Especial | AlQuds en el corazón
- Gonzalo Abella
- 23 may 2020
- 2 Min. de lectura

Van pasando los años y mi sueño de pisar las piedras legendarias de Al Quds sigue postergándose. Siempre imaginé que caminaría descalzo por la explanada de las Mezquitas en un tiempo y un territorio de esperanzas y olivares renacidos. Pensé que podría acercarme con intensa emoción a la Roca donde, según la tradición del Islam, el llamado Sello de los Profetas había iniciado su vuelo místico. No soy un converso: sé amar lo que los pueblos aman, sé valorar aquello por lo que los pueblos luchan.
Quizás no lo vea, pero sé que será un tiempo de alegría recuperada, de libertad fraterna, de diversidad de credos y de unanimidad de panes compartidos.
Aunque nunca estuve, conozco de memoria la Geografía de AlQuds y sus alrededores, las puertas milenarias de entrada a la ciudad, las mezquitas, las sinagogas y las iglesias de diferentes ritos cristianos, los barrios de hermosa diversidad cultural, sus bazares y mercados, sus angostas callejuelas y el tránsito multicolor de personas de trajes civiles y religiosos que son tan diferentes como sus creencias. Hoy duele ver sobre los edificios la bandera de los ocupantes, pero la fuerza del pueblo las batirá en retirada.

Desde luego, si llegara a visitar AlQuds liberada, también caminaría la Vía Dolorosa hasta el Gólgota, y también saludaría respetuosamente a los rabbi hebreos de barbas largas y grandes sombreros. Y aunque yo no esté, sé que esto va a ser posible, porque conozco al pueblo palestino, que reúne una profunda convicción en la victoria, una inmensa capacidad de sacrificio, un heroísmo extraordinario y la capacidad de entender y respetar al diferente que respeta. La victoria palestina será la fiesta de la paz y la fraternidad entre todos.
No va a ser una fiesta exclusivamente palestina. Va ser una fiesta para los pueblos del mundo. Y habrá que honrar a los caídos, a los niños mártires, a las madres heroicas. Y no deberemos olvidar a los pueblos y los Estados que apoyaron la causa sin medir sacrificios ni amenazas.
Los que todavía creen que los movimientos terroristas tienen algún vínculo con este pueblo, verán desconcertados que los terroristas se van con sus amos verdaderos, los imperialistas. Los combatientes patrióticos del Líbano, de Yemen, de Siria, junto con los hermanos iraníes, mostrarán su limpio rostro de combatientes del pueblo.
Como sudamericano, me costaría bastante no abrazar a cada mujer palestina con la que me cruzara; pero en mi inclinación respetuosa, la mano en el pecho, ellas sabrán de la admiración que este viejo les profesa.
No sé cuánto falta todavía; sólo sé que tanto heroísmo y tanto amor a la tierra son fuerzas invencibles.
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