Columna El cambio equivocado
- La Juventud Diario
- 9 ene 2019
- 2 Min. de lectura

Aníbal Terán Castromán
El primer discurso presidencial de Jair Bolsonaro confirma la ideología que regirá su mandato. A manera de ejemplo, analicemos su anuncio de reivindicar las “tradiciones judeo-cristianas”. Esas tradiciones colocan al varón en un lugar de privilegio. Según el relato bíblico, el hombre fue creado primero y tras algún tiempo se hizo evidente que necesitaba un complemento, por lo que fue diseñada la mujer para funcionar como tal. Ese hecho explica el “patriarcado”, la primera organización social que se conoce, que presenta como natural el mando del grupo a cargo del más anciano de los hombres integrantes. Mientras cada hombre ejercía autoridad relativa sobre su mujer, o sus mujeres en el caso de los polígamos, y sus respectivos hijos, el “patriarca” era la autoridad superior de la comunidad. Según la historia bíblica, el patriarcado fue el sistema aprobado por Dios hasta que hace unos tres mil quinientos años con su bendición se fundó la nación de Israel compuesta de doce tribus encabezadas por los hijos varones de Jacob, personaje cuyo nombre fue cambiado a “Israel” tras un trascendental episodio de lucha contra un ángel. La era israelita refuerza la figura masculina como autoridad natural en todos los planos familiares y comunitarios. El lenguaje bíblico es bien claro cuando relata que en el antiguo Israel los hombres tomaban esposas y las mujeres eran dadas en “matrimonio”, palabra que viene del latín “matri” (madre) “monium” (acto jurídico) que define una condición social en la que una mujer queda habilitada a ser madre legítima. Después la corriente del tiempo según la biblia, nos ubica hace unos dos mil años ante Jesús el “Mesías”, palabra traducida al griego como “Cristo”, por lo tanto conocido como Jesucristo, nacido de la tribu de Judá, la que logró un lugar tan relevante que llevó con el tiempo al error de considerar a todos los israelitas como judíos. Jesús inicia la era cristiana revalidando el lugar del hombre como autoridad natural sobre la mujer. Las instrucciones apostólicas escritas por los continuadores de su doctrina, no dejan dudas respecto a que “el hombre es cabeza de la mujer” y por tanto ésta le debe “sujeción”. La ideología judeo-cristiana fue traída a nuestras tierras desde Europa cuando el conquistador blandiendo su espada en una mano y la cruz religiosa en la otra, “evangelizó” estas nuevas posesiones que llamó América, donde fueron sometidas o exterminadas otras culturas. Con el tiempo en todo el mundo se dio un proceso de cambio social, surgiendo desde diversas fuentes cuestionamientos al modelo judeo-cristiano, formando una corriente de pensamiento que se pretende recientemente desprestigiar con el rótulo de “ideología de género”. Precisamente en su discurso el presidente brasileño dijo: “vamos a combatir la ideología de género”, cosa que armoniza con la designación de una pastora evangélica al frente del Ministerio de la Mujer, la familia y los derechos humanos. Esto significa que mientras el mundo evoluciona hacia nuevas formas de concebir la cuestión sexual y avanza en derechos, Brasil retrocede. Lamentablemente no es el único retroceso, pues en legislación laboral, medio ambiente, educación y seguridad pública, los planes del nuevo gobierno apuntan al retroceso. No es que los gobiernos de Lula y Dilma hayan sido buenos, era imperioso un cambio… ¡pero no éste!
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