Quien no cambia todo, no cambia nada
- Prof. Andrés Freire
- 27 jun 2020
- 23 Min. de lectura

¿Quién detiene las revoluciones a mitad del camino? La clase media, la burguesía. ¿Por qué? Porque la burguesía es el interés llegado a la satisfacción. Ayer era el apetito, hoy es la plenitud, mañana será la saciedad”.
Víctor Hugo en Los Miserables.
“El pensamiento burgués consiste en aceptar sumariamente, sin fijarse mucho en los detalles, lo esencial de los hechos contra los que se levantan los hombres, y en justificarlos y obscurecerlos con razones elevadas. Todo su esfuerzo consiste en descubrir lejanos valores capaces de transfigurar las apariencias próximas. De olvidarlas de destruirlas, también. Así va lanzando nubes de razones, igual que un crucero emite una pantalla de humo”.
Paul Nizan, “Los perros guardianes”
“… la burguesía se dedica en primer lugar a modificar la relación real de las fuerzas sobre las cuales se ha fundado esas conquistas, y sólo después pasa al ataque directo de las conquistas mismas. Y esto por una razón sencilla, que obedece al carácter propio del proceso: con el fin de engañar al adversario y adormecerlo, ocultándole el lugar real de la lucha de clases, y a fin de imponerle su propio terreno de lucha”.
Nicos Poulantzas, “Fascismo y Dictadura”
Respuestas incomodas a preguntas que no se hacen
Es conocida la máxima que reza “es muy útil hacerse preguntas, pero muy peligroso responderlas”, no solo cuando hay un otro al que interpelamos y quiere ocultar la verdad, sino peor aun cuando nosotros mismos somos los destinatarios de las propias cuestiones.
Conocer la verdad nos libera, pero tiene un precio, por hacer y por no hacer, y de nada vale la mujer más bella si su hombre por ella no lo ha pagado, así cantaba Zitarrosa. Su voz increpaba, provocaba, era un comunista, de boliche y como Lenin de saco y corbata. Épocas distintas donde la izquierda recitaba el “Manual para entender quién vacía el sobre de la quincena”, y por ende se hablaba de plusvalía y no de productividad.
En otra ocasión hemos establecido algunos elementos centrales que debemos reiterar, los mismos están en la raíz del proceso que condujo a la restauración de la derecha conservadora en la región, un proceso que comenzó primero en la esfera ideológica, luego en la política y finalmente en la ética.
Volvamos entonces a fines de los ochenta y comienzos de los noventa. En ese momento la implosión del Socialismo Real implicó la llegada rápida de miles de nuevos conversos a rasgarse las vestiduras ante los altares de la socialdemocracia a la europea o a todo sitio donde hubiera algún dinerillo de fundaciones como las de George Soros, porque donde antes entraba un rublo ahora puede entrar un euro o un dólar.
Intelectuales que pasaron de escribir ensayos por la reforma agraria, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, a abogar por los derechos de las personas transexuales, las políticas identitarias, y el ultraliberalismo queer, proceso que está en estos momentos en plena fase expansiva. He aquí la raíz lejana de las derrotas futuras, todo comenzó en nuestro país con el famoso “Documento de los 24”.
Las cuestiones de Agenda, demuestran quién manda y quién no
2019 fue el último año del progresismo en nuestro país. Dos iniciativas legislativas se discutieron en el Parlamento, las dos presentadas por fuerzas identificadas con la Izquierda, las dos recogieron otros apoyos. Una apuntaba a los derechos de las minorías, la llamada “Ley Trans”; la otra apuntaba a los derechos de las mayorías, el “Plan Nacional de Vivienda Popular”. La historia es conocida; la primera norma fue aprobada, la segunda tuvo un entierro indigno en el Senado.
Finalmente se produjeron las elecciones nacionales. Huérfanas las mayorías nacionales, por una política destinada a las minorías, estas buscaron un nuevo camino y creyeron encontrarlo, porque la suma de pequeñas minorías no reemplaza a las mayorías. Y por supuesto que los derechos de todos son importantes, pero al progresismo le resulta más fácil dar 50 pensiones reparatorias que una vivienda digna a las familias; marihuana legal que garantizar un hoy inexistente tratamiento a los enfermos por adicción; ni que hablar de la seguridad pública, la gente viviendo en las calles, las miles de bocas de pasta base. Superar esto es posible, el problema es que requiere cambios estructurales que no se está dispuesto a plantear, porque ya ni siquiera se dejaron de ver como deseables.
