Páginas de mi diario (desde Sidney)
- Gonzalo Abella*
- 23 nov 2017
- 2 Min. de lectura

Sydney es una ciudad con alta calidad de vida. Pero las inversiones extranjeras y la complicidad del gobierno van privatizando la calidad y van deteriorando, poco a poco, la vida cotidiana de la mayoría.
Simultáneamente a este proceso de polarización social, que también se da en otras ciudades del inmenso país, Australia desarrolla su industria militar, con el corazón en la OTAN y el bolsillo bailando al son de la música china.
En este universo multicultural no todos tienen las mismas preocupaciones. Las colonias de “inmigrantes nuevos” (tailandeses, filipinos, Kampucheanos, coreanos, indonesios, africanos) tienen su propia lógica, sus propios problemas, y no perciben estos cambios negativos porque son muy graduales. Pero los inmigrantes “viejos” (incluyendo uruguayos, italianos, chilenos, griegos) ya comparten las preocupaciones de los anglosajones y de los aborígenes urbanizados.
La gente es consciente de que ya nada es lo mismo, pero la información fragmentada y la propaganda oficial les dificulta sacar conclusiones políticas.
Conversando con dos jóvenes universitarios, que se mostraron perfectamente conscientes de la crisis ambiental y el deterioro urbano, oí decir a uno de ellos, con el asentimiento del otro: “y al fin y a l cabo, es mejor la Monarquía que la República, porque todos los políticos son demagogos y dependen del voto; en cambio, al monarca le enseñan desde pequeño a gobernar. El Monarca sabe cómo hacerlo y no necesita ni robar ni hacer demagogia”.
Desde luego, hubo un debate respetuoso y fuerte. Luego pensé en la similitud de esta postura con la de muchos jóvenes de nuestro país que dicen “no me interesa la política”. En el fondo, son argumentos diferentes para una misma actitud, son expresión del mismo desengaño. Lo sorprendente es que aquellos y estos jóvenes piensan que la conclusiones han salido de sus propias cabezas, y no advierten la sutil manipulación que los ha formateado.
Bien, concluyen estos jóvenes: como la política no sirve para nada dejémosla en manos de los inservibles. Y no les importa que estos inservibles reciban altos sueldos que salen de nuestro bolsillo, igual que los ingresos de una familia real. Pero no advierten lo peor; lo peor es que los inservibles legislan cumpliendo órdenes de sus amos que son muy servibles. Y nosotros somos los que siempre perdemos.
El diálogo con los “monárquicos” prosiguió, y fue mutuamente positivo. Pero sólo la inserción en la lucha social y gremial permite la comprensión cabal de los problemas y de las políticas públicas vinculadas a ellos. Y si cuando se llega a la verdad, no hay una herramienta política para dar el salto en calidad, para disputar el poder, igual nada será en vano, porque cada lucha es acumulación y aprendizaje, pero todo tardará más.
Sydney sigue su confortable vida urbana en medio de una naturaleza esplendorosa, y los indigentes y sin casa son por ahora una pequeña minoría; pero en esta estadía percibo una nueva inquietud en la mirada de la gente.
(*) Maestro, historiador, integrante del Coordinador Nacional de Unidad Popular
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