ESPECIAL | LENIN
- La Juventud Diario
- 18 abr 2020
- 23 Min. de lectura
22 de abril 1870- 22 de abril de 2020
150 Aniversario del nacimiento de Vladimir I. Lenin
Como es tradición en La Juventud, nuestro recuerdo y homenaje a Lenin al conmemorarse un nuevo aniversario de su nacimiento. Lo que nosotros podamos decir es muy poco ante la grandeza de Lenin, por eso recurrimos a las palabras de dos figuras incontestables: el poeta Maximo Gorki, quien lo acompañó durante la hazaña revolucionaria que forjó el primer Estado Socialista de la historia, y al Comandante Fidel Castro (discurso en el centenario del nacimiento de Lenin), líder de la Revolución Cubana que como él mismo reconoce debe al marxismo leninismo uno de sus fundamentos y quien como nadie ha dimensionado el significado de la figura y la acción de Lenin.

Lenin y el partido
Lenin por Máximo Gorki

Gorki y Lenin dialogando
Un francés me preguntaba un día: ―¿No encuentra Ud. que Lenin es una guillotina que piensa? ―Yo compararía el trabajo de su pensamiento a los golpes de un martillo dotado de conocimiento, que aplasta y destruye lo que al fin debe desaparecer. A los pequeños burgueses de todos los países, Lenin debe, naturalmente, parecerles una Atila, venido para destruir Roma del bienestar y del confort burgués, basado en la esclavitud, la sangre y el pillaje. Pero lo mismo que la Roma antigua mereció perderse, los crímenes del mundo contemporáneo justifican la necesidad de su destrucción. Es una necesidad histórica: nada ni nadie podrá evitarlo.
Escuchamos plañidos sobre el valor de la cultura europea, sobre la necesidad de defenderla contra la invasión de los nuevos hunos. Tales discursos no son sinceros y no significan nada en boca de un revolucionario; pero en boca de los organizadores y de los cómplices del vergonzoso crimen de 1914-1918, son repugnantes mentiras.
El proceso del desenvolvimiento de la cultura, se entiende por estas palabras el desarrollo progresivo del arte, de la ciencia, de la técnica, y de la «humanización» de los seres que acompaña a este progreso, evidentemente no puede ser disminuido por el hecho nuevo de que tomen en el trabajo cultural, no docenas de millares de individuos, sino masas de varios millones. A veces la audacia imaginativa necesaria en el hombre de letras pone ante mí esta cuestión: ¿cómo ve Lenin, el mundo nuevo?
Delante de mí se desarrolla el cuadro grandioso de la Tierra convertida en una esmeralda gigantesca adornada de las facetas del trabajo de una humanidad libre. Todos los hombres son razonables y cada uno tiene el sentimiento de la responsabilidad personal para todo lo que se hace por él y alrededor de él. En todas partes, las ciudades jardines encierran majestuosos palacios; en todas partes trabajan para el hombre las fuerzas de la naturaleza sometidas y organizadas por su espíritu, y él mismo ―al fin― ha llegado a ser el amo efectivo de los elementos. Su energía física no se pierde más en un trabajo grosero y sucio. Se transforma en energía espiritual, y todo su poder se consagra al estudio de los problemas fundamentales de la vida, en la solución de los cuales se debate en vano después de siglos de pensamiento, de pensamiento dividido por los esfuerzos necesarios para explicar y justificar los fenómenos de la lucha social, agotado por el drama inevitable del conocimiento de los principios inconciliables. Llegado a ser más noble bajo los beneficios de la técnica, más juiciosa desde el punto de vista social, el trabajo convertido en deleite del hombre. Realmente libertada, en fin, la razón del hombre ―el principio del hombre― ha llegado a ser intrépida.
Intrepidez de espíritu y sagacidad profunda en materia política, tales son los rasgos esenciales de la naturaleza de Lenin. El mundo no entendería el idioma que habla la diplomacia inspirada por él. Ciertamente es un idioma que desgarra groseramente los oídos delicados de los diplomáticos de frac y de smoking, pero es una lengua terriblemente verídica. Y la verdad será grosera hasta que nosotros los hombres no la embellezcamos por nosotros mismos, como la música que es una de las bellas verdades creadas por nosotros.
No creo atribuir a Lenin sueños que le sean extraños. No pienso que «romantice» este hombre. Yo no me le puedo representar a mí mismo sin este soberbio sueño de felicidad futura de todos los seres, de una vida luminosa y alegre. Tanto más grande es un hombre cuanto más atrevido es un sueño.