¿Por qué unos temas entran en la agenda política y otros no? La pregunta es incontestable e ininteligible si nos abstraemos de la lucha de clases. El más poderoso es el que fija la agenda; si discutimos los derechos de las personas trans y no la vivienda popular, es porque quien está en el poder así lo ha determinado, ha impuesto su posición en un juego relacional, por eso la vieja agenda de derechos va a un cajón bajo siete llaves sin realizarse y se comienza una nueva.
La actitud a su vez tomada por FUCVAM y el SUNCA en cuanto al proyecto de vivienda truncado, que osciló entre la ignorancia ex profeso y la oposición sutil o manifiesta, mostraban también cómo las condiciones sociales que habían establecido conquistas y avances ya no existían.
La trampa de las ONG
En las discusiones en torno al poder hay que observar además una cuestión no menor, la creciente influencia adquirida merced a la financiación externa y por la alianza con el progresismo, por las ONG. Este se vale de estas para atender ciertas políticas sociales mientras continúa con las tercerizaciones y las privatizaciones; a su vez estas definen “la economía moral de la globalización” (expresión de José Antonio Sanahuja Perales), tratan de fijar el margen de “lo correcto”.
En los procesos vividos han sido actores claves con mucho poder, manejo de recursos e influencia. Objetivamente a pesar del discurso, su interés no es el de que existan cambios estructurales, ya que entonces desaparecería su clientela. Se ubican entonces en los márgenes del sistema, y viven de las miserias de este; no les interesa una revolución social que les prive de las personas en situación de miseria de tal o cual tipo y de un Estado que les pague por atenderlas, pero a su vez tampoco les interesa una restauración conservadora que las desplace y le de sus funciones a aliados tradicionales de estos, como las Iglesias Católica y en particular otras iglesias como la evangélica y dentro de estas los muy militantes sectores neo pentecostales.
Por sus intereses y por su propia extracción social estas instituciones apuntan al no cambio estructural y a la perpetuación del gobierno de la social democracia de derecha como ideal por siempre, por lo que terminan siendo fuerzas conservadoras que allanan el camino a la reacción.
Y el FRIGONAL no volvió ni volverá
Tomemos un ejemplo de cómo se pensaba antes y cómo se piensa hoy: Una de las consignas históricas de la izquierda nacional era en sus orígenes la nacionalización de la banca, el comercio exterior y la industria frigorífica; luego se fue transformando en la reinstalación de un frigorífico nacional; finalmente a su vez se volvió a transformar en la creación de una comisión que estudiara su viabilidad, cosa que debió hacerse en el período de gobierno pasado y no se hizo.
El Frigorífico Nacional fue creado con un doble fin; por un lado defender al consumidor montevideano abasteciendo de carne a precio razonable, con ese fin tenía el monopolio del abasto capitalino y por otro proteger a los pequeños y medianos productores de la especulación en la compra de sus animales, por las que hasta el día de hoy reciben un precio inferior que el de los grandes.
Cumplió su tarea como pudo, afrontando graves limitaciones y boicots, hasta que en el período que va entre el gobierno de Jorge Pacheco Areco y la dictadura militar se procedió a su liquidación. El contador Guillermo Bernhard (“Uruguay en el mundo de la carne”), nos advertía acerca de cuáles eran las soluciones de fondo al problema de la carne y cuáles también las alternativas posibles para el Frigorífico Nacional, ya en su provocada crisis final.
Las posibilidades eran dos; una era “poner en marcha… la ley de 1928 que lo creó; es defender la economía nacional del caos y de la rapacidad empresarial privada, es sentar las bases de la racionalización de la industria frigorífica… Es hacer con la carne lo que se hizo con la industria petrolera cuando se creó ANCAP, y nadie puede discutir la importancia y gravitación de ANCAP en la economía del país. Y será el Ente de la carne, mucho más importante que ANCAP porque procesará y marcará rumbos en la riqueza madre de la nación”, o cerrarlo y “tomar partido por una política; el darle paso y preferencia al interés privado sobre el general; es apoyar la libre empresa. Es en esta materia dar un paso atrás de 40 años. Las cosas seguirán entonces peor que ahora”.
Argumentando en defensa de la primera opción, el autor escribía: “…el Frigonal ha cumplido siempre (en la medida que puede y le permiten), con los altos fines que motivaron su creación. Ha sido y es un celoso guardián de la producción y la economía nacional, un insustituible asesor del gobierno en costos, mercados y condiciones de comercialización, un insobornable ente testigo en todo el proceso del comercio de carnes. Y siguen vigentes, incluso agravadas y aumentadas las razones que en 1928 determinaron su fundación”.
