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Paginas de mi diario: desde Australia

  • Gonzalo Abella*
  • 29 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

El Sistema Imperialista sigue siendo sistema imperialista y no “globalización”, pero la propaganda imperialista está perfectamente globalizada. Hace un mes, el Gobierno australiano hizo una encuesta que se podía responder a vuelta de correo, acerca de si debía autorizarse o no el matrimonio homosexual. Del 70% que decidió responder a nivel nacional, el 60% contestó afirmativamente. En zonas de fuerte presencia de iglesias y sectas conservadoras, el porcentaje de aceptación disminuyó significativamente. Esta encuesta pretendió tomarse por gobernantes y publicistas como una señal de división entre quiénes eran de izquierda y quiénes de derecha en Australia; porque en otros aspectos, entre laboristas y liberales no hay diferencias. El apoyo a la OTAN, la carrera armamentista, la luz verde a la especulación inmobiliaria y al recorte de beneficios a la población ya no distingue a unos de otros. Es decir: la “nueva agenda de derechos” sobre la comunidad GLTB, enarbolando banderas justas, es, también en Australia, la tapadera del desplazamiento a la derecha de los que antes eran “progresistas”. Mientras tanto, la colectividad latinoamericana en Australia ha sufrido un proceso de desorganización. No se debe a una saludable integración a la vida del país que los ha acogido; la inserción nunca aleja y siempre enriquece. Hay desencanto, hay frustración y hubo caudillismos nefastos. Por otra parte, ya no están aquellos gobiernos laboristas que estimulaban sus reuniones, ya no está en un punto alto la lucha de los aborígenes por sus derechos ancestrales, aunque su actividad no ha cesado. Y las organizaciones latinoamericanas que sobreviven no tienen jóvenes. Pero lo jóvenes no han roto sus lazos con sus raíces, sino con las organizaciones envejecidas. Si el Club Uruguayo de Sydney convoca a un taller de murga o candombe, aparecen jóvenes no se sabe de dónde. Difícil encontrar un joven uruguayo o colombiano o chileno jugando cricket o rugby; están organizados en el fútbol barrial, y muchos practican con las camisetas de la selección nacional de sus padres. Para nuestros pueblos, esta diáspora es muy importante. No podemos darnos el lujo de menospreciarla. Sus visitas periódicas, sus familias lejanas, sus recuerdos cercanos y la globalización, todo se suma para que puedan incidir en nuestros procesos como un factor interno y no externo. Para la construcción del cambio revolucionario, aquí hay una fuerza potencial enorme si logramos que vuelva a creer, que vuelva a enamorarse. Nos plantea toda una dirección de trabajo dentro de un plan, porque para los uruguayos, nuestra diáspora australiana es parte del millón de compatriotas que viven fuera del país. Y espacio que no ocupemos, ya hay otros que están procurando ocupar. Los tiempos urgen.

* Escritor e historiador. Integrante del Coordinador Nacional de la UP

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