Lenin es más hombre que cualquiera de nuestros contemporáneos, y aunque su cerebro esté ocupado ante todo por combinaciones políticas, que un romántico debe calificar de «estrechamente prácticas», estoy persuadido de que en sus raros minutos de descanso su pensamiento activo se deja llevar hacia un porvenir de perfección más lejano y ve mucho más de lo que yo pueda figurarme.
La finalidad esencial de toda la vida de Lenin es la felicidad humana, y por esto entrevé en lontonanza de los siglos por venir, el término de este proceso magnifico, al origen del cual ha consagrado toda su voluntad con el valor de un asceta. Es idealista si se entiende por esta palabra la reunión de todos los impulsos en una sola idea: la idea de la felicidad general.
Su vida privada es tal, que en una época de gran fe religiosa se hubiera mirado a Lenin como un santo. Lo sé. Esto enfurecerá a los pequeños burgueses; muchos compañeros lo tomarán a broma y Lenin mismo prorrumpirá en una carcajada. Santo es, efectivamente un término paradójico y cómico aplicado al hombre para el cual «no hay absolutamente nada santo» como ha dicho de él el viejo «hombre de Dios», el ex revolucionario N. Tchaikouski. ¡Un santo Lenin, al que el jefe de los conservadores ingleses Churchill, persona de buena educación y de alta cultura, considera como «el hombre más feroz y más execrable»! Pero el honorable personaje no podrá negar que la santidad de la Iglesia raramente ha excluido la ferocidad y la crueldad; testigos, las luchas sangrientas de los Padres de la Iglesia en los concilios ecuménicos, la inquisición y otras varias abominaciones.
Por otra parte, el dominio de la actividad cívica ha dado origen en todos los tiempos a un número más grande de personas verdaderamente santas, si se considera bajo este término de santidad el sacrificio desinteresado, heroico, a los intereses del pueblo, de la libertad, de la verdad.

Realista severo, político espiritual, Lenin se va haciendo un personaje legendario. De los lugares lejanos de la India, recorriendo centenares de verstas por senderos montañosos a través de los bosques, secretamente arriesgando su vida llegan a Kabul, a la misión rusa, los hindúes humillados bajo el yugo secular de los funcionarios británicos. Llegan y preguntan: ¿Quién es este Lenin? Y desde la otra extremidad de la tierra, se oye a los obreros noruegos decir a un ruso indiferente: Lenin es el muchacho más honrado. No ha tenido igual sobre la tierra. Yo digo: está muy bien. La mayor parte de las gentes tienen necesidad de creer absolutamente para empezar a obrar. Sería mucho esperar a que se pongan a pensar y comprender, dando lugar a que mientras tanto el malvado genio del capital les ahogue cada vez más rápidamente con la miseria, el alcoholismo y la depauperación.
Me parece también necesario anotar que Lenin no está exento de la afecciones de la amistad y que en general nada de lo que es humano le es extraño. Esto prueba un vago sentimentalismo y es ridículo hablar de ello; pero los burgueses del mundo entero son tan asustadizos y Churchill, los ojos fijos en Oriente, se irrita tan furiosamente y de una manera tan nociva para su santidad Como tengo un buen corazón me creo obligado a confortar un poco a las gentes timoratas, irritadas, y a todos los enemigos del jefe del «bolchevismo». Se dice que Lenin aprovecha las cualidades de los demás en beneficio propio y en detrimento de la causa. Pero casi siempre sus juicios desfavorables ―que parecen de antemano mal fundados― se confirman inevitablemente por la conducta de las personas que había juzgado desfavorablemente antes de haber visto los resultados de sus trabajos.
Esto prueba acaso que Lenin ve mejor los defectos que las cualidades, más también, que en general y en todas partes abundan más las malas personas que las personas útiles. A veces, entre la rudeza política, brilla la llama de la ternura casi femenina hacia el hombre; estoy seguro de que el terror le hace experimentar sufrimientos insoportables que sabe disimular muy bien. Conozco sus ojos en los cuales este dolor acerbo se ha posado para siempre, para toda la vida. Toda muerte me repugna orgánicamente, pero estos seres no son mártires y jamás mi conciencia me permitiría condenarlos.
Observo que hablando de Lenin, experimento el deseo de hablar de muchas cosas y evidentemente, no puede ser de otra manera, cuando se habla de un hombre que está en el centro y por encima de todo. Ya sé que se puede decir sobre él, en particular, muchas más cosas de las que quedan dichas. Pero siento escrúpulo dada la modestia de tal hombre desprovisto de ambición, sé que lo poco que he dicho le parecerá superfluo, exagerado y ridículo; que se echará a reír como él sabe hacerlo; mas espero que muchas personas no leerán estas líneas sin provecho para sí mismo.