La izquierda uruguaya durante décadas sostuvo esta línea argumental, y lo hizo hasta llegar al gobierno en marzo del 2004. Luego rápidamente se optó por la segunda de las opciones planteadas, y es más se profundizó el proceso de extranjerización de la industria frigorífica. Y así en alguna coyuntura donde el precio de la carne aumentaba, la estrategia no fue el desempolvar las viejas consignas y convocar a la famosa comisión, sino mendigar una rebaja, lo que dio lugar al tragicómico episodio del “asado del Pepe”.
Un gobierno socialdemócrata (pero de derecha)
Erradicados de la práctica política y la academia los conceptos de imperialismo y lucha de clases, y reemplazando productividad por plusvalía todo es posible, tanto como que un intelectual de renombre como Jorge Lanzaro escriba un sesudo articulo donde afirma muy suelto de cuerpo que existió un gobierno social demócrata en nuestro país. Lo que en sí sucedió, pero con la salvedad no menor de que fueron tres gobiernos socialdemócratas girando cada vez más a la derecha, siendo el último de los tres con el decreto de esencialidad en la educación, la militarización de la frontera, la ley de riego y la aplicación de la participación publico privada en la enseñanza el menos socialdemócrata de los tres, y más conservador preparando el camino para que ocurriera lo que ocurrió.
Le concedemos al autor que el análisis se realizó solo sobre el primero de los tres gobiernos, donde incluso existió una disputa y momentos de tensión entre diferentes alternativas; pero la cuestión es que esas tensiones se resolvieron cuando el ministro de Economía renunció y lo fueron a buscar aceptando sus planteos con respecto al 4,5% del PBI para la educación.
Curiosa piedra en el zapato recurrente fue la educación pública, tanto que en su momento el ex presidente Mujica (el verdadero, no el que se exporta al resto del mundo, del mismo modo que hay un Sanguinetti “socialdemócrata” pero únicamente forexport) llamó a juntarse (con la derecha tradicional) para “hacer mierda” a los gremios de la educación.
Curiosa porque como pocos, los docentes y sus sindicatos aportaron por décadas a la formación del Frente Amplio y a su llegada al gobierno, y la inversión en educación ha sido una señal identitaria de la socialdemocracia. Sin embargo, aquí se optó por cumplir con la disciplina macroeconómica neoliberal, y eso imposibilitó obtener los recursos para cumplir con la educación; o se cumplía con el 6% o se cumplía con los mercados, porque además la coyuntura excepcional que permitió repartir y asignar recursos sin afectar las fuentes de riqueza había terminado, de ese momento en más, para darle un peso a la educación, había que sacarlo de la banca, o del latifundio, o de las zonas francas, o de las multinacionales, y para eso no había voluntad política, porque ni siquiera era un objetivo ideológicamente deseable.
Similares conclusiones se pueden sacar al estudiar los procesos en Chile y Brasil, la excepción será el proceso argentino del que hablaremos más adelante.
No es correcta entonces la caracterización de socialdemocracia a secas, sino que fueron gobiernos social-liberales, es decir gobiernos que adhirieron al consenso macro económico neoliberal, pero que a la vez mostraron cierta preocupación social; o gobiernos socialdemócratas, pero de una socialdemocracia de derecha, lejanísima de Olof Palme y demasiado cercana a Tony Blair.
Como ya lo hemos dicho, estos gobiernos tuvieron la buena fortuna de coincidir con un ciclo excepcional de aumento en los precios de los bienes exportables; esto les permitió ciertas mejoras sociales, sin redistribuir la renta, ni afectar los intereses de clase del complejo agro exportador.
Vamos a aplicar un concepto gramsciano, el de distinción, tracemos una línea imaginaria: ¿quién es y quién no es socialdemócrata?: La social democracia es parte integrante de la familia socialista, es una corriente de pensamiento que hunde sus raíces en el marxismo y que no renuncia al socialismo, sino que busca aproximarse a él por medios pacíficos. Hablamos entonces de un socialista que busca confrontando la utopía con la realidad avanzar gradualmente.
Sus comienzos están en la Alemania de Bismarck, donde el Partido Socialdemócrata resistía la persecución y crecía hasta lograr un 35% del electorado; a la vez mientras los programas se mantenían fiel al marxismo, los dirigentes y sus actitudes políticas se apartaban de este. Este proceso culminará con la adhesión al social imperialismo en la Primera Guerra Mundial, donde virarán de una posición inicial anti belicista y que llamaba a la huelga general para impedir la movilización de los obreros, a la Unión Sagrada con el Kaiser y sus generales.
