Columna: Contra el agronegocio, al rescate de nuestra soberanía alimentaria
- La Juventud Diario
- 16 feb 2020
- 6 Min. de lectura
Por Darío Camilo Candidato a Intendente de San José por Unidad Popular
Uno de los cultivos que ha transformado la producción agrícola en el Uruguay y en el Cono Sur en los últimos años que es parte de lo que se denomina y conoce como “agronegocio”, es indudablemente el cultivo de la soja. De hecho cualquiera de nosotros que transite por las rutas, carreteras y caminos del departamento por estos días notará la dominante presencia de este cultivo, por sobre otros cultivos de verano como el maíz, el sorgo o distintos tipos de praderas utilizadas para forraje. Bautizada por algunos en algún momento como “el oro verde”, porque es su color en estado de desarrollo pero sobre todo cuando los precios internacionales cotizaban la tonelada por encima de los 500 dólares, aparecieron sin embargo problemas estructurales y graves consecuencias de un modelo agropecuario que al final termina debilitando la estructura económica, porque provoca consecuencias ambientales irreversibles, daña también la salud humana y en definitiva también termina generando mayor desigualdad social. Entre las consecuencias está la concentración y extranjerización del recurso suelo y que continúa desplazando y expulsando familias rurales, muchos de ellos pequeños productores de alimentos, practicantes de una agricultura de menor escala que cuidaban la tierra, rotaban los cultivos, generaban más trabajo y en definitiva nos garantizaban una alimentación saludable. El “agronegocio” aparece en esta zona impulsado por grandes compañías transnacionales que operan en las distintas fases del circuito productivo, asociadas en algún caso a inversiones provenientes del capital financiero; en esta zona del mundo Monsanto apareció liderando como el principal proveedor de semillas transgénicas, fertilizantes y plaguicidas. Dentro de los componentes del “paquete tecnológico” que venden, este modelo incluye semillas modificadas genéticamente que son altamente resistentes al glifosato, un poderoso herbicida nocivo para la salud humana y que también afecta al suelo y a la biodiversidad. Las causas que sostienen la demanda de la soja son por un lado la producción intensiva de carne porcina, ovina y vacuna en países como China India y la Unión Europea que utilizan este grano para alimentar sus ganados y la otra pata es la generación de biodiesel que se genera a partir del aceite de esta oleaginosa. China es nuestro principal comprador y cuando hablamos de que este modelo termina primarizando la economía, vale la pena recordar que el grano de soja en nuestro caso se exporta en un 95% sin ningún tipo de proceso industrial. En los últimos años ha sido frecuente que cada vez más extensiones de tierra han sido destinadas a la agricultura, en lo que se ha dado en llamar “expansión de la frontera agrícola” que crece al ritmo de la soja, pero es un avance que causa retrocesos porque este tipo de agricultura a gran escala está generando que cada vez menos personas vivan y trabajen en el campo. Destinada entonces a engordar ganado en Asia y Europa y una parte para generar biodiesel, la soja termina desplazando distintos rubros alimentarios que componían el consumo humano, en un mundo y particularmente en una parte del continente en donde la cifra de hambrientos con desnutrición crónica sigue en alza; la lógica brutal que impone el capitalismo salvaje al uso de la tierra basado en este “modelo del agronegocio” hace que se utilicen cada vez más hectáreas de campo para en definitiva sobrealimentar animales o abastecer automóviles, con las consecuencias del aumento de precios de los alimentos ya que tiende a reducirse su oferta a nivel mundial. En nuestro país otro peligro creciente está dado por el avance del monocultivo de eucaliptus; la presencia de las multinacionales Montes del Plata y de UPM, principales latifundistas locales, confirman y consolidan esta posibilidad ya que han contado con el apoyo irrestricto de los últimos gobiernos y de los partidos mayoritarios que no lo cuestionan. A contrapelo del Uruguay productivo de alimentos sanos y de calidad siguen avanzando las plantaciones de eucaliptus modificando el paisaje, los eucaliptus consumen mucha más agua que la pradera preexistente, este monocultivo ostenta varias particularidades negativas ya que seca las napas freáticas superficiales, hace que disminuyan las escorrentías, acidifican el suelo, quitan el calcio, potasio y