Fidel Castro y el deporte, una relación íntima
- Marcelo Peña
- 15 ago 2020
- 2 Min. de lectura

Enfundado en su casi inseparable uniforme verde olivo, el Comandante en Jefe Fidel Castro fue siempre un fiel seguidor de los deportes, un hombre capaz de estructurar un sistema que convirtió a Cuba en potencia atlética a nivel mundial.
Desde el triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, Fidel entendió que masificar la actividad física era un paso impostergable para alcanzar mejores resultados en eventos internacionales y fomentar la salud de los ciudadanos de la isla.
“El deporte es un derecho del pueblo”, repitió incansablemente, razón por la cual una de sus banderas fue llevar a cada rincón del país la sana práctica de disciplinas y establecer un modelo que se conoce como pirámide de alto rendimiento.
Téngase en cuenta apenas un dato: antes de 1959, solo el 0,25 por ciento de la población cubana participaba en actividades deportivas y los logros se concentraban -esencialmente- en el béisbol y el boxeo, según datos de la época.
Poco más de 60 años después, el panorama luce diferente y la mayor de las Antillas se ubica en el escaño 16 en el medallero histórico de los Juegos Olímpicos, con botín de 78 preseas de oro, 68 de plata y 80 de bronce.
Tal hazaña es posible porque cobijados por el pensamiento de Fidel, un apasionado del baloncesto y el béisbol, niños, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad encontraron en los ejercicios un modo de vida, y esa práctica colectiva trajo dividendos inverosímiles, al punto de convertir a Cuba en referencia en este ámbito.
La realidad indica que sin la sapiencia del estratega lúcido, visto como un atleta más, el contexto hubiese sido diferente, aunque es válido advertir el talento natural de los nacidos en la isla y su peculiar manera de enfrentarse a los grandes escenarios.
Decisiones puntuales marcaron este recorrido colmado de éxitos, aunque no exento de instantes amargos. Por ejemplo, el 23 de febrero de 1961 fue creado el Instituto Cubano de Deportes, amparado por la Ley 936, que sentó las bases para un futuro mejor y organizó luego programas fundamentales como los Juegos Nacionales Escolares.
Así, la Revolución posibilitó el nacimiento de espacios para la captación de talentos, la apertura de escuelas de Iniciación Deportiva y de centros para la formación de entrenadores, entre otras iniciativas.
Estos proyectos brindaron sus frutos rápidamente y ya en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá 1970 Cuba asaltó la cima de la tabla de posiciones, mientras se colocó segunda a nivel continental en la cita de Cali 1971.
Llegaron momentos gloriosos en las modalidades de equipo, como el bronce olímpico del voleibol masculino en Múnich 1972, al tiempo que el béisbol, declarado deporte y pasión nacional, estableció una hegemonía sin precedentes.
En cada triunfo o derrota estuvo Fidel, quien siguió siempre los strikes, los remates, los jabs, los saltos, las carreras; quien alentó a los suyos, los despidió y recibió en innumerables ocasiones en los aeropuertos; quien celebró cada éxito y sufrió cada descalabro.
El mismo entusiasta que envió a numerosas delegaciones de técnicos a varias naciones para promover y desarrollar el deporte, porque otra de sus grandes pasiones fue el internacionalismo sincero.
(Extraído de Prensa Latina, al cumplirse el pasado jueves 94 años de su nacimiento)
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