La evolución reemplaza a la revolución, la lucha de clases no se niega, pero deja paso a la conciliación, y se buscan caminos de entendimiento entre todos los hombres de buena voluntad; la plusvalía será constantemente reducida por la acción conjunta de los sindicatos y del Estado, reduciendo las horas de trabajo y aumentando los salarios.
En vez de enfrentar a la burguesía, se esfuerzan por construir una democracia social que posibilite a todos los obreros pasen a engrosar la clase media. El socialdemócrata cree que se debe luchar por la igualdad de oportunidades, y que la educación cumple la función de pasarela. El Estado interviene en la vida económica controlando o intentando controlar a los grandes grupos económicos, y a la vez se busca una redistribución de la riqueza que se vale del impuesto a la renta de las personas físicas, aplicado rigurosamente. En países con gobiernos de estas características llega a pagar hasta un 50% de sus ingresos en impuestos, obteniendo servicios de primera calidad a cambio, incluyendo salud pública gratuita.
Ahora bien, ¿hubo un aumento efectivo en la clase media en nuestro país? Normalmente se dice que sí; pero eso es propaganda, ya que sesenta días de pandemia alcanzaron para demostrar el Uruguay real. El mecanismo ideado para acrecentar la clase media no fue mejorar sensiblemente el salario y el acceso a la vivienda, por ejemplo, sino bajar los indicadores requeridos. Veamos por ejemplo que normalmente el movimiento sindical reclamó siempre la canasta familiar del semanario Búsqueda hoy en día un poco más de 2.000 dólares. Si yo fijo ese indicador, las familias que ganan menos no son clase media, son pobres; en cambio si yo fijo como canasta familiar del MIDES una de 500 dólares, en los papeles la clase media será mucho mayor.
Esto lo afirmamos con propiedad ya que por ejemplo al comparar la evolución del salario real docente con la evolución de la canasta familiar ya nombrada, nos da que en quince años el aumento salarial fue quizás un 20%, al tomar como indicador el porcentaje de dicha canasta que se cubría en 2004 y el que se cubre hoy.
¿Y los impuestos? Sí, tenemos impuesto a la renta de las personas físicas; pero este abarca solamente a los salarios, y tiene por un lado muy pocos deducibles y por otro en la franja superior se paga apenas un 30% como máximo.
Difícilmente entonces podamos concluir que en nuestro país y la región existieron otra cosa que gobierno social-liberales, “progresistas”, socialdemócratas pero de derechas, salvo quizás Argentina.
Lanzaro habla de social democracia criolla, y señala que esto es fruto de la evolución de fuerzas políticas que abandonaron la ideología revolucionaria y radical pasando a un reformismo moderado y eficaz; un proceso marcado por el disciplinamiento al que las dictaduras sometieron a la clase trabajadora y sus aliados, y por ende a las fuerzas políticas a las que representan. Se da origen a una nueva izquierda institucionalizada, máquinas electorales que se constituyen como partidos, atrapa todo donde puede coexistir el viejo discurso revolucionario con las visiones más “modernas”.
Ahora, la cuestión es hasta dónde llegó la evolución señalada: ¿se pasa del marxismo leninismo, del guevarismo, del maoísmo, del trotskismo, del nacionalismo revolucionario al reformismo y la socialdemocracia? ¿O se pasa de estas posiciones, manteniendo la fraseología y la estética revolucionaria al progresismo, es decir a la socialdemocracia de derechas y el social liberalismo?
Revolución pasiva no es ni revolución ni reforma
Los modelos de la región son diversos; en Chile las reformas neoliberales avanzaron mucho más rápidamente que en Uruguay, sin embargo ambas despertaron resistencias muy importantes y que se procesaron de diversas formas. Así, en el país trasandino en su momento el Partido Comunista recurrió a la lucha armada como parte fundamental de una estrategia insurreccional, fue el llamado rodriguismo y esa opción le implicó ser marginada del resto de los partidos opositores, a los que se unió en forma tardía (purgado previamente de todos los cuadros que mantenían veleidades revolucionarias) en la llamada Nueva Mayoría -último gobierno de Michelle Bachellet, tan combativa frente a las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, y tan callada frente a las cientos de personas cegadas exprofeso por los cuerpos represivos en su propio país.
