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Páginas de mi diario

  • Gonzalo Abella*
  • 2 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

En la Edad Media se reprimió a las brujas con torturas y con hogueras, pero Halloween vuelve a ganar las calles en tres continentes, y empieza a conquistar espacios en otros dos. Los niños se disfrazan en un precoz exorcismo contra la Muerte, mientras sus padres simulan estar “por fuera” de este ritual pagano. Pero los juegos de niños, como los cuentos que sus mayores eligen para narrarles, no son una casualidad. Aunque el mercado capitalista los usa para exacerbar el consumismo, y aunque Hollywood los deforme, su origen está más allá del mercado y son muy anteriores en el tiempo. Halloween tiene que ver con rituales celtas que se celebraran ya en las islas británicas mucho antes de que Moisés sacara a los judíos de Egipto. En cualquier continente llamamos pueblos originarios a quienes desarrollaron su cultura en diálogo con el Medio Ambiente local. En todas partes, durante la fase del Comunismo Originario, existió la creencia de que las almas de los difuntos no iban al Cielo, sino que seguían rondando entre nosotros. Por ello, para los pueblos todo el suelo nativo era sagrado. Después la propiedad privada encerró a todos los muertos en un solo recinto, a ese predio le llamó “campo santo” y desde entonces el resto de la tierra dejó de ser “santa” y pasó a ser mercancía. Para los pueblos originarios el ciclo agrícola regía las esperanzas de bienestar y hasta de supervivencia. Y el Otoño (octubre- noviembre, en el Norte) era el momento más importante de la evaluación; se recogía la cosecha que iba a proteger a la aldea en las largas noches de invierno, donde fuera todo era nieve y aullidos de lobos hambrientos. Por eso, en tiempos de cosecha debía honrarse a los muertos que desde el suelo abonaron y cuidaron las semillas. Y la ofrenda los convocaba y les aportaba energía para reforzar esa alianza con los vivos. Al evocarlos, salían y rondaban entre nosotros. La Iglesia Católica, cansada de perseguir creencias antiguas, las incorporó como “Día de los Muertos”. Por eso para el ritual oficial, está en “Día de los Santos Inocentes” el 28 de diciembre, por los niños asesinados por Herodes tratando de matar al niño Jesús y el Día de los Muertos el 1-2 de noviembre, más vinculado a la cosecha otoñal. Pero una cosa es incorporar un Día de Difuntos y otra muy distinta coexistir con la celebración de brujas y espectros que habían sido satanizados por el culto oficial. Hoy parece que por estos lados somos más tolerantes con la diversidad. Es hora de convocar a nuestros lobizones y luces malas para combinar Halloween con rituales criollos de cuevas de salamanca. Necesitamos a los muertos, guardianes de la Tierra, aunque sólo sean memoria, ilusiones de historias de amor que perduran más allá de la Muerte. También nuestros espíritus nativos, en los disfraces infantiles, deben estar presentes, para combatir contra los monocultivos y la Ley de Riego.

(*) Maestro, historiador, integrante del Coordinador Nacional de Unidad Popular

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