana, la democracia burguesa es mil veces preferible a la dictadura terrorista de esa misma burguesía entreguista. Por eso es necesario desde ahora saber burlar los controles ciudadanos que van aproximando la democracia burguesa a tiranía con vigilancia sistematizada.
No nos hacemos ilusiones. Estamos lejos por ahora, de una situación como la de Chile en 1970 o de una crisis revolucionaria de otras características. Para nosotros hoy, cada elección, nacional o departamental, es nada más (y nada menos) que una oportunidad para difundir nuestras ideas en la campaña electoral, organizar mejor nuestras fuerzas, medir barrio a barrio cuál es nuestra incidencia política, y (en el eventual caso de obtener representantes), tener una tribuna de denuncia, de propuesta y de coordinación con las organizaciones sociales y ambientales.
Si tuviéramos un pueblo organizado lugar por lugar, consciente de las tareas políticas correspondientes a un proceso de Liberación Nacional, forjando una herramienta política desde abajo y preparándose para un gobierno propio, un pueblo ya descreído totalmente de las trampas institucionales burguesas, quizás nuestra actitud hacia las elecciones democrático burguesas fuera otra, o llegaríamos a ellas con otra capacidad de ofensiva ciudadana, quizás hasta con una propuesta de Reforma Constitucional de signo popular. Pero en esta situación de avance circunstancial de la derecha ¿podemos darnos el lujo de auto anularnos en una oportunidad de expresión, muy minoritaria, es cierto, pero que la propia legalidad burguesa nos permite?
Una persona que trabajó junto a nuestro diputado en sus cinco años de gestión, me comentaba: “Muchos vecinos me decían que me iba a acostumbrar a ese despacho cómodo; pero todo lo contrario, ver el funcionamiento real de un poder burgués en su madriguera, me convenció aún más de que ese no es el poder que el pueblo necesita”.
Nuestras credenciales como UP son claras: no hemos rebajado jamás el programa para ganar votos; mantuvimos una ética intachable e hicimos un seguimiento atento a cada lucha popular. Los que se auto anulan con el voto en blanco o anulado deberían reconsiderar a quién sirve su postura. Tienen razón en gran parte en su escepticismo, pero no hay que regalar ninguna trinchera. Los esperamos en septiembre.
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