En estas líneas trato de un hombre que ha tenido la audacia de comenzar el proceso de la revolución mundial en un país en que gran número de ciudadanos quieren hacerse repugnantes burgueses y nada más. Tal audacia la miran muchos como una locura.
Yo he empezado mi trabajo de instigador del espíritu revolucionario por un himno a la locura de los bravos. Hubo un tiempo en que una piedad natural por el pueblo ruso me había hecho considerar esta locura como un crimen; pero ahora, que veo que ese pueblo sabe mejor sufrir con paciencia que trabajar consciente y honradamente, canto de nuevo un himno a la locura sagrada de los bravos. Y entre ellos Vladimir Lenin es el primero y el más loco.
Máximo Gorki
Fuente: revista Claridad, nº 5, 6 de noviembre de 1920.
Fidel Castro: “Sí, nosotros leemos a Lenin, y quien no lea a Lenin es un ignorante”
(Fragmento del Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en la conmemoración del Centenario del Natalicio de Vladimir Ilich Lenin, efectuada en el Teatro “Chaplin” de La Habana, el 22 de abril de 1970. (Departamento de versiones taquigráficas del gobierno revolucionario)

La habana, acto 100 Aniversario del nacimiento de Lenin
(...) El nombre de Lenin es algo sumamente familiar para todos nosotros.
No vamos a hacer un panegírico de Lenin. No nos atreveríamos a hacer un panegírico de Lenin, porque siempre nos quedaría la preocupación de que las ideas no fuesen capaces de expresar todo lo que realmente la admiración encierra.
Quiero señalar los sentimientos que inspiran la actitud de nuestro pueblo hacia Lenin, para empezar diciendo que en primer término ese homenaje, ese interés, esa multiplicidad de formas en que se ha expresado la simpatía, la admiración, el reconocimiento y el cariño de nuestro pueblo hacia Lenin, ha sido algo extraordinariamente espontáneo. No era solo el interés de nuestro Partido, de la dirección revolucionaria, de las instituciones oficiales, sino que fue también el interés espontáneo de todo nuestro pueblo.
Por eso, estas muestras de simpatía hacia Lenin se diferencian de lo que suele tradicionalmente caracterizar a muchas fechas históricas, que se convierten a veces en algo tradicional, algo convencional. En esta ocasión, el conmemorar una fecha que es —sin duda— una fecha histórica de extraordinaria trascendencia, puesto que nació un día como hoy uno de los hombres más extraordinarios de la historia, pero extraordinario no solo por sus condiciones humanas, sus extraordinarias condiciones revolucionarias, sino también, o —mejor aún— fundamentalmente por la extraordinaria repercusión que su vida y su actividad han tenido y tendrán en el mundo. Es decir que conmemoramos una fecha de un profundo significado, y la hemos conmemorado como real y únicamente podíamos conmemorarla, es decir: con el sentimiento, con el corazón.
Lenin es de esos casos humanos realmente excepcionales. La simple lectura de su vida, de su historia y de su obra, el análisis más objetivo de la forma en que se desenvolvió su pensamiento y su actividad a lo largo de su vida, lo hacen en realidad ante los ojos de todos los humanos un hombre verdaderamente —repito— excepcional.
Tuvo un maestro, que fue el fundador del marxismo. Dos maestros, sería mejor expresar: Carlos Marx y Federico Engels. Nadie como él, fue capaz de interpretar toda la profundidad y toda la esencia y todo el valor de la teoría marxista. Nadie como él, fue capaz de interpretar esa teoría y llevarla adelante hasta sus últimas consecuencias. Nadie como él, fue capaz de desarrollarla y de enriquecerla en la forma en que él lo hizo.
Cuando Lenin era apenas un niño, ya figuraban en la historia de las doctrinas revolucionarias y en la historia del marxismo una serie de lumbreras filosóficas y políticas, una serie de famosísimos intérpretes de las doctrinas de Marx; cuando prácticamente nadie había oído mencionar el nombre de Lenin. Muchas de aquellas lumbreras que de una manera o de otra trataron de explicar, divulgar, desarrollar y aplicar las teorías de Marx, a lo largo de los años fueron opacadas por la figura y por la personalidad de Lenin en forma casi absoluta.
Porque Lenin fue desde el primer instante no solo un teórico de la política, un filósofo de la política, sino un hombre de acción, un hombre de práctica revolucionaria constante e incesante, y le correspondió desarrollar aquella doctrina y aplicar aquella doctrina en condiciones tan difíciles, que resulta verdaderamente imposible imaginársela en situaciones peores.
