Los compañeros en nuestra memoria
- La Juventud Diario
- 16 may 2019
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RODRÍGUEZ de BESSIO, Blanca Margarita. Detenida-desaparecida el 16/5/77 en Argentina. Nació el 14 de mayo de 1924 en el departamento de Río Negro. Tenía dos hijos: Eduardo González Rodríguez y Estela Bessio Rodríguez. En 1974 al radicarse Eduardo en Argentina, Blanca se le unió junto con Estela y venía a Uruguay cada tres meses para el cobro de su jubilación. Blanca Rodríguez realizaba gestiones para ubicar a su hijo o los restos de él, que había sido dado como muerto en el episodio conocido como Monte Chingolo donde el 23 de diciembre de 1975 luego de un ataque del ERP al destacamento militar allí existente, fueron asesinadas más de cien personas, una de las cuáles era Eduardo, su hijo. El 16/5/77 Blanca es llevada de su domicilio por hombres armados que agreden, incluso a los niños y causan destrozos. También llevan a una señora argentina y a una niña de 4 años. Son testigos del secuestro y de los golpes que reciben su hija de 14 años y otros dos niños pequeños, hijos de la señora argentina. A fin de proporcionar el relato pormenorizado sobre lo ocurrido a la Sra. De Bessio, transcribiremos la carta publicada en el libro “A Todos Ellos”, en la que su hija Estela cuenta con todos los detalles como se desarrollaron los hechos que le tocó presenciar siendo apenas una niña de 14 años.
“Sao Paulo, 23 de marzo de 1980. Estimado Padre Enzo Giustozzi: Ante todo, disculpe por tomarme el atrevimiento de hacerle llegar la denuncia de mi madre. Como se dará cuenta, yo sólo tengo 17 años. Esa es una de las causas en que yo, personalmente, no puedo presentar nada, ya que la ley prohíbe la presentación de Hábeas Corpus a menores de edad. Paso a detallar tal como fueron los hechos, a fin de que Ud. y el Organismo de que forma parte, tengan constancia de esta declaración. El día 16 de mayo de 1977 a las dos de la madrugada en la calle Valparaíso 1163 (960), barrio Valentín Alsina, de la localidad Florencio Varela, donde vivíamos, mi mamá Blanca Margarita Rodríguez de Bessio, uruguaya de 52 años, Sofía Rallis de 36 años con sus dos hijos: Julián Kurilis de dos años y Juan Pablo Kurilis de nueve meses, Mariana de cuatro años de edad (no recuerdo su apellido) y yo, Estela Beatriz Bessio, uruguaya, irrumpió un grupo de más o menos 12 hombres armados. Entraron violentamente a nuestro dormitorio y exigieron, gritando, que se les prendiera la luz. Al no obedecer nosotras, la prendieron ellos. Enseguida, obligándonos bruscamente a darnos vuelta y taparnos la cara, comenzaron a destrozar y revolver todo. Luego vino un hombre y me preguntó de mal modo: “Nena, ¿vos sos la piba de 14 años?” Quise levantar la cabeza y me apuntó con su arma larga en los ojos. Le dije que sí. Entonces me gritó: “Andá a la pieza de los chicos y cuidá que no lloren”. Me levanté despacio y tapándome de ellos, ya que nunca había estado en ropa de cama delante de tantos hombres y con caras de asesinos, en ese momento les vi la cara, a algunos de ellos. También vi que estaban revolviendo el ropero y sacando libros y papeles. Vino uno y me apuntó diciéndome: “¡Apuráte!” Me empujó al otro dormitorio y me dijo: “no quiero que lloren”. Yo entré sin prender la luz. Los chicos estaban dormidos. Me quedé sentada al lado de uno de ellos y esperé. Al rato, entró otro hombre, encendió la luz y me ordenó: “Acostáte ahí y tapáte la cara”. Yo me acosté al lado de Julián. Comenzaron a hacer ruido de vidrios en el dormitorio de mi mamá y ruidos en el ropero de los chicos. Luego vi, por entre las sábanas, que uno estaba vaciando una valija y se la llevó para la otra habitación y la llenó de papeles y libros. Enseguida escuché que entraron en la pieza de la mamá de Julián y que ella gritaba fuerte y decía: “A Julián no le hagan nada, a los chicos no los toquen”. Yo le grité: “los chicos están conmigo, no te preocupes”. Y vinieron cuatro y me apuntaron. En ese momento yo estaba sentada, tratando de calmar a Julián que no se cansaba de preguntar: “¿qué pasa?, ¿dónde está mi mamá?” y lloraba. Me gritaron: “¿qué estás haciendo?, ¿no te dije que te tapases la cara?, ¿por qué le gritaste a la otra?” Vieron que los chicos lloraban y uno de ellos levantó a Juan Pablo, le hacía muecas, mientras uno me miraba como amenazándome. Me apuntaba diciéndome: “¿no ves que están llorando?” Luego no se escucharon más gritos de la mamá de Julián, sólo los de ellos. Entraban y salían del dormitorio, haciendo mucho lío. Después vinieron para interrogarme, ya no les importaba que les mirara la cara. Me mostraron una foto y me decían: “mirá, mirá esta foto, ¿te acordás?” Era una foto de una chica más o menos de mi edad, estaba bajo un árbol, con campera, botas y pantalón, toda de verde. Se parecía bastante a mí, pero no era yo. Gritaron: “dále, contestá, decí la verdad, ¿ésta eras vos cuando estabas en el monte de Tucumán, no es cierto?”