Columnas Vigencias

Por Gonzalo Abella *

Estoy en el estudio de una radio del interior. El periodista me mira con simpatía, pero con cierto aire de compasión. Sé lo que piensa: este veterano que tiene enfrente ha quedado estancado en las luchas y consignas de su juventud. Todo bien con los sueños altruistas de la UP pero... “…Pero ustedes tienen un Programa de medio siglo atrás. El mundo hoy tiene otros desafíos: la inteligencia artificial, la violencia generada por la droga…”. Recorro mentalmente las calles por las que llegué al estudio. Comercios que cerraron, vecinos con la preocupación y el desencanto pintados en el rostro. Ah, conozco bien este pueblo, conozco las angustias de su gente. Hace diez minutos me crucé con un grupo tempranero de liceales. Los adolescentes, en estado permanente de bullicio escapista, sólo saben una cosa sobre su futuro: que deberán irse lejos, a buscar otros horizontes. Y a 500 metros está la tierra fértil que rodea el pueblo, la tierra de precio inaccesible y contaminación creciente, con monocultivos transgénicos y ejércitos de “mosquitos” fumigadores. Y por esa tierra torturada cruzan las rutas destruidas por los camiones de las trasnacionales, rutas por donde llega la comida que ya no se produce en la zona. ¿Ha perdido vigencia lo que la izquierda decía medio siglo atrás? “Además ustedes siguen hablando del imperialismo norteamericano, y ahora las grandes trasnacionales no tienen patria”. Nunca la tuvieron, amigo periodista. El imperialismo, como fase más alta del capitalismo mundial, tiene un centro geográfico para la acción militar, para el control del planeta, un centro que desde 1945 se ubica en Washington. Desde allí despliega su red de bases militares en el mundo, en alianza con Estados criminales de todos los continentes. Su discurso sobre la salvaguarda de la seguridad de los ciudadanos norteamericanos en todo el planeta es el pretexto para destruir la resistencia de los pueblos contra el saqueo humano y ambiental de las trasnacionales. “Pasemos a otro tema. Ahora la UP ha crecido un poco, eso es cierto. ¿Estarán a salvo de la corrupción que por ahora juzgan tan severamente?”. Cierro los ojos y pienso en el duro camino que nos ha posibilitado la interpelación del próximo 14 de diciembre. ¡La UP interpelando a dos ministros implicados en gruesas irregularidades! Un solo diputado fiscalizando el mal uso de los dineros públicos, buscando para ello acuerdos concretos y a la vez denunciando todas las maniobras de la vieja derecha y de la nueva derecha oficialista; proponiendo proyectos inobjetables; impulsando leyes justas, necesarias. ¿Dónde radica la fuerza de ese diputado y sus suplentes? No se puede ser un poquito corrupto. Si el Gobierno renuncia a la esencia del programa de izquierda de “medio siglo atrás”, si se pone de rodillas ante las trasnacionales y ante el Mercado, todo se vuelve mercancía, incluyendo la conciencia y la moral. Más allá de los deseos iniciales, la conciencia de muchos parlamentarios sometidos al Dios mercado pasa a ser mercancía, con valor de uso y valor de cambio. Sigo pensando en los compañeros. Hay respuestas que no serán convincentes para un periodista golpeado en su fe de tanto oír respuestas hipócritas. Pero hay una trayectoria, la UP es la única trayectoria de opción por la intemperie antes que la menor claudicación. “Está bien” concede el periodista; “pero ¿Cómo mantener esa pureza a la que usted alude, cuando llegan a la UP nuevos integrantes que no han pasado por esas pruebas?”. Para nosotros, los veteranos de la UP, es una pregunta clave. Pero no hay riesgo: la UP ha reactivado lo mejor de nuestra juventud, ha creado un relevo de fierro. ¿Cómo explicarlo? “Cierto”, contesto: “la vida y el crecimiento nos pondrán a prueba. Creemos estar por el buen camino preparando y cuidando el relevo joven, y aprendiendo de él; pero el tiempo dirá”. Y le hago una guiñada al tiempo por lo que ya dice. * Maestro y escritor, dirigente político y candidato por la UP a la Presidencia de la República para las elecciones de 2019.