Lenin surge del seno de un país donde con relación al resto de Europa, como con relación a Inglaterra, Alemania, Francia, el desarrollo industrial, el desarrollo político, el desarrollo social, estaba muy atrás. Surge en el seno de un país donde la inmensa mayoría de la población era campesina y donde predominaban todavía condiciones absolutamente feudales, donde incluso cualquier dogmático del marxismo habría considerado que sería el último país de Europa o uno de los últimos en llevar a cabo la revolución marxista.
Y es precisamente en el seno de ese país, en el seno del imperio de los zares, donde surge este hombre genial, verdaderamente genial, y desarrolla allí y aplica allí, con un sentido extraordinariamente creador, la doctrina marxista.
Cuando las lumbreras del pensamiento revolucionario de Europa no tomaban para nada en cuenta a los revolucionarios rusos, cuando miraban con cierto desdén incluso a aquellos revolucionarios, cuando muchos de ellos no se habrían ni siquiera dignado a tomar en cuenta para nada el pensamiento de Lenin e incluso la posibilidad de una revolución marxista en aquella Rusia de los zares, emprendía Lenin su largo peregrinar, su largo y prolongado combate por llevar adelante la revolución marxista en las condiciones de aquel país.
Lenin es fundador, en aquel entonces, de la llamada Social Democracia rusa, que después es el Partido Bolchevique y después es el Partido Comunista de la Unión Soviética. Lenin empieza a poner prácticamente desde la primera piedra de esa organización, de ese movimiento.
No es que no hubiesen existido algunos antecesores divulgadores del pensamiento de Marx, pero es que de tal manera el desarrollo del pensamiento político y revolucionario está influido por la actividad creadora de Lenin que hay que decir que fue verdaderamente el alma de ese pensamiento revolucionario, de ese movimiento y de ese partido.
Pocas veces en ningún proceso —y tal vez nunca en un proceso político— un pensamiento, una mente, una inteligencia haya sido capaz de hacer un aporte tan grande. Y es que Lenin fue un infatigable investigador, un incansable trabajador. Y puede decirse que desde que tuvo conciencia política no descansó un solo instante a lo largo de su vida, no descansó un solo instante de investigar, de estudiar y de trabajar en el camino de la revolución.
No ha habido gladiador que haya librado más combates ideológicos que los que libró Lenin. Es asombrosa la cantidad de batallas en el campo ideológico libradas por él. Y su historia no es en este caso comparable con la historia de otros hombres que hicieron hechos extraordinarios como méritos personales.
En nuestra historia vieja, en la Historia Universal, nos hablaban mucho sobre todo de los grandes conquistadores, desde la antigüedad hasta siglos más recientes, y se narraban sus proezas, sus victorias. Y realmente, cuando la humanidad tenga una forma de evaluar mucho más racional, cuando tenga una forma superior de apreciar los acontecimientos de la vida pasada de la humanidad, se oscurecerán aquellas figuras al lado de quien fue gladiador, batallador en otro campo de batalla; el que no fue conquistador, el que batalló en el campo de las ideas para crear, el que libró y ganó cientos de batallas difíciles en el campo de las ideas para liberar a la humanidad.
Cuando se haga una evaluación superior de las personalidades —repito— de la historia, Lenin, junto con Marx, descollarán entre los hombres, los pensamientos, las inteligencias, las conductas que mayor trascendencia habrán tenido en la historia de la humanidad.
Porque como el mismo Marx dijo, con el advenimiento de una sociedad sin explotadores ni explotados, con el advenimiento de la sociedad comunista, la humanidad habrá salido de la prehistoria. Y eso que puede parecer una frase, cuando la meditamos, cuando tratamos de comprender qué quiso decir Marx y cuando vemos todavía el mundo de hoy; cuando recordamos los recientes actos increíbles de barbarie cuando el fascismo extendió su zarpa por toda Europa; cuando vemos los actos increíbles de barbarie de hoy, los que se cometen contra el pueblo de Vietnam, de Lao, de Camboya, los que se cometen en asía, en África, en cualquier parte: toda la técnica más moderna contra el hombre, para destruir al hombre, su trabajo, su derecho a la vida, su derecho a un mínimo de felicidad.
Cuando vemos esas cosas que ocurren en el mundo de hoy, y que es lo que ha venido ocurriendo desde hace algunos miles de años, que la humanidad no ha conocido otra cosa que una tragedia, un drama de incesantes guerras de rapiña de unos pueblos contra otros, engendradas desde el mismo instante en que se desarrolló en el seno del hombre el sentido de la propiedad, cuando se desarrollaron las clases en el seno de la sociedad humana y que han dejado como saldo a lo largo de miles de años ese drama hasta hoy. Porque esas fechorías y esos crímenes se engendran —y eso lo comprende cualquiera hoy día, cualquiera por muchas vendas que le hayan tratado de poner en los ojos—, los engendran el espíritu de clase, el espíritu de explotación, el espíritu de posesión de los medios de producción, de los recursos naturales y de los hombres que manejan esos medios y explotan esos recursos.
