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Páginas de mi diario: 31 de agosto

  • Gonzalo Abella*
  • 31 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Otra vez paro en Enseñanza Primaria. Una madre agredió a una maestra y a la directora.

Lo más terrible es que ya nadie se asombra. Si bien es una expresión más de la violencia social que avanza, que ocurra dentro del centro educativo tiene un valor simbólico especial.

Un pueblo con esperanza cuida la Educación de sus hijos. La familia con sueños y proyectos, da apoyo al estudio infantil. Si percibe que el docente no es todo lo bueno que debería ser, toma medidas adicionales (si puede, paga clases particulares) confiando que el año siguiente vendrán docentes mejores.

En cambio, un pueblo que pierde la esperanza se abandona a sí mismo. Del mismo modo que un ser humano golpeado en sus sueños deja de cuidar su aspecto físico y puede asumir conductas autodestructivas, un sector del pueblo estafado deja de cuidar lo que tiene y al agredirlo se agrede a sí mismo.

La pobreza del siglo XXI es diferente a la pobreza de los conventillos y rancheríos rurales de 1950. No me refiero a la falsedad de las cifras oficiales; me refiero a las nuevas dinastías de perdedores endémicos. El pobre de 1950 veía en la escolarización de sus hijos una opción de ascenso social; la familia rural hacía sacrificios conmovedores para que sus hijos llegaran todos los días a la escuela. En cambio, la muy joven mamá proveniente de los sectores más excluidos en estos tiempos, no se hace ilusiones de que su hijo acceda a un trabajo estable por vía de una mejor instrucción; sus estrategias son otras, vinculadas al asistencialismo estatal, a los trabajos precarios y tercerizados, a la economía informal o a la ilegalidad.

La degradación social sin esperanza puede llevar a conductas degradantes. Pero por suerte esto no se da siempre ni en forma generalizada. Conmueve la entrega de otras mamás mu y jóvenes, algunas que sobrellevan una vida atroz de carencias y violencia familiar, y que pese a todos impulsan a sus hijos por la senda del estudio, el trabajo y los afectos.

Hay gente que nunca pierde el decoro, decía José Martí. Pero cuando el pueblo recupera un proyecto auténtico de cambios, de cada uno aflora lo mejor. Hay un decoro nuevo. En la campaña electoral pasada, los militantes de UP tuvimos que alojarnos muchas veces en casas muy humildes. Pero en el sueño compartido, que recién empezaba a crecer, todos nos sentíamos millonarios poseedores del futuro.

(*) Maestro, historiador y escritor. Fue candidato a la Presidencia por Unidad Popular e integra su Coordinador Nacional.

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