Editorial: Felicitaciones por la calma chicha, es hora de replantearnos esta realidad
- La Juventud Diario
- 28 nov 2019
- 2 Min. de lectura
En Uruguay en particular, como en el mundo en general, no se saben los valores reales de la contaminación ambiental, pero los pueblos se dan cuenta de que se ha perdido calidad del aire, del agua y los cambios climáticos son ya de reconocimiento amplio y general. El calentamiento global avanza causando efectos nefastos para la humanidad. La NASA anunció que el 2018 fue el cuarto año más caluroso de la historia desde que comenzó a medirse la temperatura del planeta en 1880, continuando con la tendencia del calentamiento global. En ese sentido, causaron impacto las declaraciones del director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales, Gavin A. Schmidt: “ya no estamos hablando de una situación en la que el calentamiento global es algo que pasará en el futuro. Ya está aquí. Es ahora”. El doctor Schmidt explicó que las consecuencias del calentamiento global se pueden ver desde las olas de calor en Australia, las sequías, las inundaciones en Estados Unidos, la desaparición del hielo ártico y el deshielo de los glaciares. Salvar la vida en el planeta y hacerla mejor, no solo para la humanidad, es el imperativo ético, político, científico y humano; hacer que la crisis ecológica sea el punto de partida para sociedades más inclusivas, sostenibles y conscientes del valor y los derechos del mundo natural, en las que prime la justicia climática y no el fantasma del apartheid climático. Los datos lamentablemente que se conocen a través de los organismos específicos, no dan respuestas satisfactorias a los reclamos populares, a las vivencias de vecinos, muchas veces sustentados por apoyo de científicos reconocidos. Los pueblos exigen pruebas sinceras, transparentes y reales, pero los encargados de controlar se muestran muy sensibles a las “exigencias y estadísticas” de los técnicos y patrocinadores de las multinacionales y peyorativos destratan a los que muestran valores distintos a los oficiales. Nunca como en estos últimos años Uruguay ha sido sacudido por denuncias de mala calidad del agua; los reclamos contra OSE son específicos, el agua a veces tiene “mal olor”, “sabor y color distinto al habitual”. Aquello de que el agua era insípida, inodora e incolora, quedó en el siglo pasado. La mortandad de peces se ven casi constantemente, algas marinas inundan playas y los olores nauseabundos son frecuentes en Fray Bentos, el feudo número 1 de UPM y en Conchillas donde reina Montes del Plata. Uruguay avanzó con instalación de 3 pasteras en los últimos 15 años y los controles contra los agrotóxicos han siso deliberadamente escasos. Las denuncias de vecinos, maestras, madres de alumnos, de fumigaciones que caen sobre viviendas, escuelas, cayeron en saco roto por la complicidad oficial. Es importante ver cómo esta actitud del gobierno en un tema tan vital está vinculado al pensar, decir y ganar del gran capital. Tras el ballotage, el oficialismo como la oposición no pararon de hablar del ejemplo uruguayo, de la alegría de votar, de la concordia democrática; esto es realmente lo que demuestra que unos y otros que alaban esta realidad nos están inculcando a la “pax romana”. Cuando varios pueblos latinoamericanos están en las calles por realidades en algunos casos similares a las de nuestro país, los actores del ballotage felicitan la calma chicha, ¿no será hora de replantearnos esta realidad?
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