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El tema “racial” en la lucha de los pueblos

  • Gonzalo Abella
  • 4 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Estatua de Colón derribada en Minnesota. Estatua de Rivera en Tres Cruces.

| Foto: ZUMA WIRE / EPA / CHRIS JUHN | Foto: Red Uruguaya

Los Estados esclavistas de la Antigüedad no manejaban un criterio estrictamente “racial” para la opresión sobre otros seres humanos. Según el Antiguo Testamento, aún dentro de una misma comunidad, una persona podía ser temporalmente esclava de un vecino por una deuda impaga. Las multitudes esclavas que construyeron templos, caminos y acueductos eran generalmente pueblos vencidos militarmente y en ellos no era determinante el color de su piel.

Otra cosa fue cuando se inició el Capitalismo en Europa. El Mundo fue dividido entre países ricos, países pobres y colonias. La esclavitud en las regiones empobrecidas era la forma más rápida de saquearlos. En el siglo XVIII, el pujante Capitalismo de Liverpool construyó barcos mercantes con grandes bodegas para llevar esclavos de África a América. En la división geográfica mundial que impuso este Capitalismo, la esclavitud pasó a ser predominantemente (nuca exclusivamente) trata “de negros”, o sea, de gente con el color de los pueblos sub-saharianos.

Pero hoy, cuando se agudiza la lucha anti-racista, se comprueba la verdad de esa canción que dice: “todo está guardado en la memoria”.

Los negros norteamericanos en realidad nunca olvidaron que la prosperidad de USA se cimentó en la expropiación violenta de los pueblos originarios y en la esclavitud importada que los trajo contra su voluntad. Saben que esa esclavitud brutal niega a sus descendientes hasta el conocimiento de su origen y de la lengua de los ancestros. Tampoco olvidan la guerra civil de 1861-1865, cuando los latifundistas algodoneros del Sur intentaron separarse de los capitalistas del Norte. Y el movimiento negro exige que se deje de considerar la bandera de los Confedarados del Sur (roja con dos diagonales azules con estrellas) como emblema “folklórico” de esa región. En cuanto a las estatuas de los negreros, no exigen nada: ellos mismos las derriban. El movimiento se expande por Francia e Inglaterra. El movimiento negro en Londres y Liverpool derriba las estatuas de los “filántropos” que hicieron su fortuna construyendo barcos para la Trata.

Los negros norteamericanos también recuerdan que en 1920, en Tulsa, Oklahoma, existían bancos cooperativos negros, que otorgaban préstamos blandos a microempresarios negros y sus familias, canalizando el ahorro de estas familias en proyectos de fomento a sus hermanos. Aquello era inaceptable para los racistas. Argumentando que un joven negro era un violador de muchachas blancas, los supremacistas blancos y el Ku Klux Klan dinamitaron estos bancos y organizaron una masacre que terminó con el llamado “Wall Street negro” de Tulsa.

Y desde entonces, dicen los negros, nuestros hijos adolescentes viven con miedo por el color de su piel. Nada ha cambiado en lo sustancial, ni siquiera por el pasaje por la Casa Blanca de un ciudadano negro descolorido que sólo de palabra recordó su origen. Por eso la frase “No puedo respirar” se volvió consigna del movimiento negro más numeroso, nacido en 2013: “Black Lives Matter”.

El derribe de estatuas es contagioso. Un grupo de jóvenes me preguntó si no se puede hacer una gestión para retirar de Tres Cruces la estatua ecuestre de nuestro principal genocida, Fructuoso Rivera. Le respondí que el cambio en el nomenclátor y en la estatuaria pública, está contemplado en cada programa departamental de la Unidad Popular, y sólo puede estar en nuestro Programa, porque todos los demás tienen compromisos ocultos con los opresores, como lo demuestran estas interminables décadas de administración frenteamplista en la Capital.

El movimiento negro mundial, para no declinar, debe unirse al feminismo clasista, al ecologismo que lucha de verdad contra las Trasnacionales, a los movimientos por los derechos de las minorías, a los pobres y a los excluidos del Planeta. Sólo entonces se podrá pasar a la lucha por un cambio de políticas públicas, cambio revolucionario que vencerá si construimos herramientas políticas. Nuestra pequeña Unidad Popular está en ese camino consecuente, y cada pequeño triunfo en las Departamentales de Septiembre será un aporte a esta causa mundial.


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