Editorial: La violencia del capitalismo sin fronteras
- La Juventud Diario
- 21 jun 2019
- 2 Min. de lectura
Los miembros de las fuerzas especiales de la Policía Nacional de Honduras salieron a las calles de Tegucigalpa para demandar mejores condiciones laborales y una revisión salarial. Las protestas derivaron en enfrentamientos entre los policías que se unieron a la huelga y aquellos agentes que dispersaron a los manifestantes con gases lacrimógenos y disparos al aire. Los agentes de las fuerzas especiales hondureñas demandan ciertos beneficios sociales, como la revisión de sus seguros de vida o la creación de un fondo para gastos médicos. Según declaró a los medios uno de los manifestantes, las protestas contaron con el apoyo de “un 20% de los oficiales de la Policía”. “Decimos a la gente que continúe luchando”, otro oficial declaró que los manifestantes expresan su “descontento con el Gobierno” y que “nadie se está manifestando aquí por los problemas de salario, sino queremos aclarar a los medios que se debe a la violación de nuestros derechos humanos”. Los manifestantes de diversos sectores han protestado durante varias semanas para exigir la dimisión del presidente Juan Orlando Hernández debido a la aprobación en abril de dos decretos -ya derogados- que permitirían la privatización de la educación y del sistema de salud. Las marchas de miles de inmigrantes que recorrían kilómetros para huir de sus países en América Central hacía EEUU para aliviar sus dramas diarios que acarrean hace más de un siglo eran amenazados, detenidos, amedrentados, vapuleados por “particulares” preparados y financiados por los gobiernos títeres de EEUU. Hoy la crisis económica y social aumenta y una huelga de agentes policiales pone en escena algo que se sabe, que se conoce a pesar del ocultamiento informativo. Es cierto que falta alternativas políticas claras, creíbles para los trabajadores y pueblos, pero hay hombres y mujeres de honor que levantan las banderas de la justica social, de trabajo, pan y vivienda. Una gran ola de desprecio a quienes se organizan, a quienes se movilizan, a quienes protestan, a quienes plantean políticas económicas y sociales diferentes a las dominantes recorre el mundo. A pesar del desprecio y de las descalificaciones que promueven contra militantes políticos y sociales, más el silencio que usan para ningunear expresiones con otras orientaciones, las expresiones de resistencia son cada vez mayores. En casi todos los países de Latinoamérica los grandes temas se resuelven en las oficinas del FMI, el Bco. Mundial o en las embajadas de EEUU en cada país. En nuestro país la embajada norteamericana ha jugado desde siempre un papel trascendente, últimamente se la ha vinculado a “cursillos sociales”, y también al nuevo código del proceso penal que con tanto entusiasmo impulsó el Fiscal de Corte, Jorge Díaz. La ex embajadora norteamericana Julissa Reynoso durante el mandato de J. Mujica tuvo gran exposición pública y relacionamiento privilegiado con integrantes del gobierno, realidad que fue más allá de mandatos de unos y otros. Las revelaciones de injerencia norteamericana en su patio trasero son innumerables; van de promover golpes de Estado, crear aparatos militares clandestinos, corrompen políticos, dirigentes sindicales y periodistas. El dinero parece poderlo todo y pretende dominar el mundo sin valores, aunque cada vez más seres humanos vivan en la miseria, con violencia social, dominados por la droga o el alcohol.
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