. Yo les contesté que no y me seguían presionando. Dijeron: “dale nena, contestá o te matamos”. Al final vieron que no iba a decir más que no. Y decían: “No, parece que no es” y se reían. En el patio de la casa hicieron una fogata bien grande de papeles y libros. Después vinieron de nuevo y me preguntaron: “¿vos sabés quiénes somos nosotros, no?”, les dije que no. “¿Cómo no sabés quiénes somos?, ¿sabés quiénes eran tu madre y la otra?” No, no sé. “¿Cómo que no? ¿No sabés lo que hacían?” Yo seguía contestando que no. “Dale, decí la verdad, no te vamos a hacer nada, si decís la verdad”. Yo le contesté: “Escuche, yo lo único que sé es que mi mamá se movía por encontrar a mi hermano desaparecido” y se reían de todo. Yo estaba en cama hacía cinco meses y medio a causa de una hepatitis virósica, reuma y un soplo al corazón. En ese momento yo tenía fiebre y como estaba toda la casa abierta, estaba temblando de frío. Vinieron ellos y me preguntaron si tenía miedo porque temblaba. Les dije que no, “lo que pasa es que estoy con fiebre porque tengo hepatitis”. Cuando les dije eso, me dijeron: “¿eso contagia, no?” Les respondí que sí. “¿Y los chicos?”, les contesté que estaban inmunizados por la gammaglobulina. Se quedaron mirándome y se alejaron como con miedo de contagiarse. Luego vinieron, me preguntaron por Mariana, “¿de quién es esa nena?”, les respondí que era de la señora que estaba allí, de la mamá de Julián y Juan Pablo, “¡Mentira!”, gritaron. “Esa está sola acá. Vestímela bien, abrigála que me la voy a llevar”. Mariana empezó a preguntarme: “¿dónde voy a ir tía?, ¿quiénes son ellos?”. Traté de calmarla un poco, luego la vestí con su mejor ropa, la envolví en una frazada y le di un beso. Ahí se la llevaron. Seguían dando vuelta por toda la casa. Pienso que ya a esa hora no tenían más trabajo que hacer. Antes de irse, vinieron tres y me dieron la dirección de la abuela de Julián y Juan Pablo, madre de la señora que se llevaron junto con mi mamá. Me dijeron: “escuchá bien. Vas a esta dirección y llevás a esos pibes y le explicás lo que pasó aquí”, También me dejaron el teléfono. Me preguntaron: “¿Vos, dónde tenés la familia?”. Contesté que en Rosario. “Bueno, te vas a Rosario o mandás una carta para que te vengan a buscar”. Luego me advirtieron que no me levantara hasta que no se fueran definitivamente. Al rato agarraron todo y se fueron apuntándome. Ya era eso de las cinco. Apenas se fueron corrí para ver en que auto se iban. No pude ver, pero al amanecer vi que había huellas de camión. Los chicos lloraban. Entonces calenté leche para los dos y les di. Luego comencé a hacer la valija de ellos y la mía. Después de estar todo pronto, comencé a llamar por teléfono a la casa de la abuela de ellos. Me atendía una voz de hombre que me decía como burlándose: “¿Qué le pasa señorita, qué tiene?” Y yo cortaba. Luego volví a llamar y me sucedió lo mismo, hasta que me di cuenta que eran ellos mismos. Busqué en la guía un teléfono de taxis y empecé a llamar, pero no di con ninguno. Ya era bastante tarde, como las seis y crucé a la casa de una vecina. Le conté lo sucedido y me hizo pasar. Me ayudó a llevar los chicos y las valijas. Me atendieron muy bien, siendo que no me conocían demasiado porque hacía sólo 15 días que estábamos ahí. El señor de la casa fue a buscar un taxi para mí y la señora les dio el desayuno a los chicos. Me ofreció dinero y me dijo que cerrara la casa. Luego nos fuimos en el taxi, y justo por el camino había pesquisa de militares. Yo me asusté un poco. Le dije al taxista que no tenía documentos, que cómo iba a hacer con esos militares. El hombre me miró y se sonrió, pero dobló y se desvió. Después de un rato llegamos a la casa de la abuela de los chicos y le expliqué todo. La señora recibió la noticia con mucho asombro, temor y nervios. Ese mismo día, cuando salí a hacer una llamada telefónica, percibí que me estaban siguiendo. Hasta el día de hoy no he sabido nada de mi mamá, ni de la señora ni de los niños. No he podido presentar nada por el motivo de que, como dije en el comienzo, tengo minoría de edad. Pero me he enterado por los periódicos, de que hay mucha gente desaparecida y ninguno de los familiares recibe noticias de su paradero. Confío de que Ud. y la organización a la cual pertenece, puedan presentar este documento como un pedido de Hábeas Corpus o bien sumarlo a las miles de denuncias que los familiares de desaparecidos han realizado y realizan en Argentina. Agradeciendo lo que Ud. pueda hacer a respecto, quedo a su disposición. Cualquier pedido de información puede enviarla a mi nombre en: Av. Higienópolis, 890, sala 22 Sao Paulo- BRASIL"
Estela Beatriz Bessio
El informe preliminar de la Comisión para la Paz a la Presidencia de la República de octubre de 2002, en el capítulo II referido a: "DENUNCIAS SOBRE CIUDADANOS URUGUAYOS PRESUNTAMENTE DESAPARECIDOS EN LA ARGENTINA" expresa que: "4. Las denuncias referidas a ciudadanos uruguayos presuntamente desaparecidos en la Argentina que recibió la COMISIÓN -incluyendo a 3 extranjeros cónyuges de ciudadanos uruguayos también desaparecidos- ascienden a 176. 5. Las conclusiones son las siguientes: e. Considera confirmadas parcialmente 38 denuncias más, en función de que existen elementos de convicción relevantes que permiten asumir que las personas que se individualizan en ANEXO IX (una de ellas es Blanca Rodríguez de Bessio), fueron detenidas en procedimientos no oficiales o no reconocidos como tales.
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