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Tiempos de balance

  • Gonzalo Abella*
  • 24 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

Son tiempos de balance.

La UP-AP se consolida como única alternativa al saqueo y a la entrega de la Patria. Los otros partidos son más de lo mismo.

Las cúpulas de los otros partidos (el oficialista y los opositores) no tienen diferencias programáticas, pero se las inventan porque necesitan vivir. Así vemos por TV a voceros oficialistas que se disfrazan de opositores, y voceros opositores que intentan vanamente diferenciarse de las políticas financieras de Astoriy del Banco Mundial.

Pero hubo en nuestro pasado, en todos los partidos, gente que luchó honradamente por su verdad, que tuvo vocación auténtica de servicio al pueblo. El Frente Amplio del 71 y todo el conglomerado (moderado y radical) de la izquierda auténtica, y antes aún la gente de Leandro, de Saravia, del batllismo social, marcaron puntos altos de sueños legítimos que no olvidamos. Su continuación está en la nuestra UP-AP, porque somos la bandera artiguista recuperada.

La plata del Poder y muchos periodistas a su servicio buscarán distorsionar, una vez más, esta verdad. Construirán ante los electores un laberinto con falsas salidas que los aleje de nosotros. ¿Hasta dónde podrán lograrlo ahora, enfrentando la experiencia acumulada de las nuevas luchas sociales? No lo sé, pero no los subestimemos.

Esta batalla de ideas, para nosotros, se define con organización. El ciudadano inerme y aislado frente a la TV cae preso del engaño. En cambio, el ciudadano organizado por sus reivindicaciones, o en contacto con la organización barrial o local de la UP, descubre la verdad.

Con la convicción de que somos el único puente posible al futuro, reconstruimos la esperanza de la Patria. Marchamos junto a hermanos y hermana que viven el desencanto y el reencuentro cada cual a su ritmo. Con ellos, nuestra paciencia es más persuasiva que el arrebato de indignación, que está justificado pero que en este plano es estéril, inservible.

Todo eso es así. Pero lo que me desconcierta es la presencia de otro tipo de ciudadanos que comparen con nosotros el diagnóstico, pero fruncen la nariz y nos atacan. Parecen puristas y exigentes, y terminan desahogando en las redes sociales sus complejas frustraciones. Sin proponérselo, creo, colaboran con el entretejido de la desesperanza, de la desmotivación. Hacen aún más complejo el laberinto, y buscan ahondar la natural desconfianza de los jóvenes de esta época, su legítima decepción, para negar todo lo organizado.

Creo que cada uno de ellos tiene un espejito mágico en su casa, como la madrastra de Blancanieves, y cada día le preguntan al espejo: “Dime, espejito, ¿hay alguien más independiente que yo?”. Si el espejo responde afirmativamente, corren desesperados a internet que es su refugio principal, para superar a su colega y rival.

Por internet llegan críticas constructivas y a veces sumamente útiles, que hacen pensar y rectificar. Pero estos otros exquisitos de la soledad, que imaginan tener legiones virtuales de seguidores, no ayudan. Tampoco complican mucho tiempo; uno los va reconociendo y hasta se encariña con ellos y los extraña. Pero es una lástima que, diciendo lo contrario, terminen votando por no luchar.

* Escritor e historiador. Integrante del Coordinador Nacional de la UP

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