En nuestro país la oposición de izquierdas se mantuvo en general unida y realizó otra estrategia de acumulación, a través del movimiento social, y el control de la hegemonía cultural. Solamente en el caso uruguayo se logró ganar y durante tres períodos con mayoría absoluta. De hecho, además en dos de los tres períodos tuvo el monopolio absoluto de la representación parlamentaria de la izquierda. Paulatinamente sin embargo la actividad política se profesionalizó, los comités de base entraron en decadencia y la militancia se fue volviendo cada vez más rentada; a su vez cientos de cuadros pasaron a cargos gubernamentales nacionales o municipales, los que además se multiplicaron. Resuena la anécdota de un dirigente de nivel alto departamental que cuando fue a plantear críticas sobre el rumbo establecido, le contestaron “cállate que hay 5.000 cargos para repartir y vos arruinás nuestra parte”.
Los sindicatos fueron un actor fundamental en ese proceso, articulando las relaciones entre la fuerza política y el movimiento obrero. Finalmente en todos los lugares se aplican políticas asistencialistas a través de diferentes instituciones, se produce una triple trenza entre tres mecanismos de control que lo que van a hacer es asegurar la reproducción del consenso.
Después de dictadura, asesinatos, desapariciones, gobiernos neoliberales, las fuerzas que se autodenominan de izquierda llegan al gobierno, pasan a ejercer una parte clave del poder, y sin embargo las raíces de los árboles no tiemblan. Lula cae preso por presunta corrupción y se movilizan solo algunas decenas de miles de militantes como mucho; no hay millones de campesinos marchando en defensa de la reforma agraria, porque no hubo reforma agraria; tampoco hubo salvo en Argentina, nacionalizaciones, detracciones, ni que hablar de no pago de la deuda externa, simplemente parecería que salió un equipo gerencial y entró otro. ¿Qué pasó?
Lo que se quiere explicar desde las continuidades del sistema político, en realidad se explica desde la esencia de la ciencia política. Lo que sucedió es que se dio una revolución pasiva; las clases dominantes puestas en jaque, y no pudiendo aplastar a los desafiantes como en una dictadura de tipo fascista o no siendo necesario recurrir a ese expediente tan extremo, buscan y logran salvar lo esencial entregando lo secundario.
Se resignan a entregar el gobierno a las fuerzas antes transformadoras, pero lo hacen luego de que estas han aceptado las reglas del juego y no representan peligro para la estabilidad del sistema; una Concertación sin PC, un PT que posterga la reforma agraria hasta las calendas griegas, un FA que está dispuesto a reprimir a los trabajadores antes que cumplir cualquier promesa que implique un atisbo de cambio estructural.
La política y la guerra son símiles, y del mismo modo en que en la guerra uno de los objetivos es capturar los capitanes enemigos, lo mismo en política; un capitán, es decir un cuadro vale mucho más que los soldados, es decir un votante. Gramsci enseña que los capitanes pueden construir un ejército donde no hay nadie.
Con la crisis del 2002, queda claro que nuestro país no puede ser gobernado como siempre y que el modelo de dominación ha fracasado. Queda una maniobra más sin embargo por hacer; permitirle en cierto modo al partido plebeyo, al desafiante, que asuma el poder y que haga las transformaciones que modernicen al sistema y que ellas ya no pueden hacer. Entonces por ejemplo las fuerzas de la izquierda accederán al gobierno, y modernizarán el sistema y se votarán leyes que gobiernos de derechas solo podrían imponer luego de vencer una importantísima movilización social, como ser la ley de usurpación, que impide las ocupaciones de tierras destinadas a la vivienda, transformando un asunto civil en un problema penal, o la ley de Participación Público Privada.
Habrá cambios, habrá reformas, mejoras, pero en definitiva lo que mejorará será el funcionamiento estructural del sistema; cuando su función modernizadora sea cumplida las elites retomarán el poder, ya que la combinación de corrupción, el manejo del Estado como botín, y la inseguridad en particular ligada al narcotráfico, así como el fin de la bonanza económica, volverán inútil e incluso contraproducente para la paz social o mejor dicho pax social esta forma de dominio.
Partidos y autonomía relativa de la política
Si bien el discurso político contribuye a crear realidades, y eso es algo que los políticos no deberían olvidar, en nuestro país el sistema político presenta muchas más continuidades que rupturas. Aunque el transcurso del tiempo ha traído aparejados cambios, una continuidad que debemos señalar es que salvo en un período de crisis orgánica la política y los políticos mantienen una autonomía relativa frente a otros actores de poder; es decir no hay una correlación directa entre poder político y poder económico.
