A 200 años del natalicio de Carlos Marx Para enfrentar el fascismo más MARX que nunca.
- La Juventud Diario
- 19 nov 2018
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“Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él . El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas. “ Federico Engels
Por Gustavo López *
Aunque los apologistas del orden burgués hagan sonar sus clarines de victoria y decreten extasiados la muerte del marxismo. Aunque vociferen acerca del “fin de la Historia” al tiempo que condenan a millones de seres humanos a condiciones de existencia propias de la pre- historia. Aunque promuevan el refugio en lo individual y el egoísmo exacerbado, pretendiendo convertir la vida en una aventura estúpida de posesión y consumo. Aunque promuevan todas las formas de manipulación alienante de las conciencias y domestiquen a los intelectuales. Aunque proliferen las seudo teorías que niegan el papel de la lucha en las transformaciones, y sostengan que no hay alternativa posible para el género humano más que presenciar la barbarie capitalista. La porfiada realidad los desmiente categóricamente. Cualquier mirada atenta al mundo de nuestros días confirma con claridad irrefutable que el capitalismo no es otra cosa que la reproducción ampliada de la injusticia, la miseria, la guerra y la muerte. En definitiva, el capitalismo es un modo de producción fundado en la apropiación privada del trabajo social, en la explotación cotidiana de la inmensa mayoría de los seres humanos. Es por su naturaleza un estadio del desarrollo humano destinado a desaparecer, no por obra de ningún determinismo mecánico sino de la acción organizada y consciente de los trabajadores y demás sectores populares interesados objetivamente en ofrecer definitiva sepultura al injusto orden vigente. Para el cumplimiento de esta impostergable tarea histórica, el cuerpo teórico del Marxismo sigue siendo la herramienta mas útil con la que disponemos. Por tanto, Marx es un hombre de este tiempo, lo ubicamos conscientemente lejos de la tumba y pletórico de vida. Nace todos los días en la acción de los oprimidos del mundo que se resisten a ser mercantilizados, vive en las huelgas obreras y las rebeliones campesinas, levanta la voz en las movilizaciones estudiantiles y apunta con precisión en el fusil de los que resisten la intervención imperialista, nace y rejuvenece en las piedras que arroja contra el invasor las manos de un niño palestino. El legado de Marx, nos brinda un estudio acabado y profundo de la formación y estructura económico-social del capitalismo. Nos permite entender sus leyes de desarrollo, el secreto de la acumulación a partir de la plusvalía. En obras como Crítica de la Economía Política, El Capital, los Grundisse y otras se sustenta científicamente el funcionamiento del capitalismo. La obra de Marx no solo es la más brillante y demoledora crítica al capitalismo, es también un preciso programa para su superación. Los avances más significativos en favor de las masas populares a lo largo de la historia se desarrollaron inspirados por las ideas de Marx y sus continuadores, particularmente Lenin el jefe indiscutible del proletariado mundial y artífice de primer orden de la Revolución de Octubre el acontecimiento más importante en la historia de la humanidad dese el punto de vista de los trabajadores. La decisiva influencia del marxismo abarca los más bastos terrenos de la actividad humana, las ciencias, la cultura, las artes y la literatura. Sim exageraciones de ninguna naturaleza podemos decir que lo más destacado de la cultura hasta el presente se vinculó estrechamente con el marxismo, alcanzaría con citar a vuelo de pájaro algunos nombres como Picasso, Siqueiros, Neruda, Vallejo, Lorca, Jorge Amado, o nuestros Arregui y Zitarrosa entre tantos otros. Decía Federico García Lorca Wel día que el hambre desaparezca va a producirse la explosión espiritual más grande que conozca la historia humanaW y en efecto el verdadero encuentro de la humanidad consigo misma se dará en la construcción del socialismo. El marxismo-leninismo se enriquece en diálogo dialéctico con todas las manifestaciones de la ciencia y la cultura, como señala Lenin en el Que Hacer: WLa conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y además actuales, a observar a cada una de las otras clases en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política, si no aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y la vida cultural de todas las clases, sectores y grupos de la poblaciónW. En tiempos de promoción masiva de la cultura chatarra, de la mitología fantasmagórica, de los supérfluo sobre lo sustantivo, es imperioso volver a las fuentes y entender la cultura como terreno de lucha por elevar la conciencia y el espíritu de las masas populares. En el epicentro de las bastas preocupaciones de Marx a las que consagró su vida y su lucha se encuentra la liberación de los trabajadores la que según su propia sentencia “será obra de los trabajadores mismos”. Cuando se propagan a los cuatro vientos sandeces diversionistas que sostienen la supuesta pérdida de centralidad de la clase obrera o incluso su reducción numérica cuando cada día hay más seres humanos que viven de la venta de su fuerza de trabajo es indispensable recordar el bicentenario del nacimiento del barbado de Treveris defendiendo la clase obrera y su papel revolucionario.
