Columna El humanismo en tiempos de la robótica
- La Juventud Diario
- 8 mar 2019
- 3 Min. de lectura

Quedan pocas cosas que un robot no pueda hacer. En el centro médico Shuanggang de China, se está experimentando con un robot que sustituye a los médicos examinando a sus pacientes, haciéndoles recomendaciones y hasta recetando medicación. Hay un noticiero también en China con un presentador artificial que tiene el aspecto y la voz de un ser humano. En ese país ya hay robots que sustituyen a los docentes humanos dando clase a estudiantes de primaria y secundaria, respondiendo sus preguntas y evaluando su rendimiento. “Los robots son la joya de la corona para la industria manufacturera, nos permiten cruzar una nueva frontera” dijo Xin Guobin, viceministro chino de Industria, al inaugurar una muestra tecnológica en Pekín el año pasado. El fenómeno de la sustitución de humanos por máquinas ya llegó a nuestro país. Vemos supermercados sin cajeras y sin reponedores de góndolas, somos atendidos por programas informáticos en oficinas, comercios y porterías de edificios. Cada vez es menos necesario desarrollar habilidades en relaciones humanas, y más necesario aprender a interactuar con objetos. En defensa del avance de esa tecnología, hay quienes dicen que reduce la explotación humana y ponen por ejemplo la sustitución de meretrices por muñecas. En países asiáticos varios prostíbulos dejaron de ofrecer mujeres reales porque los clientes prefieren las de silicona. ¿Se puede hablar de humanismo en el siglo 21, signado por la interacción cada vez menos frecuente de las personas entre sí? ¿Podríamos hablar de un proceso de deshumanización de la sociedad? Mario Rodríguez Cobos (Silo), fundador del Partido Humanista, escribió mucho sobre este tema. En marzo de 2011 publicó un ensayo titulado ALIENACIÓN Y COSIFICACIÓN en el que expresaba: “Es urgente en este momento reubicar adecuadamente las prioridades y poner el desarrollo científico y tecnológico al servicio del hombre y transformar el sistema social oprimente en que vivimos en un sistema liberador que posibilite la superación de esta crisis en su raíz. Ubicar al ser humano como valor central es construir un mundo en el que se elimine socialmente la posibilidad del ejercicio de poder del hombre sobre el hombre”. Los humanistas no nos oponemos a la tecnología que nos facilita la vida, sí a la utilización de ésta para profundizar la dependencia y el control de las personas en beneficio de la clase dominante. No somos retrógrados ni nostálgicos, no pensamos que “todo lo de antes era mejor”, ni resistimos sistemáticamente los adelantos de la ciencia y la tecnología. Sí somos firmes defensores de la doctrina que coloca al ser humano como valor central. En el comentario de Xin Guobin citado al comienzo de esta nota, está especificado el objetivo que persiguen los principales propulsores de la robótica: no es el bienestar de las personas, es la rentabilidad de las empresas. Contrario al pensamiento humanista, la propuesta no es promover un cambio personal que repercuta en un cambio social, sino por el contrario, un cambio operativo que conviene al mercado y al que deberán forzosamente adaptarse los seres humanos. No es el humano evolucionando, sino el humano conducido hacia el lugar que se le impone desde el poder tecnológico. Nuestra propuesta es sencilla: poner la ciencia y la tecnología al servicio de la humanidad, no la humanidad al servicio de los que administran el saber científico y tecnológico para mejorar sus ganancias. Aquí viene al caso otra cita de Silo: “Hoy el mundo está en condiciones tecnológicas suficientes para solucionar en corto tiempo los problemas de vastas regiones en lo que hace a pleno empleo, alimentación, salubridad, vivienda e instrucción. Si esta posibilidad no se realiza es, sencillamente, porque la especulación monstruosa del gran capital lo está impidiendo”. Esa frase resume muy bien el escenario en que estamos: tenemos todo para hacer de este planeta un hogar confortable y seguro para la especie humana, nunca hemos avanzado tanto en conocimiento y tecnología, pero lamentablemente esos recursos están muy mal administrados. Ponerlos al servicio del ser humano para promover su bienestar y felicidad es el gran objetivo. No llegaremos a eso nunca si dejamos que el capitalismo y los intereses del mercado sigan controlando nuestra vida. Por eso la militancia humanista tiene claro que se necesita un cambio estructural revolucionario, que empieza en el interior de cada persona cuando comprende que un sistema tan injusto no merece ser aceptado con resignación.
Aníbal Terán Castromán Treinta y Tres, marzo 6 de 2019 Vocería del Partido Humanista, integrante de Unidad Popular
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