De manera que cuando la humanidad haya superado esta fase y los horrores engendrados por la sociedad de explotadores y explotados, entonces podrá decirse con toda propiedad de verdad que la humanidad salió de la prehistoria para entrar en la historia.
Marx y Lenin constituyen precisamente esas dos personalidades humanas que marcarán el paso de la prehistoria a la historia de la humanidad. Al lado de ellos, las anteriores personalidades no serán personalidades históricas, sino personalidades prehistóricas.
Pero a Lenin le tocó la posibilidad no solo de desarrollar la teoría, sino encontró el campo de acción concreto y la oportunidad de llevarla a la práctica. Luchó, como decíamos, en circunstancias extraordinariamente difíciles. Batalló centenares de veces en defensa de la doctrina. Pero no como el apóstol que defiende un pensamiento místico, sino el científico que defiende una interpretación científica.
Defendió la doctrina de Marx frente a todas las mistificaciones, tergiversaciones y deformaciones. La defendió y demostró cuánta razón tenía. Los hechos históricos demostraron cómo todas aquellas corrientes contra las cuales combatió Lenin condujeron, en los distintos países de Europa, a la crisis del movimiento revolucionario, al fracaso del movimiento revolucionario, a la traición al movimiento revolucionario.
¡Con qué clarividencia combatió desde los primeros instantes las corrientes economistas, a los llamados marxistas legales, a los oportunistas, a los revisionistas!
Cómo fue Lenin en aquellos instantes dificilísimos del movimiento revolucionario, quizás el más crítico de todos, que es cuando tiene lugar la Primera Guerra Mundial y la mayor parte —prácticamente con la única excepción del movimiento de Lenin— de la Socialdemocracia, al conjuro del patrioterismo, en cada uno de sus países, y traicionando el primer deber internacionalista y el primer principio internacionalista, votó los créditos y marchó a enrolarse como carne de cañón al servicio de los intereses de los capitalistas y de los imperialistas.
Fue precisamente en esos instantes cuando Lenin se queda prácticamente como el único dirigente en el seno del movimiento revolucionario, el único que permanece fiel —junto con sus seguidores — a aquellos principios, y libra desde entonces una batalla ideológica —¡una de las tantas!— contra los que virtualmente habían traicionado al marxismo, habían abandonado los principios del internacionalismo proletario. Y fue en aquellos años difíciles, una vez más, defensor incomparable de aquellos principios y de aquella doctrina.
Lenin tiene que desarrollar su obra en la clandestinidad, en las prisiones, en los destierros, en las emigraciones. Tiene que llevar a cabo su batalla político-ideológica superando inmensos obstáculos de todo tipo para poder imprimir una hoja, un folleto, para poderlo distribuir a través de los inmensos espacios de aquel país, para poder vencer las innumerables dificultades derivadas de tener que trabajar y transitar en medio de países cuyos sistemas sociales precisamente se proponía cambiar.
Y quizás no haya página más hermosa que las páginas de aquella lucha de Lenin en defensa del pensamiento revolucionario. Pero conmueve de una forma igualmente impresionante cómo Lenin puede percatarse de que aquella coyuntura de la guerra imperialista de 1914 marcaba un momento de crisis del imperialismo, y cómo de aquella Rusia de los zares —donde el movimiento obrero había ido creciendo, y sobre todo donde aquel movimiento obrero a lo largo de años se había ido armando de un pensamiento revolucionario— podía llevarse a cabo la revolución socialista. Si se preguntara si fuera posible concebir un hombre más optimista, habría que decir que no; un hombre más tenaz, un hombre más audaz, habría que decir que no. Porque cuando se acercaba la coyuntura histórica, el momento de tomar el poder, el momento de llevar a cabo la revolución, Lenin tuvo que librar durísimas batallas en el seno de su propio partido, tuvo que luchar tenazmente incluso contra el criterio de muchos de los que habían sido sus discípulos durante años.
Si se dijera o si se preguntara si hubo algún hombre más incomprendido que Lenin, habría que decir que no. Pero, en cambio, sí habría que decir que no hubo hombre más comprendido por el trabajador humilde, más comprendido por el obrero, más comprendido por las masas, que Lenin.
