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Eduy 21 plantea un cambio no democrático en la educación pública

  • Prof. Andrés Freire
  • 1 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

“Los buenos profesores son necesariamente autónomos en cuanto al juicio profesional. No necesitan que se les diga lo que deben hacer. No son profesionalmente dependientes de los investigadores o los administradores, o los innovadores o los supervisores (…) Por ende, la tarea de todos los expertos en educación ajenos a las aulas es servir a los profesores, porque solamente los profesores están en condiciones de crear buena enseñanza”. Stenhouse, “Artistas y Maestros”.

Hacer gárgaras con la democracia, proclamarla a los cuatros vientos y negarla en los actos es una característica común a muchos movimientos profundamente autoritarios del mismo modo que proclamar la necesidad de la participación de todos, para luego negarla.

En 1996 Germán Rama al frente del CODICEN y contando con el apoyo de colorados, blancos, independientes y medio Frente Amplio impuso su reforma educativa en un cambio que intentaba acompasar a la educación a los reajustes que el orden neoliberal necesitaba, el discurso en un comienzo comenzaba como hoy el de Eduy 21.

Era un planteo que se presentaba abierto a la participación de todos, pero cuando se vio que los docentes lo rechazaban en muchos de sus aspectos medulares, incluyendo la aberración pedagógica de la enseñanza por áreas (que no es símil a la enseñanza por duplas o tríos pedagógicos, propuesta que sí compartimos siempre y cuando cuente con el aval de las comunidades educativas y respete el criterio profesional de cada docente en el cual en el ejercicio de su experticia en educación pueda decir “yo sí o yo no, o con fulano sí y con mengano no”), pasó a imponerse lisa y llanamente por medio de la fuerza coactiva del Estado.

El correlato de “los docentes no saben y los alumnos menos”, “los maestros y profesores no son expertos en la educación y defienden intereses corporativos”, fueron la guardia republicana desalojando los centros educativos, el cierre ilegal del Instituto de Profesores Artigas (el IPA fue creado por Ley no por acto administrativo por lo que el CODICEN no tiene la potestad legal de cerrarlo), los sancionados con el Acta E 14 en Secundaria y UTU utilizada para eliminar la organización gremial de los estudiantes. Es el antecedente directo de las ya anunciadas peleas a cuchillo en la educación.

Todo emana de una concepción común, la de visualizar a los docentes como mero personal subalterno, sin voz, del mismo modo en que sí fuéramos simplemente obreros en una fábrica que deben atender las indicaciones de los expertos, los que sí saben, los técnicos. El problema es que este razonamiento por falaz siempre fracasa, porque el aprendizaje es algo que sucede en las aulas, en base a un vinculo único e incontrolable (para desdicha del poder) entre docentes y estudiantes.

Para buena parte de la literatura académica, aún la mejor intencionada “los profesores acaban pudiendo ser asimilados a los niños, a los obreros, a los campesinos, a las mujeres, que han de confiar en sus mayores, en sus líderes, en sus formadores, porque ellos a su vez confían en que esa transformación es posible y deseable. En efecto, es así como funciona la educación en los hogares, en las escuelas, en los liceos y también en las universidades, transitando ambiguamente entre los gestos de amor, de cuidado y los de dominación, de sumisión, de represión…” (Ana Zavala “Historia de un gesto inacabado. “Lecturas a contrapelo en torno a la emancipación de los docentes”).

He aquí entonces la raíz de la soberbia y el autoritarismo desde el que habla la Academia, que se articula perfectamente con los intereses del aparato estatal, este le da voz a “los que saben”, y obtiene un discurso legitimador, a su vez otorga a estos privilegios simbólicos, y materiales, sueldones gerenciales, consultorías, contrataciones. La lógica que resulta de tan interesada y para nada generosa fusión es totalmente autoritaria, no resiste la contradicción, no busca un dialogo genuino, pretende simplemente imponer su visión a los subalternos sin más trámite.

Por eso mismo anuncia tempestades que ella misma provoca, ¿o que reacción piensa que podrán tener los educadores por ejemplo con propuestas al estilo de que los centros educativos elijan a sus docentes?, o sea que en definitiva los directores determinen a dedo quien trabaja y quien no, como era por ejemplo en la UTU durante la dictadura militar. Porque esa es una de las claves de la reforma planteada, que no es educativa, es administrativa y viene a destruir el Estatuto del Funcionario Docente, y cambiar en un sentido profundamente reaccionario las actuales relaciones laborales en nuestra educación pública.

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