Hoy en día incluso en el discurso del actual presidente hay una constante, al decir ‘yo soy el presidente de todos’ una y otra vez, lo que hace es remarcar esa autonomía relativa; yo soy de la clase alta, estoy vinculado al complejo agro exportador, pero no respondo automática y mecánicamente a este. Esto no es nuevo y viene desde el batllismo; incluso durante el régimen fascista que asoló nuestro país, los dictadores mantuvieron cierto grado de autonomía.
Otra constante es el bipartidismo que hace muy difícil la emergencia de otros actores; así como en su momento el modelo fue por un lado el batllismo desde el Partido Colorado (siempre pagando un precio a las minorías coloradas riveristas, vieristas o sosistas para conservar el gobierno, es decir sacrificando las reformas sociales y económicas a cambio de la unidad partidaria) y por otro en la oposición el Partido Nacional (por no haber podido articular sus diferencias internas más de una vez no puede acceder al gobierno, Herrera no pacta con Carnelli -con posiciones muy próximas al batllismo, incluso al Socialismo y al Comunismo- y eso significa la ruptura partidaria).
Hoy la constante se mantiene entre el Frente Amplio por un lado y la alianza Blanca-Colorada y Cabildantes por otro; el margen para otros partidos en sus bordes como el Partido Independiente, el Ecologista Radical Intransigente y la Unidad Popular es mínimo -obsérvese que si bien los dos primeros tuvieron un representante y el tercero perdió el suyo, las diferencias fueron de unos pocos miles de votos.
En Argentina se produce en la actualidad un fenómeno similar; por un lado el peronismo que logra articular una importante alianza que incluyó incluso al maoísmo, y por otro la unión entre sectores conservadores de viejo cuño, el radicalismo y lo que fuera parte también del peronismo.
La polarización discursiva más que real entre bloque progresista y bloque conservador, en sí tiende a polarizar los procesos electorales y no dejar casi margen a grupos no alineados con ninguno de los dos bloques. Estos grupos subsisten hoy como hace casi 100 años como partidos ideológicos, casi testimoniales o testimoniales según el caso y el momento (por ejemplo el PSOL ha tenido cierta representación parlamentaria en Brasil, la Unidad Popular en Uruguay, el Partido Humanista en Chile), y en alguna ocasión han podido actuar como partidos picana, en el sentido en que Frugoni concibió a su propio partido frente al batllismo.
2002. En el principio estuvo el final
Con la crisis del 2002, el partido desafiante apostó a mantener la continuidad básica del sistema; dio apoyo político y sustentabilidad al gobierno, no hubo un llamado a la huelga general, se acordaron y votaron leyes. Nosotros vivimos ese escenario; niños falleciendo de parasitosis, desempleo por las nubes, inflación, rebaja salarial, hambre, suicidios, embargos, quiebres, corralito.
En ese maremoto las fuerzas sociales y políticas opuestas al modelo sin embargo se dedicaron a colaborar en apagar el incendio social; en vez de por ejemplo luchar porque la salida de la crisis fuera otra y por ejemplo el costo de la crisis se pagara entre todos los actores sociales, quizás con otra actitud el resultado hubiera sido otro y las clases altas, la banca, el complejo agroexportador hubieran realizado concesiones, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ni siquiera se intentó, porque los intereses de clase de los trabajadores fueron dejados de lado en aras de un supuesto interés nacional, que en realidad era como casi siempre el interés de la burguesía disfrazado de interés general.
¿Qué hubiera pasado si por ejemplo el Frente Amplio se hubiera negado a colaborar parlamentariamente, y el movimiento sindical y social hubiera impulsado una campaña de piquetes, huelgas intermitentes, no pago de cuotas hipotecarias, y un sinfín de medidas no violentas de resistencia civil? No lo sabemos, seguramente un cambio estructural no; pero sí es posible pensar que de haberse intentado seguir ese camino, la salida de crisis hubiera sido muy distinta. No es imposible que se hubiera logrado que el sistema bancario y los grandes empresarios y latifundistas tuvieran que haber absorbido parte de sus pérdidas en vez de socializarlas, como finalmente se hizo; el Frente Amplio hubiera ganado las elecciones igual, pero con un movimiento social muy fuerte atrás.
El problema es que con un poderoso movimiento social atrás, que logre imponer su fuerza, los ganadores de las elecciones del 2004 hubieran tenido que ir más allá de lo que ellos creían. Comparemos, Argentina y Uruguay cambiaron sus gobiernos luego de la misma crisis, pero el gobierno argentino lo hizo de la mano de los movimientos piqueteros, de una movilización social casi insurreccional que aunó con una potencia singular los reclamos de las capas medias y los sectores populares; esta es la base social que posibilitó el 6% o más del PBI en la educación argentina, pagado indirectamente por las retenciones del campo.