Asombra la paradoja entre la enorme incomprensión que encontraba a su alrededor y la inmensa comprensión que encontró siempre en las masas, y que fueron factor decisivo en cada uno de los momentos más críticos y más difíciles de aquel proceso revolucionario: las condiciones en medio de las cuales Lenin defiende la tesis de la toma del poder y la oportunidad de hacerlo, apoyado por las masas del partido que él había forjado durante casi 20 años y por un puñado de los hombres, de los discípulos que fueron capaces de comprenderlo.
Y resulta lógico el gran número de vacilaciones, puesto que el criterio de tomar el poder en aquellas circunstancias cuando había todavía muchos puntos débiles en el movimiento, cuando incluso el Partido Bolchevique no tenía una mayoría en el seno del campesinado, que era la mayoría de la población de la antigua Rusia, cuando el país estaba totalmente arruinado por la guerra, cuando tendría que enfrentarse después a los países imperialistas que lógicamente tratarían de aplastar la revolución victoriosa. Era tan enorme el cúmulo de dificultades que resultaba lógico que muchos vacilaran. Sin embargo —y esta es una prueba de la grandeza de Lenin, de su férrea voluntad, de su confianza en las masas, de su fe en los principios científicos de la doctrina marxista— no vaciló un instante en afrontar todas aquellas dificultades y todos aquellos riesgos.Y algún día habrá que decir también que ningún hombre realizó jamás una proeza más difícil que la proeza que le correspondió realizar a Lenin al frente del Partido Bolchevique en las condiciones en que se llevó a cabo la primera revolución socialista.
Y creemos sinceramente que el estudio de aquellos hechos, de aquella epopeya... Porque si difíciles habían sido los días que precedieron a la toma del poder, mucho más difíciles iban a serlos días subsiguientes, incomparablemente más difíciles, infinitamente más difíciles.
El país, en medio de enormes dificultades internas, se vio invadido por decenas de puntos: el territorio de nuevo estado socialista se fue reduciendo. Parecía extraordinariamente difícil que aquella situación pudiera subsistir y, sin embargo, aquel pueblo, dirigido por un pensamiento, una doctrina y un partido revolucionario, encontró energías, encontró fuerzas y encontró medios para salir airoso de aquella situación. Hay que decir que no solo ha sido Lenin uno de los hombres más creadores, más luchadores y más geniales, sino uno de los hombres más valientes, moralmente valiente. Valentía que demostró en pruebas dificilísimas, en decisiones dificilísimas, a lo largo de su vida y a lo largo del proceso revolucionario.
Creemos sinceramente que estudiar la vida de Lenin, estudiar el pensamiento de Lenin, las doctrinas de Lenin y el ejemplo de Lenin constituyen no un homenaje sino una conveniencia, un beneficio para los pueblos. El homenaje a Lenin se le puede brindar con el sentimiento.

Pero cuando se estudia su obra y su vida, cuando se estudia su pensamiento y su doctrina, los pueblos adquieren lo que pudiera llamarse un verdadero tesoro desde el punto de vista político. Y creemos que este magnífico movimiento alrededor del centenario de Lenin debe proseguir en el estudio de la vida y de la obra y de la doctrina de Lenin. Esos escritos, esas obras, son numerosos. Algunas son más circunstanciales, otras son de un valor perenne, de un valor duradero, de un valor eterno. Pero prácticamente no hay una sola palabra, un solo escrito de Lenin que no tenga un valor por sí mismo. Y creemos que debemos hacer un esfuerzo por continuar imprimiendo, divulgando y estudiando las obras de Lenin. Eso nos permitirá comprender mucho mejor los procesos sociales, los procesos políticos, los procesos revolucionarios, los procesos internacionales. Y a cualquier obra de Lenin que se haya leído alguna vez y se encuentre profunda, se encuentre interesante, al cabo de algunos años —sobre todo cuando se vive en medio de un proceso revolucionario— se le encuentran cosas nuevas, esencias nuevas, un interés siempre renovado. Hay que decir que el pensamiento de Lenin ha tenido una gran influencia en el proceso revolucionario cubano. Que las ideas de Lenin, a raíz de la Revolución de Octubre, se divulgaron ampliamente por el mundo, y que en nuestro país encontraron una tierra fecunda, encontraron seguidores que se inspiraron en ese pensamiento. Y que ya en el proceso revolucionario de lucha de 1930, 1933, los revolucionarios cubanos estuvieron profundamente influidos por el pensamiento de Lenin.
Y algunas de sus obras fueron para algunos de nosotros guía, doctrina, medio de comprensión, sin los cuales habríamos estado desprovistos de verdades absolutamente esenciales en un proceso revolucionario.