La juventud de Marx
Karl Marx nació en Tréveris, Reino de Prusia el 5 de mayo de 1818 Se educó en casa hasta que en 1830 entró en el Instituto de Tréveris. Formado en un hogar y un colegio religioso el niño Carlos se desarrolla bajo el influjo del judaísmo. Su madre Enriqueta Presburg y su padre Hirischel Marx ambos judíos, su abuelo paterno fue rabino en Treveris. Cuando Marx tenía apenas seis años el gobierno de Prusia obliga a su padre a renunciar a su religión para conservar su empleo, en estas circunstancias se convierte al cristianismo. Muy poco más sabemos de su infancia, ya en 1835 con diecisiete años se encontraba terminando su bachillerato. De este periodo se conserva el texto de un examen de seis páginas donde ya se advierten los trazos centrales de las preocupaciones del joven Marx y su calificada y fina prosa. En 1836 comenzó sus estudios de derecho en la Universidad de Bonn. En este periodo lleva una vida bohemia y desordenada gastando el dinero que le dispensaba su padre entre tabernas y encuentros de bebedores de cerveza llegando incluso a presidir un “club de bebedores”. En relación a esta etapa de su vida su padre expresa su enojo y preocupación en los siguientes términos “solo Dios sabe como vive. En el mayor desorden, saltando de acá para allá, por todas las ramas de la ciencia, pasándose las horas muertas junto a la lámpara de petróleo, entregándose al salvajismo bajo la bata de andar por casa y la cabeza enmarañada, como antes era la disipación junto al vaso de cerveza”. En virtud de estas inconductas el padre decide trasladarlo a la Universidad de Berlín. Ya en Alemania Karl se aplica al estudio sistemático y cultiva una pasión por la literatura clásica especialmente por Shakespeare y Goethe. Ensaya una fugaz aventura literaria que lo lleva a escribir una novela humorística titulada Escorpión y Félix y algunos cuadernos de poesía que encabezaba con la siguiente dedicatoria “A mi querida, eternamente amada Jenny von Westphalen” quien fuera su compañera de vida y madre de sus hijos. En 1837 escribe una larga carta a su padre (la primera que se conserva de él) en donde da cuenta de un vertiginoso proceso de madurez personal e intelectual. Por entonces estudia con rigurosidad derecho y filosofía. En Abril de 1841 con veintitrés años se recibe como Doctor en Filosofía en la Universidad de Jena con una tesis acerca de la Diferencias entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y Epicuro. Desarrollando una permanente labor periodística Marx llega a dirigir en 1842 el periódico La Gaceta Renana, publicación con la que colaboraba enviando artículos Federico Engels. Del encuentro entre estos dos gigantes del pensamiento y la acción nacería una amistad vitalicia y un trabajo conjunto que los conduciría a lo más alto de la ciencia al servicio de la emancipación humana, con justeza se los denomina los padres del socialismo científico. Luego de la censura y clausura definitiva del diario, Marx emigra a Francia y luego a Inglaterra donde se vincula abierta y militantemente con el movimiento obrero y sus incipientes organizaciones. Su vasta e influyente obra abarca diversos campos como la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología, la economía, el periodismo y la literatura.
