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Editorial: Sobran las verdades, por eso habrá buenas nuevas, los pueblos vencerán

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 23 oct 2019
  • 2 Min. de lectura

Fidel Castro sintetizó en 2006 un análisis con gran validez sobre quienes constituyeron la nación norteamericana: “no pudieron imaginar que lo que entonces proclamaban llevaba, como cualquier otra sociedad histórica, los gérmenes de su propia transformación”. La atractiva Declaración de Independencia de 1776, que el pasado miércoles cumplió 231 años, se afirmaba, “sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales se cuentan la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tienda a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y organice sus poderes en la forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y felicidad”. “Era el fruto de la influencia de los mejores pensadores y filósofos de una Europa agobiada por el feudalismo, los privilegios de la aristocracia y las monarquías absolutas”. Juan Jacobo Rousseau afirmó en su famoso contrato social: “el más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber, la fuerza es un poder físico; no veo qué moralidad pueda derivarse de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad”. “Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre, a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes, no hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo”. “En las 13 colonias independizadas existían adicionalmente formas de esclavitud tan atroces como en los tiempos antiguos. Hombres y mujeres eran vendidos en subasta pública. La emergente nación surgía con religión y cultura propias. Los impuestos sobre el té fueron la chispa que desató la rebelión”. En aquellas “infinitas tierras los esclavos siguieron siéndolo durante casi 100 años, y después de dos siglos sus descendientes padecen las secuelas. Había comunidades indígenas que eran los legítimos pobladores naturales, bosques, agua, lagos, rebaños de millones de bisontes, especies naturales de animales y plantas, abundantes y variados alimentos. No se conocían los hidrocarburos ni los enormes despilfarros energéticos de la sociedad actual”. “Nadie podría estar en desacuerdo con la Declaración de Filadelfia y el Contrato Social de J. J. Rousseau, “¿podemos ignorar las guerras de saqueo y las carnicerías que se les imponen a los pueblos pobres, que constituyen las tres cuartas partes del planeta? ¡No! Son muy propias del mundo actual y de un sistema que no puede sostenerse de otra forma. A un costo político, económico y científico enorme, la especie humana es conducida al borde del abismo”. Esta ligera síntesis sobre una líneas de F. Castro, ayudan a pensar, a hacer más, a organizarnos mejor, parece que los pueblos no quisieran entender o en todo caso aproximarnos a la verdad, no es así, habrá novedades, porque las verdades son tan contundentes que habrá sol para todos.


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