Recordamos cuando por aquellos meses que precedieron al 26 de julio de 1953, la mayor parte del pequeño grupo de compañeros que estábamos dedicados a aquellas tareas andábamos siempre con los libros de Marx y de Lenin. Y recordamos que algunos de esos libros de Lenin —porque fueron los de Lenin— cayeron en manos de la policía, en los registros que hicieron después del Moncada. Y recordamos cómo en el proceso del Moncada, un fiscal paniaguado, entre sus más graves acusaciones, entre sus más —digamos— capciosas preguntas, hizo la pregunta de si era verdad que nosotros teníamos aquellos libros de Lenin y si eran nuestros aquellos libros de Lenin. Y ellos les interesaba, naturalmente, debido a la enorme cantidad de prejuicios, de mentiras, de acondicionamiento mental que habían producido en amplias capas del país, tildar al Movimiento 26 de Julio de movimiento comunista. Y no podía decirse que el Movimiento 26 de Julio era un movimiento comunista. Lo que sí podía decirse es que un grupo de los que habíamos organizado aquel movimiento estábamos fuertemente impregnados del pensamiento marxista-leninista.
Tal vez ellos tenían interés en establecer una vinculación. Les podía interesar, primero, por el gran número de prejuicios, por la gran cantidad de toxinas anticomunistas que habían inyectado en el pueblo. Y además, por hacérseles más graciosos a los imperialistas y recibir más apoyo de ellos. La acusación de comunista era una de las más usuales, y en muchas ocasiones de las más destructivas desde el punto de vista político, puesto que ese era el ambiente que imperaba. Y recordamos que en aquel instante no pudimos contener la indignación de ver allí aquella idiotez de sacar a relucir el libro de Lenin, y nosotros, con gran indignación, nos levantamos y le dijimos: “Sí, nosotros leemos a Lenin, y quien no lea a Lenin es un ignorante” Puesto que prácticamente se tenía como un delito —¡un delito, señores!— estudiar a Lenin. Aquellos tiempos no están tan distantes, en que prevalecía la atmósfera —inculcada durante años y años por la propaganda mentirosa y calumniosa— contra el marxismo y contra el comunismo, y que llegó a penetrar, desgraciadamente, ampliamente.
(…) de las obras de Lenin nosotros sacamos conclusiones que fueron decisivas —desde luego, cuando hablo del leninismo hablo del marxismo, de las ideas esenciales de Marx desarrolladas por Lenin—, y una muy específicamente de Lenin, que fue “El Estado y la Revolución”, que nos esclareció tantos conceptos, que nos dio tanta luz a la hora de elaborar la estrategia revolucionaria, la lucha por la conquista del poder revolucionario, y que tan decisiva fue para poder elaborar esa estrategia. No se ajustaba al esquema. Ningún proceso político, ¡ninguno!, se ajusta exactamente a ningún esquema. Y en política podría decirse que los esquemas no existen. La teoría de Marx nunca fue un esquema: fue una concepción, fue un método, fue una interpretación, fue una ciencia. Y la ciencia se aplica a cada caso concreto. Y no hay dos casos concretos exactamente iguales. Y en nuestro país también se daban condiciones peculiares, y las ideas marxistas también tenían una plena aplicación en nuestro país.
Hay que decir que el desarrollo del pensamiento revolucionario estuvo influido fuertemente por las tradiciones de nuestro país, fuertemente por la historia de nuestro país, por las luchas emancipadoras de nuestro país. Y puede decirse que la concepción que inspiró la estrategia revolucionaria que dio lugar al triunfo en 1959 fue precisamente la unión, la hibridación de una tradición, de una experiencia peculiar de nuestro país con las ideas esenciales del marxismo y del leninismo.
Un país sin las tradiciones de Cuba y sin la historia de Cuba no habría podido arribar en esa fecha a un triunfo de esta naturaleza, a un avance de esa naturaleza. Pero un país con las tradiciones de Cuba, sin las concepciones esenciales del marxismo-leninismo —sobre todo en una serie de cuestiones fundamentales— no habría podido tampoco de ninguna manera arribar a un paso de avance semejante.
