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Los compañeros en nuestra memoria

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 8 oct 2019
  • 6 Min. de lectura

SALERNO, Jorge. Muerte: 8/10/69- Asesinado en Uruguay. Tenía 25 años, estudiante de la Facultad de Agronomía. En 1965 lo designan delegado estudiantil al Consejo de la Facultad. También fue durante un tiempo delegado de la Asociación de Estudiantes de Agronomía ante la FEUU e integrante de Comités de Movilizaciones de ambas gremiales en varias luchas estudiantiles. Salerno también buscó su camino en las organizaciones políticas; fue uno de los fundadores de la Juventud Demócrata Cristiana, integrándola hasta 1967. Luego de una búsqueda para encauzar su lucha revolucionaria, en los primeros meses de 1969 se integró al MLN, donde en su segunda experiencia de acción participa en la toma de Pando. Allí cayó prisionero de las fuerzas represivas y fue asesinado cuando se rendía, desarmado y con los brazos en alto. Vivió para la militancia, volcando en ella todas las facetas de su personalidad y todo su esfuerzo, al punto que concentrado en las tareas militantes se despreocupó de muchas cosas personales, entre ellas, su propia salud. En 1968 una afección pulmonar producida por su desordenada vida le obligó a guardar cama durante dos meses. Al poco tiempo estaba enfrascado nuevamente en la lucha dejando de lado las prescripciones médicas. Muchas veces se olvidaba de comer pero esa despreocupación fuera de la militancia tenía un límite muy preciso en su sensibilidad por la vida de los demás. Podía olvidarse fácilmente de las cosas cotidianas más elementales, pero nunca dejaba de prestar especial atención cuando alguien le planteaba un problema. Su pasaje por el MLN fue breve. Podría decirse que fue la culminación de su vida militante. Se tenía fe para sortear la violencia del enemigo que ya había aguantado a lo largo de su extensa experiencia de lucha estudiantil. Pero no estaba seguro de poder ejercer él esa misma violencia por más que tenía bien clara la necesidad de hacerlo. En la toma de Pando, su segunda experiencia de acción, cayó prisionero de las fuerzas represivas y fue asesinado cuando se rendía, desarmado y con los brazos en alto. Jorge Salerno, el que militó con la cara seria, dijo en una de las canciones que componía, que la senda ya estaba trazada, que la "había trazado el Che". Por esa misma senda él transitó y el 8 de octubre de 1969, igual que el heroico guerrillero latinoamericano, murió por la revolución.

Poesía escrita por Ibero Gutiérrez para Salerno

Estás Caído. (A Salerno)

Estás caído Bajo unos eucaliptus Con las palmas de las manos abiertas mirando para arriba. Estás tendido en la hierba Y un poco de sombra Se acompaña Con un poco de sol A medias, entibiándote la cara; La tarde calurosa de octubre Se pone de pie y te descubre. Un poco más allá -tal vez no alcances a ver- un tronco retorcido, grueso sugiere un cielo con el subir frondoso y el canto de las aves.

Estás pues, allí dormido Con las veinticuatro primaveras Y la boca semiabierta Y el traje oscuro El cabello confundido con el pasto; Estás, sí allí y el eucaliptus, como el mundo por la muda expectativa y la mirada incierta compartiendo el sol y la sombra de un vasto escenario poblado de escuelas y silencios (los silencios de las tardes calurosas de octubre entre las chacras y el incesante decir de las cigarras más el aire infectado de luz y caminos de tierra, sin final siempre recorridos, sin apuro).

