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Columna: Los trabajadores de la ANEP precisamos sillas

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 26 mar 2019
  • 2 Min. de lectura

Escribe: Prof. Andrés Freire

El enésimo escándalo vinculado a ANCAP sacude las redes sociales, la compra de las famosas sillas, defendidas con argumentos de todo tipo, pero en particular haciendo referencias a la salud de los empleados. En esta discusión no vamos a entrar, lo que sí vamos a hacer es una sencilla comparación con una silla que está en un salón de clases de una institución educativa pública para uso del docente, de la que adjuntamos una foto. ¿Los trabajadores de la ANEP no tenemos derecho a que las autoridades se ocupen de nuestra salud? ¿Se supone que tenemos que estar todo el tiempo de pie, o que debemos aceptar lo que hay, es decir lo que las autoridades políticas de la educación y las autoridades económicas del país determinaron que hubiera? ¿Será que a la hora de la verdad, ni la educación, ni la salud, ni la vivienda están en la lista de prioridades? He aquí las consecuencias gravísimas de no otorgar el tan mentado 6% del PBI para la educación. No vamos a decir que en todos los lugares las condiciones edilicias son iguales; hay lugares decentes, confortables y acordes, pero otros no lo son, y dejan mucho, muchísimo que desear. Existen contenedores en lugares donde lo que debería haber es salones, salones que no son salones sino pasillos y depósitos, instituciones donde se pasa la lista en formato digital, pero no hay computadoras para los docentes, y estos deben usar su celular, y no existen enchufes en todos los salones. Instituciones macro totalmente superpobladas, con más de 34 espacios destinados a educación (que funcionan como salones pero que no lo son) donde a pesar del esfuerzo de los equipos de dirección, los docentes y los funcionarios, se parte con muchos, demasiados, elementos en contra. La silla entonces de tres mil dólares contrasta con la silla de la foto; es una metáfora de lo que realmente importa y lo que no, de dónde hay recursos y dónde no, y del futuro que le deparan en nuestro país a la juventud. Porque un país donde la mitad de los niños están en hogares pobres, y donde la educación misma está sumergida en la pobreza, es un país sin futuro, sumergido en niveles mayores aún de marginalidad, violencia social y crimen. Son opciones, opciones que se toman todos los días, y donde uno elige con cada acto pequeño, muy pequeño, grande o muy grande, cuál es la realidad que quiere construir; si quiere ir hacia atrás, permanecer junto a un equipo que lo mejor que puede hacer es intentar aguantar el derrumbe, o avanzar, en el senda de los cambios estructurales que nuestro país necesita.


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