Columna: Basta de progresismo inclusivo excluyente
- La Juventud Diario
- 3 nov 2018
- 4 Min. de lectura

¡Hay que dar vuelta el viento como la taba,* el que no cambia todo, no cambia nada! “Triunfo agrario”. Zitarroza.
Escribe: Prof. Andrés Freire
“Hay que incluir”, “hay que ampliar la ciudadanía”, “hay que plasmar, la nueva, nuevísima, y recontra nueva agenda de derechos”, parece ser el grito de guerra que alienta a las huestes que proclaman a la vez la necesidad de defender “lo logrado” (veremos más adelante para qué y para quiénes), con el “Juntos por cuarta vez”. Todo bien, el problema es que de los cambios estructurales, esos que cambian el tiempo como a la taba, ni se habla ni se hablará, como sucedió por ejemplo con la reinstalación del Frigorífico Nacional, que primero se iba a realizar, después iba a existir una comisión que estudiara la viabilidad de la misma, y después bueno, junto con el 6% del PBI para la educación a dormir el sueño de los justos, que como es sabido es pesado y largo. El discurso progresista de la inclusión y la ampliación de derechos puede ser compartible, el problema es que el único que crea una realidad con palabras es el Dios bíblico, porque los políticos progresistas pueden hacer y de hecho lo hacen muchos discursos modelo de lo más sofisticado o bueno, bonito y barato, a gusto del consumidor, pero se queda en sólo palabras. Pensemos por ejemplo en la educación pública; compartimos totalmente y desde el fondo del corazón que todos los niños y adolescentes deben tener cabida en el sistema educativo. Esto incluye por ejemplo a todos los niños con una u otra discapacidad, o síndrome, además de otras situaciones, conocemos experiencias exitosas y apoyamos y alentamos a nuestros colegas. El problema es que junto al discurso inclusivo viene la realidad materialmente existente excluyente, un chico down en un grupo de treinta o más alumnos (en este caso deberían ser quince), un alumno TEA en una institución sin equipo multidisciplinario, una niña con problemas psiquiátricos en un liceo con 28 grupos, y los ejemplos siguen. Y reitero somos totalmente partidarios de la inclusión, pero no en las palabras, en los hechos; el progresismo habla muy bien del tema, pero para variar los recursos no están. Y ahí están los mismos 800 millones de dólares gastados en recapitalizar ANCAP que se niegan a la enseñanza pública para llegar al 6% y empezar a incluir en serio. Y la primera gran exclusión social nace en la vivienda, así queremos integrar a todos los niños y los adolescentes en la sociedad, eso dice el discurso, pero luego muchos estarán en una pieza de pensión, o de un barrio a otro por las dificultades para pagar un alquiler, o en un asentamiento, o de agregados con su madre en la casa de los abuelos. Y las realidades terribles siguen, el discurso incluye, la realidad excluye, y así cuando se plantea una solución racional, progresiva, paulatina, en línea con las mejores tradiciones de nuestro país, como la Ley Serrato y el INVE, se dice desde el gobierno y desde casi TODO el Frente Amplio, no hay plata para el “Plan Nacional de Vivienda Popular”. El discurso progresista dice que quiere incluir, ampliar los derechos, contemplar a las llamadas minorías, algunas largamente postergadas y discriminadas, a favor de ellas se toman medidas, ¿pero qué pasa por ejemplo con el derecho a la vivienda, especialmente para los sectores populares que estos mismos grupos integran? Nada, no pasa nada, prioridad para algunas personas, el plan Juntos para otros, pero soluciones estructurales como ya hemos dicho ninguna, no hay plata. Si hablamos del derecho a una alimentación correcta para todos, ¡cuántas cosas podemos decir! Hemos presentado un proyecto de ley para cobrando un pequeño impuesto a un artículo que no es de la canasta básica como los refrescos, financiar las llamadas bombas de insulina; no hay voluntad política. Otros han presentado iniciativas para bajar o eliminar impuestos a los comestibles que necesitan los celíacos y que pagan a precio de oro, tampoco hay margen fiscal según las autoridades. ¿Dónde queda la inclusión? En un solo lugar, el de compartir en grado mayor la misma angustia que vamos viviendo los ciudadanos cuando vemos cómo una buena alimentación se vuelve cada vez más un privilegio que un derecho, y quedamos excluidos de la feria, la carnicería, el supermercado. ¿Cuánto sale hacer un buen puchero, cómo hacemos para en casa comer todos algo que no sea ni harina ni grasa? ¿Cuánto sale un café con leche o una cocoa para cuatro y un pan con manteca supongamos?, ni que hablar de los que no pueden consumir algunos de estos productos. Nuestro excelentísimo primer magistrado señalaba días pasados que un elemento que explica el cambio de ciclo político es la insatisfacción de los ciudadanos que cada día queremos y a veces no es posible darnos lo que reclamamos. Es curioso, desde el gobierno anterior se ha ido figurando un escenario, en un lado está “la clase de gente a la que no se le puede pedir tanta poesía”, a estos hay que darles sueldones si son personas, o exoneraciones fiscales si son empresas, y después está el resto. ¿Y con el resto, con los trabajadores, los jubilados, los estudiantes, las amas de casa, la pequeña burguesía rural y urbana qué pasa? Pasa que el progresismo la incluye en el discurso, la hermana y la integra, para luego dejarnos afuera del reparto de los panes y los peces, que cada vez son menos, son mojarritas y miguitas porque las multinacionales depredadoras del medio ambiente y los tenedores de deuda se llevan todo. Basta de progresismo inclusivo excluyente, es hora de la UNIDAD POPULAR, es hora de plantear un programa de cambios estructurales, porque quien no cambia todo no cambia nada. ¡¡¡SOMOS IZQUIERDA, SOMOS PATRIA!!!
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