ZABALZA WAKSMAN, Ricardo. Muerte: 8/10/69. Asesinado en Uruguay. Nacido el 26 de diciembre de 1948 en la ciudad de Minas, era hijo de una familia acomodada. Su padre, abogado y político, fue Intendente del departamento y llegó a ocupar altos cargos en el gobierno de la República. Debido a ello, su niñez y adolescencia no estuvieron exentas de cierto tipo de privilegios. Habiendo cursado primaria y secundaria en Minas donde dedicó mucho tiempo a la práctica de deportes, combinada con militancia estudiantil en la Asociación de Estudiantes Eduardo Fabini, se trasladó a Montevideo en 1967, ingresando a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Las manifestaciones en la calle con su tradicional secuela de represión lo llevaron a sentir de cerca los fenómenos políticos. Hizo rápidos progresos y a principios de 1968 se vinculó al MLN, dejando de lado las comodidades que le podía brindar su situación económica desahogada y puso a disposición de sus compañeros todos los medios materiales a que tenía acceso. A través de su participación en varias operaciones y del duro trabajo organizativo, fue desarrollando la mentalidad de combate que exigían los términos en que se planteaba la lucha revolucionaria de aquel momento. La afectividad que le había hecho rodear de muchos y muy queridos amigos en la primer etapa de su vida, le reportó también el aprecio sin límites de sus compañeros de la Organización. Nunca perdió esa cualidad, por el contrario, la desarrolló en cada momento; en el trabajo duro, en la acción, en las discusiones, cuando se planteaban problemas difíciles y cuando las tareas marchaban sin ningún tropiezo. No concebía en nadie la más mínima desviación de su estricta concepción de la moral revolucionaria. Y junto a esa pureza de espíritu, demostró una elevada dosis de coraje, de iniciativa para la acción, actitudes que puso de manifiesto desde su primera experiencia en una operación armada, oportunidad en la que se planteó una situación imprevista que Ricardo solucionó sobre el terreno con total naturalidad. A través de su participación en varias operaciones y del duro trabajo organizativo, fue desarrollando la mentalidad de combate que exigían los términos en que se planteaba la lucha revolucionaria. Desplegando esa mentalidad combatiente cayó el 8 de octubre de 1969 en Manga, luego de la toma de Pando. Cubrió la retirada de un grupo de compañeros hasta que quedó sin balas, rodeado por las fuerzas represivas. Fue detenido y luego asesinado a mansalva por sus captores. Para después de la acción en que perdió la vida, estaba previsto su acceso a un puesto de dirección del sector en que le tocó militar. Dejó un cargo vacío y muchos recuerdos gratos, pero por encima de eso, dejó un espíritu de pureza y optimismo en su sacrificio que trascendió el marco del MLN. Su tumba en el cementerio de Minas, se convirtió en lugar de protesta de la juventud y como contrapartida, en lugar de custodia para las fuerzas represivas.

CULTELLI, Alfredo Emilio (Ramón). Muerte: 8/10/69. Asesinado en Uruguay. Militante de base del MLN desde los 17 años, desde muy niño conoció de cerca la miseria. Acompañando a su padre, entonces edil socialista, tuvo contacto con las penurias y reclamos de la gente que vivía en los conventillos y cantegriles de Montevideo y durante un tiempo convivió en muy precarias condiciones con los pescadores de la costa atlántica. Su interés por los problemas sociales se despertó muy temprano, por lo que ya a los 15 años leía con avidez las obras de los pensadores revolucionarios. Las luchas de los estudiantes de secundaria le aportaron el contenido vivo del combate. Estuvo en ellas desde 1965, participó luego en la creación del Frente Estudiantil Revolucionario y cumplió con él una segunda etapa, actuando en las intensas movilizaciones de 1967 y 1968. Hacia setiembre de 1968 comienza su militancia en la lucha clandestina y a principios de 1969 pasa a integrar el aparato militar del MLN. Asumiendo funciones de responsabilidad demostró gran capacidad de iniciativa para la resolución de problemas de funcionamiento con una gran flexibilidad, nada común en un militante tan joven. Participó en varias acciones mostrando una particular serenidad. Pocos días antes de su muerte participó en un terreno contra las fuerzas policiales donde recibió un rozamiento de bala en la cabeza. Por su valentía, se le asignó un arma muy codiciada por todos los militantes. Con ella cayó en los sucesos posteriores a la acción de Pando, donde fue asesinado por las fuerzas represivas. Era un muchacho sencillo como tantos de los que volcaban sus inquietudes en los liceos, fábricas, en la Universidad... Su rápida maduración en el seno de la lucha popular, su sacrificio por la revolución, son el ejemplo más claro de lo que es capaz de dar una juventud que emergía en la coyuntura histórica, como una de las más valiosas reservas de nuestro pueblo. Sin pedir nada para sí y aportando su propia sangre por la causa revolucionaria.


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