Las teorías de Marx sobre la sociedad, la economía y la política, que se conocen colectivamente como el marxismo, sostienen que todas las sociedades avanzan a través de la dialéctica de la lucha de clases. Fue muy agudo crítico de la forma socioeconómica vigente de la sociedad, el capitalismo, al que llamó la “dictadura de la burguesía”, afirmando que se llevaba a cabo por las acaudaladas clases posedoras de los medios de producción, para su propio beneficio. Sostuvo que la sociedad bajo el socialismo, sería regida por la clase obrera en lo que llamó la “dictadura del proletariado”, el “Estado obrero” o “democracia obrera”.
A modo de conclusión primaria
Recuperar la perspectiva socialista constituye una verdadera urgencia contemporánea si pretendemos que otro mundo sea posible o que algún mundo sea posible. En el actual estado de cosas y bajo el injusto “orden” del capital, para colocar nuestra mirada en la emancipación es imprescindible empezar por la negación. Una negación militante, activa y articulada de las actuales relaciones de producción y de la visión del mundo que de ellas emerge. Un verdadero NO con mayúscula y a los gritos que procesualmente se convierta de negación en afirmación. Un grito gutural de rabia y de bronca pero no apenas un grito de dolor ni grito defensivo, antes bien, estamos pensando en un grito lleno de esperanzas. Un grito que es piedra y poema, bala y rosa, golpe y abrazo, un grito que busca su fuerza en el pasado, que se objetiva en el presente y que encontrará su eco en un futuro mundo nuevo que merezca ser vivido por hombres nuevos. Esta negación (que es también afirmación) debe partir por erradicar cualquier ilusión acerca de la posibilidad de construir un mundo justo sin la superación radical del capitalismo. Seguimos porfiadamente convencidos que es la lucha de clases el motor histórico que hará posible la sepultura del actual sistema de dominación. Un celebre revolucionario Ruso, comentando los procesos insurreccionales de las primeras décadas del siglo pasado en su país, afirmó: “las masas no se largan a las calles con una visión acabada de la sociedad que quieren construir sino con una visión acabada de la sociedad que quieren destruir”. Para formularlo en términos clásicos, una situación revolucionaria se presenta cuando los de arriba no pueden seguir viviendo como hasta ahora y los de abajo no quieren seguir viviendo como hasta ahora. Aunque duela reconocerlo, los de arriba todavía pueden y los de abajo seguimos sin encontrar una forma definitiva del no querer. Nadie puede afirmar con certeza hasta cuando. La naturaleza de la crisis estructural del capitalismo y sus terribles consecuencias para la humanidad que vive de su trabajo nos presenta un campo de posibilidades abiertas en donde podemos avanzar en dirección socialista o podemos presenciar una reestructuración reaccionaria del capital al costo de mayores y peores sufrimientos para los oprimidos del mundo. Será en ultima instancia el movimiento real de la lucha de clases el que alumbre el camino sin atajos ni falsas ilusiones. Contra la cobardía intelectual de los adaptacionistas y posibilistas, contra los viejos y nuevos conversos a la ideología del “orden”, contra los feligreses del dios mercado y sus acólitos, contra todas las formas de la resignación debemos construir las fuerzas del “trabajo asociado” capaz de personificar el proyecto socialista. Es decir, el sujeto social de las transformaciones- la clase obrera- al frente de la ofensiva socialista. El trabajo pensado como el antagonista estructural e irreconciliable del capital. Como el otro antagónico del capital y nunca como su colaborador pasivo. Es preciso despojarnos de todo sectarismo y comprender cabalmente que es al calor de la lucha donde se fragua la herramienta. Con mucho más claridad que este columnista lo dijo hace más de un siglo el joven Marx quien en polémica con Proudhon sostenía: “solo en un orden de cosas en que no existan clases y contradicciones de clases, las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas. Hasta que ese momento llegue, en vísperas de toda reorganización general de la sociedad, la última palabra de la ciencia social será siempre: luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. Así está planteado inexorablemente el dilema”.
* Militante social y político, escritor, integrante de la dirección de la Unidad Popular, y candidato a la vicepresidencia de la República en las próximas elecciones de 2019 por la UP.
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