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El consumo, la propaganda y muchos dramas

  • Luis Pérez
  • 19 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

El hombre salió del local comercial, contento. Ya tenía lo que quería. El día le pareció como más liviano y pasaba entre la gente con cierto aire de grandeza. No sabía por qué, pero sentía que era alguien un poco superior, ahora estaba acorde con lo que el mundo le pedía, o por lo menos lo que veía que otros tenían. Tan ensimismado en su alegría iba que pisó algo blando y ni cuenta se dió. Llegó a su casa y no escuchó a la mujer que le preguntó donde había andado. Su atención estaba puesta en desenvolver el paquete y ponerse a estudiar el funcionamiento de la nueva compra. Leyó como pudo el manual, algunas palabras no las entendía por estar en otro idioma, pero se imaginaba lo que era. Luego de una hora no pudo con ello y llamo a una prima, esta no tenía ni idea de lo que debía de hacer así que le pasó con el sobrino que era un avión en estos asuntos. El pibe le explicó por teléfono pero era complicado, no entendía, así que le dijo: salgo para allá. La mujer otra vez le preguntó, “¿adónde vas, recién viniste, en que andas?, ¿y ese olor?. Nada lo detenía. Se tomo él ómníbus y el calor era terrible la gente transpiraba, pero el no. Miraba su compra y se reía, pensaba cosas alegres. Un hombre se sentó junto a él, abrió un diario y se puso a leer. El se puso a mirar de reojo lo que decía la última página, “continúa misión en el Congo. Tras varios años de guerra el politólogo Marcus Ande de la Universidad de Berlín afirma que dicha guerra es por los metales preciosos entre ellos el coltán”. Hasta allí soportó leer y pensó, como podía haber gentes que le interesaban esas noticias. Una guerra es una guerra, hay muertes, destrucción, y en definitiva nadie puede gozar de cosas como las que el compró. Llegó a lo de su sobrino y este le explicó lo básico porque para otras cosas debía tener mas tiempo y no lo tenía. Salió de regreso hacia su casa, contento mandaba mensajes y hasta sacó un par de fotos a la gente que pasaba en la vereda, pensaba en la música de la Karibe que iba a poner en su chiche nuevo. De gratis pondría a su mujer y a su jefe así si se dormía le podía avisar y podía estar “comunicado”. Bajó del ómnibus y comenzó a caminar hacia su casa, sacó otra foto y comenzó a filmar; este aparato era increíble ¡hasta servía para hablar !. Estaba oscuro ya y en las calles del barrio no había gente, de pronto una moto apareció a gran velocidad y en menos que canta un gallo estaba sobre él. “Dame eso le dijo uno” después un disparo, sangre en el piso, y la moto salió a toda velocidad. La mujer preocupada se preguntaba en que andará este que salió y no regresa, el sobrino le contaba a sus amigos del tremendo teléfono celular que tenía su tío, y los cacos al mismo tiempo transaban el móvil en boca. Al día siguiente el diario que el hombre nunca había visto, publicaba en su última página “invasión en Mali, tras el coltán y metales preciosos”. En otro diario, en su página de policiales se leía: “hombre asesinado de un disparo para arrebatarle un teléfono último modelo, la familia esta desecha, la policía no tiene pistas `pero trabaja en el caso”. En su página editorial el mismo diario publicaba “descubrimiento de varios metales en el país aseguran futuro, el mismo traerá empleo y bienestar”.

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