Por eso cuando vemos los procesos que hoy se desarrollan en distintas partes del mundo, en mayor o en menor grado, nosotros siempre tenemos el criterio, primero, de que ignorar el marxismo y el leninismo constituye una enorme desventaja para cualquier revolucionario. Y puede parecer paradójico llamar revolucionarios a hombres que no sean marxista-leninistas. Y no hay tal paradoja. Llamemos al hombre que es inconforme con la sociedad en que vive, con la injusticia que prevalece por doquier, que quiere cambiar, que tiene el instinto, la vocación del luchador, el instinto, la vocación del revolucionario... Porque, ¿cuándo se llega a ser revolucionario? Se empieza siendo revolucionario un día y no se termina nunca de ser revolucionario. Porque cada día se enriquecen los conocimientos, las ideas, el espíritu; y nadie puede decir que era ayer más revolucionario que hoy ni que mañana sea menos revolucionario que hoy. Es decir, hay hombres que quieren cambiar, que tienen muchas de las condiciones que hacen a un revolucionario, los deseos que hacen a un revolucionario; incluso hay hombres que comprenden algunos de los problemas de hoy: la miseria, el subdesarrollo, el retraso tecnológico. Algunos hombres empiezan a comprender el problema y toman conciencia de la explotación económica del imperialismo, tienen madera de revolucionarios, actúan como revolucionarios. Pero sin embargo aquellos que no conozcan el marxismo y el leninismo sin duda que tendrán una inmensa dificultad, una enorme desventaja.
Porque lo que sí puede afirmarse —y nosotros tenemos el derecho de afirmarlo porque hemos vivido esta singular experiencia, y cada día hemos tratado de sacar alguna lección de esa experiencia de nuestro país—, sí puede decirse que solo hay una ciencia revolucionaria, que solo hay una ciencia política: y esa ciencia revolucionaria y política es el marxismo-leninismo (APLAUSOS PROLONGADOS). Y que no hay ninguna otra ciencia política y revolucionaria —no hay ninguna otra—, no hay ninguna otra teoría, todo lo más superficialidades, bagatelas, remiendos. Incluso en el lenguaje universal hoy día de los propios burgueses, de los propios imperialistas, se emplea mucha de la terminología marxista. La división de la sociedad en clases es algo que no lo discute nadie; en cualquier político burgués, en cualquier periódico burgués, en cualquier teórico burgués, el problema de las clases es universalmente aceptado. Y otras muchas ideas, otros muchos términos son cosa admitida. Y muchos de esos términos, muchas de esas ideas son ideas que provienen del marxismo-leninismo.
Esto quiere decir que las ideas marxista-leninistas se extienden por el mundo y se extienden cada vez más. Yo no diría que se aplican tanto como se extienden. Yo no diría que se usan tanto como se invocan. Porque es curioso: en cualquier parte del mundo, en los sectores estudiantiles, en los sectores intelectuales progresistas, por lo general la terminología, la frase, la idea que se escucha es una terminología, una frase, una idea marxista. Ya hoy día es un principio casi universalmente reconocido lo que anteriormente decíamos: que sin el marxismo-leninismo no hay teoría ni ciencia revolucionaria o política. Y no tenemos la menor duda de que ese proceso continuará. No debemos olvidar que Marx fue uno de los hombres más combatidos y más calumniados de su época; pero que todavía en un grado mucho más alto fue combatido, fue difamado y fue calumniado Lenin. Se acudió a las peores infamias dentro del propio movimiento revolucionario. Fuera del movimiento revolucionario se trataba de pintar a Lenin como la encarnación del mismísimo diablo. Con esas ideas, con esas fábulas, los burgueses y los reaccionarios de todo el mundo trataban de frenar la extensión y la divulgación de las ideas revolucionarias.
Hay que decir algo más: después de la Revolución de Octubre surgieron toda una serie de negadores de Lenin. Una de las armas que usó el imperialismo contra el leninismo fue tratar de disminuir el papel de Lenin en el proceso revolucionario, tergiversar la historia. Y cientos de escritorzuelos, supuestamente de izquierda —tal como todavía ocurre incluso en esta etapa contemporánea: método y técnica usada por la reacción—, fueron historiadores supuestamente de izquierda que distorsionaban la historia del proceso revolucionario leninista. Pero es que un estudio realmente objetivo de la historia no admite comparación posible, ¡no admite comparación posible!, no admite poner al lado de Lenin ningún otro pensamiento, porque el pensamiento de Lenin descuella desde el principio hasta el final y es la espina dorsal, el alma de ese proceso. Así surgieron los panegiristas de otros personajes de aquel proceso. Y no se trata, desde luego, de negarle a nadie, porque hubo muchos héroes, hubo muchos hombres con grandes méritos. Pero no hay duda de que de esa tendencia de pseudo-escritorzuelos de izquierda surgieron las corrientes tendientes a disminuir el papel de Lenin en el proceso revolucionario. Desde luego que a medida que pase el tiempo no será solo nuestro país, no serán solo los países socialistas. Llegará el día en que el homenaje a Lenin sea el homenaje de todos los pueblos, llegará el día en que el homenaje a Lenin sea el homenaje de todos los Estados, llegará el día en que el homenaje a Lenin sea el homenaje de toda la humanidad. (…)
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