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Clases particulares

  • Prof. Andrés Freire
  • 7 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

Personalmente detesto dar clases particulares, no me gusta ni me agrada, pero esporádicamente lo he realizado, por diversos motivos, a veces solidariamente, a veces cobrando unos pesos acorde a las posibilidades del que lo pide, nunca he buscado alumnos, ni realizado ninguna promoción, y cada tanto cae alguna madre o un padre entre preocupado y desesperado según el caso, y uno que siente que tiene un compromiso social por un lado y el bolsillo flaco por otro llega a un acuerdo.

Quiero que se entienda bien, no juzgo al que brinda ese servicio ni a quien lo requiere, dicho esto conviene agregar que es necesario siempre asegurarse que la persona contratada sea idónea en la materia, porque ya hemos conocido o sabido de gente que da incluso 8 materias, lo que garantiza o que la persona es un sabio, y una cosa es ser sabio y otra saber enseñar, o sencillamente el contratante se verá frustrado pagara a veces cientos de veces por un servicio de muy mala calidad.

Ahora bien: ¿Por qué detesto las clases particulares? Porque en muchos casos son una gran estafa del sistema.

Muchachos que se van a examen porque en una clase de 40 al profesor se le perdieron, quizás no estaban entendiendo o incluso andaban en la Luna de Valencia, pero en un grupo tan numeroso nadie se dio cuenta, o sí se dieron cuenta nunca se los pudo ayudar.

Muchachas que tienen mayores dificultades para entender tal o cual asignatura, que requieren una adecuación curricular realizada en serio, que no se les pida lo imposible, pero que tampoco se les pida nada y se los pase igual, he aquí uno de los problemas más importantes, por eso se necesitan más horas de permanencia, más horas de tutoría y más horas de apoyo e igual no alcanza.

Porque para algunos la solución pasarán por la extensión del tiempo escolar, pero para otros no. Pensemos en un chico TEA (trastorno del espectro autista); normalmente en cualquier liceo con la mejor intención se lo pasa a tutorías, y la extensión del tiempo escolar, se vuelve perjudicial debido al stress que se incrementa. La solución para ese alumno es un grupo pequeño de supongamos 15 a 20 alumnos.

Profesores que dejan mucho que desear, que no cumplen o lo hacen mal con las adecuaciones curriculares, y también vacios del sistema de suplencias que determinan que no se nombre suplente, porque el médico tratante da licencias menores a un mes, así sean por tres meses, o porque directamente no se consigue nunca nadie que tome el grupo, o se consigue un suplente y este también cae enfermo o con licencia maternal y hay que conseguir un suplente del suplente, están también en la raíz de esta demanda.

Se pasa de año sí, y el alumno no se ve perjudicado ese año si por ejemplo Física tuvo un mes sólo, o dos, o tres, pero el costo lo pagará el año que viene.

También se da la necesidad de recurrir a dichas clases en algunas carreras universitarias: tal o cual materia se vuelve prácticamente imposible de aprobar si no se va a una academia, son los llamados en otra época “puente de burro”, la enseñanza universitaria es gratuita, pero o vas a la academia o te resignas a darla 8 veces hasta que la salves, porque además está de por medio la soberbia de quienes miden su prestigio de acuerdo a cuantos son los pocos y privilegiados que aprueban.

Son pues la industria del desastre y no deberían existir, se transforman en una necesidad generada por un sistema educativo que hace agua por todos lados, con grupos razonables (y pequeños donde existan alumnos con determinados particularidades incluidos), con muchas más horas de apoyo y tutoría, con docentes mejor preparados y pagos al nivel de cualquier otro profesional para poder ir hacia la dedicación exclusiva a la función en un régimen de 20 horas de clase y 20 horas pagas para todas las otras tareas inherentes a la función, incluyendo horas destinadas a apoyos, tutorías, panificación, corrección, diseño de las adecuaciones curriculares con el equipo multidisciplinario, prácticamente no existirían.

La gratuidad de la enseñanza se aleja cada vez más, pienso en muchos padres que en estas horas tienen que hacer un sacrificio suplementario para que su hijo apruebe tal o cual materia, sí algunos será por dejadez de los botijas, pero aún así esa dejadez es en parte provocada por los grupos superpoblados, donde es imposible una marcación individual y a su vez por las condiciones laborales de los docentes, 40, 50, 60 y sí he conocido colegas de hasta 80 horas (con privados) de clase semanales, saltando de un centro a otro, a veces con unos grupos en San Jacinto y otros en La Paz, lo que imposibilita un trabajo profesional, y con liceos o escuelas técnicas sin equipo multidisciplinario o insuficiente.

Sigo destestando las clases particulares, porque son la señal inequívoca de que hay cosas que están funcionado muy mal en el sistema educativo, y sin visos de mejorar, siendo los remedios propuestos en muchos casos peor aún que la enfermedad…

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