magnesio dejando altas concentraciones de aluminio empobreciendo la tierra. Por tanto mientras siga expandiéndose este monocultivo la pregunta que tendríamos que hacernos en un futuro no muy lejano es ¿Dónde podrá crecer y expandirse la ganadería, la agricultura y la granja? ¿En qué tierras y a qué costo? Con preocupación hemos visto la firma del “contrato”, injustificable, vergonzoso, inmoral, neocolonial y entreguista por parte del actual Ejecutivo para la instalación de UPM 2 con increíbles, absurdos y cuantiosos beneficios para esta empresa multinacional que realmente ni los necesitaría, y en todo caso este “contrato” les estaría asegurando sin asumir riesgos de ninguna clase y por anticipado increíbles márgenes de ganancia que ni siquiera quedarán en el país. Pero toda esta línea de acción está orientada más o menos en la misma idea que tuvo Montes del Plata para solicitar en su momento la “prioridad forestal” a 200 kilómetros a la redonda de donde estaba ubicada su planta. Suponemos que el cometido pudiera ser el abaratamiento de fletes y el asegurarse mercadería, pero estamos hablando de las tierras más ricas del país, las más productivas y con mayor índice Coneat. De alguna manera en las directrices locales por aquella época en el año 2013, se intentó regular los porcentajes para uso forestal no admitiendo más del 8% de cada padrón rural para tal fin, en un intento de salvaguardar las tierras con fines productivos de alimentos, salvo que por la vía de la excepción y con la debida argumentación se promoviera lo contrario. En pleno 2020 Montes del Plata que corre con las ventajas de las prebendas gubernamentales más allá del poder económico propio, que no lo tienen los pocos productores nacionales que van quedando ni tampoco una población rural que no llega al 5%; sigue insistiendo con forzar la posibilidad de recategorizar padrones rurales como prioridad forestal por la vía de la excepción. Tanto como que hoy de hecho hay expedientes a estudio en la Junta Departamental para otorgarles ese cambio de categoría, en lo que parece ser un cambio de postura del Ejecutivo y del Legislativo Departamental, tan rápido como increíble y que por supuesto no compartimos. Quienes justifican este “modelo de producción” dicen que este es el modelo de desarrollo, pero... ¿Cómo puede ser considerado desarrollo la expansión de monocultivos? Cuando tenemos como resultado que las economías se primarizan cada vez más, se vuelven más dependientes y cuyos precios y demandas internacionales finalmente no controlan. Y aún si la justificación, el último argumento, la zanahoria colgando en la punta del palo para avanzar en este modelo fuera la creación de puestos de trabajo, deben saber que la forestación es la actividad que menos empleo genera, menos empleo que ninguna otra, porque aún para la ganadería extensiva es necesario por lo menos parar un alambrado, para tener montes de eucaliptus eso ni siquiera es totalmente necesario. Se estima que para trabajadores permanentes por cada 1.000 Hás. de campo la viticultura genera 167 puestos de trabajo, la horticultura 125, la fruticultura 72, el arroz 34, vacunos de lechería 22, ovinos 10, vacunos de carne 6 y la forestación tan sólo 1,2. Las grandes transnacionales han impuesto su modelo, un modelo extractivista que es el que maximiza las ganancias en el corto plazo, pero a costa de graves consecuencias muchas de ellas irreversibles como el daño a la fertilidad del suelo, dependencia del uso de los agroquímicos, pérdida de los ecosistemas fundamentales para la vida humana, desplazando conjuntamente con los productores a la agricultura sustentable de menor escala. Un modelo distinto diferente y opuesto es imprescindible, es necesario terminar con el predominio del agronegocio, reorientar el agro hacia la producción de alimentos sanos y de calidad, respetando el medio ambiente, la salud de los trabajadores y de los consumidores finales; hay que diversificar la producción, hay que democratizar el acceso a la tierra y repoblar el campo, fomentando las producciones de chacras, quintas, agricultura orgánica, apicultura, sector hortícola, frutícola y lácteos; cría de pequeños animales y pesca, desarrollando industrias vinculadas a la alimentación, tendiendo a la autosuficiencia alimentaria, priorizando a los sectores populares. Todavía estamos a tiempo, tenemos maravillosos recursos naturales y humanos, hoy es esencialmente necesario rescatar nuestra soberanía alimentaria.
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