Columna: El gobierno privatiza al comunista Pablo Picasso
- La Juventud Diario
- 27 mar 2019
- 3 Min. de lectura

¿Qué creen ustedes que es un artista? ¿Un imbécil que sólo tiene ojos para pintar si es pintor, que sólo tiene oídos si es músico, que sólo tiene una lira para expresar todos sus sentimientos si es poeta o que sólo tiene músculos si es campesino? Ni muchísimo menos. El artista es un ser político que vive pendiente y consciente de todos los acontecimientos -desoladores, de actualidad o placenteros- que ocurren en el mundo y reacciona ante ellos. ¿Cómo es posible no interesarse por otras personas, subir a una torre de marfil y aislarse de una vida que aporta tantas cosas buenas? No, la pintura no existe sólo para decorar las paredes de las casas. Es un arma que sirve para atacar al enemigo y para defenderse de él. Pablo Picasso.
Escribe: Prof. Andrés Freire
Viene Pablo Picasso al Uruguay, el gran artista COMUNISTA -como Frida Kahlo, otra gran artista aceptada solamente como ícono feminista y hasta cierto punto, pero a la que se le escamotea su compromiso con el COMUNISMO-; viene a través de sus obras a un museo del Estado normalmente público, pero privatizado para quienes quieran visitar esta muestra, en un país como el nuestro donde los museos estatales o municipales, son o gratuitos o como en el caso de los ubicados en Colonia de Sacramento se cobra una entrada sumamente modesta. Justificaciones habrá cientos, todo puede justificar la siempre fiel tropa frenteamplista, en primer lugar el ya tradicional cántico mediocre de que no hay alternativas. ¿Pero qué otra cosa podemos esperar de quienes justifican sillas de tres mil dolares para unos, mientras otros no tenemos una de 100 para sentarnos en nuestro trabajo, o hacen la vista gorda frente al hecho gravísimo de la detención de ciudadanos que utilizaron como herramienta de acción política y social las libertades de expresión y manifestación pacífica y sin armas ya consagradas por nuestra Constitución desde 1830? Estas decisiones son símbolos del modelo de país que avanza, de un proyecto neocolonial donde la sociedad se fractura cada vez más. Un orden dicotómico, donde encontramos de un lado a los ricos de ayer cada vez más ricos y a una nueva capa gerencial de hoy, a la que el verdadero poder le permite acceder a ciertos beneficios y privilegios a costa de mantener para siempre inalterados el orden de las cosas en lo sustancial, postergando para el día de San Jamás los cambios estructurales. Si usted vive en Montevideo y tiene casi trescientos pesos podrá encontrarse con Picasso; y sí no bueno, suerte en pila. Quizás sea la norma en el mundo, pero en nuestro país no lo fue, hasta ahora no; y es otro de los grandes cambios regresivos que estamos viviendo. Como todos, como ser humano Pablo Picasso tuvo sus grandezas y sus miserias, pero optó por el compromiso con la transformación socialista de nuestra especie; totalmente alejado de un Salvador Dalí obsequiando cuadros a Francisco Franco, a Picasso lo estafaron después de muerto. Su cuadro más famoso regresó a España, pero su tierra natal no había vuelto a ser una República, y si bien se parece a una democracia liberal, le falta bastante todavía, y sino que hablen los perseguidos por cantar contra la Monarquía; y esto sólo para empezar. Y ahora a esta estafa se suma la nuestra; el gobierno progresista uruguayo trae sus obras, pero como tantas otras cosas, las trae para algunos y da un paso, otro paso más, en la dirección incorrecta: privatizar de hecho una parte de un museo público, para que algunos puedan disfrutar las obras del genio del siglo XX.
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