Columna: La Unidad Popular y el rescate de la soberanía
- La Juventud Diario
- 23 jul 2019
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Por Gonzalo Abella Candidato a la presidencia de la República
El concepto de “izquierda” nació en tiempo de la Revolución Francesa y designaba al partido de los que buscaban mayor justicia social. En la Europa del siglo XIX, la “izquierda” tuvo su expresión nacional en cada país desarrollado. La incipiente izquierda acompañó a los “liberales” en España, a los “laboristas” en Inglaterra, y en general a la Masonería en su fase revolucionaria. Ya en 1848, los partidos de izquierda fueron expresión del movimiento obrero, cada vez más poderoso; y se coordinaron entre sí en la Internacional. En el siglo XX la explotación capitalista del trabajo asalariado se volvió internacional. La expansión del capital financiero de las grandes potencias imperialistas afectó la producción nacional y la calidad de vida de los pueblos saqueados. La nueva opresión extranjera no sólo perjudicó a los asalariados, sino también a los pequeños y medianos productores locales. Esta situación puso a la “izquierda” de los países oprimidos ante una nueva urgencia: formar un Frente Popular, un frente que convocara a todos los partidos políticos que fueran representantes de los sectores sociales afectados; un frente común para recuperar, juntos, la soberanía patria. En los años ‘30, la misma urgencia se planteó ante los países capitalistas de desarrollo medio, porque el pacto imperialista entre Hitler y Mussolini amenazaba someterlos. Allí también surgieron Frentes Populares que fueron el núcleo de la resistencia antifascista. Después de la Segunda Guerra Mundial, se formaron Frentes de Liberación Nacional en Asia, África y el Caribe, en Centro y Sur América. Su plataforma política sigue y seguirá vigente mientras sea necesario luchar contra la fase imperialista del capitalismo. El carácter de la lucha de estos frentes aún no es por el Socialismo, y su amplitud programática permite ampliar su base social, procurando aislar a las empresas trasnacionales saqueadoras y a sus sirvientes en los Gobiernos locales. Ante la entrega y el saqueo ambiental que sufrimos, el Programa de nuestra Unidad Popular plantea tareas de liberación nacional. Dice textualmente: “Nuestro país no puede resignarse a ser un mandadero de las potencias capitalistas que hoy controlan el mundo, ni tampoco una base militar que otorgue servicios a tropas extranjeras; los conceptos de la soberanía y la ligazón con la lucha de los pueblos por un nuevo humanismo revolucionario deben ponerse al orden del día también en nuestro futuro inmediato”. “Soberanía y ligazón con la lucha de los pueblos”, eso es lo primero. No renunciamos a un futuro de Socialismo, que es el único futuro viable para la Humanidad; pero hemos definido colectivamente la etapa actual, las tareas de la hora, las urgencias, y la política de alianzas sociales y políticas que requiere este rescate de la soberanía perdida. La soberanía no es sólo un objetivo político; es la condición previa para recuperar trabajo estable, salarios y jubilaciones dignas, tierra descontaminada, agua limpia, puertas abiertas y manos tendidas. La soberanía exige revisar la deuda pública, la tenencia de la tierra, la carga impositiva. Exige cerrar filas contra la privatización de la Educación y la Salud, gravar el privilegio y, allí donde sea posible, suprimirlo de inmediato. La Unidad Popular es por ahora la única herramienta política de la que disponemos para recuperar soberanía y esperanza. La batalla de Octubre es clave para ello.
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