No fue Rodríguez Saa el que declaró en el Congreso cuando fue presidente por un día “Argentina no va a pagar la deuda externa”, fueron los millones de argentinos movilizados que lo impusieron; aquí la salida fue otra porque se apostó a la lealtad institucional y la partidocracia.
El mismo autor Lanzaro en un artículo llamado “Continuidad y Cambios en una Vieja Democracia de Partidos, Uruguay 1910-2010” hace una afirmación muy interesante; en su concepto las rupturas autoritarias se producen cuando “los partidos fallan en su productividad política, en sus deberes de lealtad y en los flujos de cooperación”, en definitiva cuando rompen el consenso. Ahora bien, el problema es el siguiente: ¿Cómo se rompe un status quo injusto si no se rompe el consenso?
En el contexto de una crisis sistemática con ruptura de lealtades se pudieron obtener en primer lugar mejores condiciones y en segundo lugar potenciar al movimiento social para luego de ganar las elecciones imponer sobre estas nuevas bases algunos cambios estructurales que limitaran sensiblemente las bases socioeconómicas de la reacción conservadora. Las retenciones o detracciones no solo son económicamente una fuente de recursos muy importantes para un Estado, sino también una forma de debilitar el poder y la influencia del complejo agroexportador.
A su vez en la actual situación de crisis se repite el esquema del 2002, el progresismo vota gran parte de la Ley de Urgente Consideración, y entre reuniones más o menos discretas entre los principales dirigentes se monta un informal gobierno de Unidad Nacional.
Todo termina mucho antes del fin
Un matrimonio no se termina el día del divorcio, del mismo modo en que una elección no se pierde cuando se cuentan los votos, sino mucho antes. Así a nuestro saber la obra definitiva no sólo sobre el fascismo, sino sobre el alineamiento de las clases sociales y sus vínculos es “Fascismo y Dictadura” de Nicos Poulantzas. De él tomamos una de las citas con las que empezó el trabajo, y volviendo al terreno de las clases sociales preguntamos; ¿Cuál es una de las estrategias de la burguesía para recuperar el terreno perdido, cuando en el marco de una crisis debió hacer concesiones?: “… se dedica en primer lugar a modificar la relación real de las fuerzas sobre las cuales se ha fundado esas conquistas, y sólo después para al ataque directo de las conquistas mismas. Y esto por una razón sencilla, que obedece al carácter propio del proceso: con el fin de engañar al adversario y adormecerlo, ocultándole el lugar real de la lucha de clases, y a fin de imponerle su propio terreno de lucha”.
Cambiemos burguesía por derecha, y vengamos a nuestro país; aquí las capas altas, ciertas concesiones en el marco político del primer gobierno del Frente Amplio, el primero y el último con una intención reformista que duró bien poco, la magnitud de la crisis del 2002, y el debilitamiento de los partidos tradicionales con la casi desaparición del otrora más importante de ellos y tradicional gobernante, abrieron la puerta a que se lograran algunas conquistas. Son los famosos “logros” que los apologistas del progresismo defienden a diestra y siniestra, incluso en forma bastante siniestra manipulando índices e indicadores a su gusto.
¿Cómo actuó y está actuando la clase dominante para eliminar esas conquistas (que de hecho ya se perdieron)?: Modificando la relación de fuerzas que las hicieron posible. Para el caso uruguayo hubo señales claras; una fue la emergencia del movimiento “Un solo Uruguay”, un movimiento policlasista protagonizado en su mayoría por la pequeña burguesía rural y del interior urbano, otro fue la esencialidad en la educación, momento de ruptura con la pequeña burguesía del área metropolitana (aclaramos que los docentes no son obreros, son, somos pequeño burgueses porque no generamos plusvalía sino las condiciones sociales de su reproducción, y dependemos del Estado, esto en la concepción de Poulantzas que hacemos nuestra).
La alianza social que en su momento había gestado los cambios dejó de existir; por medio de diversos mecanismos de cooptación, adaptación y fundamentalmente por haber ganado la batalla de ideas en determinados momentos claves, la derecha, las clases altas, el complejo agroexportador, lograron su objetivo principal, el resto es cuestión de tiempo.
Contrapongamos esto con la visión de quienes ven al Estado en forma un tanto ingenua al estilo de Lanzaro, no existe ninguna “pauta histórica emblemática” expresada en un “ni vencidos ni vencedores”, la hubo mientras lo que se libró fue un conflicto entre sectores del patriciado, pero cuando las fuerzas revolucionarias chocaron con el aparato represivo del Estado, si hubo una verdadera política de exterminio dirigida contra estos, y seamos claros, el Escuadrón de la Muerte tuvo algún tipo de cobertura o conocimiento oficial, y a su vez la ley de caducidad existió y fue sostenida incluso cuando ya no había riesgo alguno de un quiebre democrático.
Con la morocha argentina no pudieron
Las historias parecen similares y sin embargo son muy diferentes; el relato del progresismo es que Lula fue víctima de una conspiración de la ultraderecha rabiosa que le cobró haber sacado a millones de brasileros de la pobreza, posibilitando mayores oportunidades y el acceso desde un plato de comida hasta educación, salud e incluso el ascenso social. Por eso esta conspiración de los medios de prensa, la ultraderecha y los jueces lo quieren fuera de juego, para así poder ganar las elecciones y borrar todo lo que este hombre hizo.
El cuento se complementaba con que las encuestas lo daban como favorito y ganador. Obvia un detalle no menor; hay otro candidato que seguramente sería ganador, el “padre de los pobres”, Getulio Vargas, pero tampoco podía participar, estaba muerto, del mismo modo que Lula murió políticamente por la ley de ficha limpia.
Su proceso fue el menos reformista de toda la ola progresista, nada de reforma agraria, nacionalizaciones, estatizaciones, sino redistribuir los beneficios del ciclo excepcional entre los más pobres.
La destitución de Dilma y el juicio y encarcelamiento actual de Lula, no tuvieron nunca resistencia popular masiva; no hubo millones de campesinos sin tierra marchando para defender una reforma agraria que nunca existió, tampoco una huelga general de los trabajadores defendiendo grandes conquistas que simplemente no existieron, ni millones de brasileros en las calles, salvo algunas decenas de miles de simpatizantes del PT -tengamos en cuenta las dimensiones de Brasil.
Lula es para el progresismo un mártir, otra cosa sin embargo es Cristina. Aquí en Uruguay parecemos ser bastantes pocos los que entendemos lo que está en juego; la morocha argentina que sin proclamarse jamás ni de izquierda ni socialista condujo junto a su marido uno de los procesos que no exento de problemas ni contradicciones fue mucho más avanzado que el brasilero y el nuestro propio.
Podríamos hacer una lista donde señalaríamos la derogación de las leyes que amparaban a los genocidas, el avance en Verdad y Justicia, desde aquel gesto simbólico de hacer retirar un cuadro hasta los juicios y condenas a cárceles comunes, las retenciones a los sojeros y al sector agroexportador, la renacionalización de YPF, fueron algunos de sus gestos más significativos.
He aquí entonces una diferencia significativa, Cristina y Néstor sí afectaron los intereses de la oligarquía argentina, sí realizaron transformaciones mucho más significativas, y sí fueron antiimperialistas; y no importa en el fondo si hubo corrupción o no, quizás sí, quizás no -medio PT estuvo involucrado en el Mensalao y a Lula se le perdona todo.
Sin embargo Cristina nunca fue presa, y no es un tema de fueros, de hecho por un tiempo no lo tuvo, es un tema de poder; Lula pudo ir preso sin mayores consecuencias, pero si Macri hubiera logrado la detención de Cristina así como un 17 de Octubre guste o no la clase obrera argentina dirigida por Eva Perón y el sindicalismo más cercano a Perón, lo rescató de su prisión y lo catapultó a la presidencia, así hay una enorme columna de pueblo argentino la pudo haber rescatado y catapultado hacia el poder.
“La vieja peor que el tuerto” fue una bofetada al resto del progresismo; nunca habló de velas al socialismo, nunca hizo un discurso revolucionario, pero en un momento de debilidad relativa del capitalismo europeo, recuperó YPF para los argentinos, también aerolíneas. Además, liquidó el equivalente de nuestras AFAP el modelo imperante en su totalidad en Chile y a medias en Uruguay.
Hemos explicado en estas breves páginas el porqué del giro a la derecha en la región, señalando que es en las raíces mismas de esos procesos donde están las causas de un final previsible. Ya desde los días terriblemente maravillosos de la Revolución Francesa, Marat enseñaba que quien hace las cosas a medias se pierde, si se hacen a cuartas más se pierden aún, pero el postre, como siempre se prueba comiéndolo…
Entradas relacionadas
Ver todoLas elecciones en EEUU se definen voto a voto, el conteo sigue abierto en estados clave, sin embargo todo hace indicar que la hora de la...
Comments