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Columna: El MIDES lo hizo otra vez Arte, censura y racismo

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 2 nov 2018
  • 5 Min. de lectura

Escribe: Prof. Andrés Freire

Si hay uno de los ministerios que ha estado envuelto en la polémica en forma permanente en este quinquenio fue sin dudas el de desarrollo social, desde el desalojo del Instituto Tiburcio Cachón (nosotros tenemos memoria señores, señoras, señeres y señor@s del progresismo inclusivo excluyente), los traslados de las Aldeas de la Bondad, las alusiones a que si una persona dejaba algún mueble en la vía pública podía provocar un mini asentamiento, o la retirada de la leche con hierro a parte de la población más vulnerada. Como tenemos mucha memoria, también nos acordamos de cuando se hizo un amague de aplicarle la ley de faltas a los ciudadanos que reunidos en el grupo “Algo por alguien” cocinaban en sus casas y se reunían semanalmente para llevarle comida a algunos de nuestros compatriotas más necesitados. Hoy, en el marco del enfrentamiento simbólico en el imaginario social que el progresismo quiere instalar, donde un heroico gobierno popular estaría siendo enfrentado y acosado por la oligarquía latifundista tradicional, algo que no es real, porque en primer lugar debería existir un gobierno popular que estuviera por ejemplo impulsando la reforma agraria, la nacionalización de la banca y la industria frigorífica, y no la entrega de toda el agua, la tierra y el subsuelo a las multinacionales depredadoras de nuestro medio ambiente, mientras se estable la bancarización obligatoria y la ley de riego (esta última con el voto conforme en el Parlamento de todas las fuerzas políticas salvo la Unidad Popular), el blanco elegido es una pintura del pintor compatriota Fernando Fraga, acusada de racista, y por elevación al festival de la Patria Gaucha y las fuerzas sociales expresadas en ese evento. Durante las vacaciones de julio tuve la posibilidad de ir un par de días a la ciudad de Colonia del Sacramento. Paseando por el Barrio Histórico recorrí dos veces la mítica Calle de Los Suspiros; la segunda vez tuve la fortuna de encontrar trabajando en su Atelier al pintor en cuestión. Como le comenté que dictaba Historia del Arte y teníamos algún conocido en común estuvimos un rato conversando sobre el arte nacional y el estado actual de la cuestión, fue una charla amena con alguien dotado de una gran sensibilidad y un nivel cultural superior. Generosamente me permitió ver todo su estudio, y le compré un libro que tiene numerosas reproducciones de sus obras, el que gentilmente me autografió. Muchas de sus obras retratan la belleza femenina, es uno de sus temas; el otro que abarca gran parte de su creación es el campo, el paisaje rural, con personajes abstractos y a la vez reconocibles en las costumbres. Los gauchos, las lunas, los caballos, la guitarreada, el fogón, son algunos de sus temas que se repiten más de una vez en renovadas formas, por eso mismo es si se quiere uno de los artistas ideales para un evento que se llame “La Patria Gaucha”. “El pintor rescata la identidad del gaucho y del campo en sus diversos matices, en el fogón, compartiendo un mate o una guitarreada. Esa imagen típica de la vida gauchesca, actualmente difícil de encontrar, él la incorpora en sus obras con gran claridad y fortaleza, especialmente en los rostros”. (F.Fraga. página 71). No hablamos de política, pero uno puede presuponer que su forma de pensar y de sentir no es la misma que la del progresismo; de hecho su libro tiene en la página 72 un comentario laudatorio (y acertado) del ex presidente Julio María Sanguinetti, realizado para una presentación del artista en Washington DC durante el año 2004, y quizás esto sea una de las claves de por qué tanta critica y tanto encono. ¿Si hubiera sido un artista de esos tan vinculados al gobierno el que hubiera presentado una obra así, la reacción sería la misma? En esta ocasión el pintor optó por plasmar a una muchacha negra (me niego a utilizar el término afro descendiente, desde un punto de vista antropológico toda la humanidad lo es, y el término negro, utilizado con orgullo fue levantado por buena parte de los movimientos de liberación en la década de los 60, pensemos por ejemplo en las Panteras Negras) amamantando a un niño blanco, en el fondo se ve un rancho y una vaca. Presumiblemente sea una esclava. En primer lugar debemos dejar en claro que el pintor ha tratado a la muchacha con el mismo respeto y la misma si se quiere devoción con que ha tratado a todas las otras mujeres presentes en su obra; no hay menoscabo, sino todo lo contrario, y se aplica lo que ha señalado un comentarista en el desaparecido periódico “La Mañana”, establecer una temática íntima y de gran refinamiento. Y en segundo lugar, aceptemos que sea una esclava, que está cumpliendo la terrible función de “ama de leche”. Decimos terrible porque lo hace en forma obligada, contraria a su voluntad, no es ni siquiera considerada persona, e incluso en ocasiones, se vendían hijos y madre por separado, para poder destinar toda su leche a los hijos de las esclavistas; pero si este fuera el caso, ¿no se está haciendo ver lo que rara vez se ve? La cuestión de la esclavitud en el Uruguay ha sido ignorada y tapada más de una vez; aquí por décadas se enseñó muy erróneamente que existían pocos esclavos y que además se los trataba “bien”, cuando la realidad fue muy diferente. Hablamos de secuestros, de violaciones, de desarraigo, tortura y sufrimiento sin límites; pero el cuadro en cuestión no exalta esas abominaciones, por el contrario muestra una realidad, y al mostrarla la denuncia, puede ser un punto de partida espectacular para habilitar numerosas discusiones pendientes. El gobierno en pleno en plena campaña electoral, con su plan inclusivo excluyente en marcha, busca en el mismo momento en que trasciende la terrible noticia de que hay por lo menos 120 enfermos de hepatitis C en una de las colonias psiquiátricas y quien sabe qué otras enfermedades más desviar la atención y presentarse como el defensor de las minorías postergadas, cuando en realidad postergados estamos cada vez más todos, porque primero está la deuda externa, después UPM, después la tropa gerencial y la barra de sus amigos, la clase de gente a la que no se le puede pedir tanta poesía y después, bueno las migajas para el resto. Si de reparaciones simbólicas se trata, lo primero sería cambiarle el nombre del hospital público que lleva el de un filántropo que hizo su fortuna siendo un infame esclavista, y si de reparaciones materiales se trata, es la hora de que los más infelices sean los más privilegiados, votando ya el Plan Nacional de Vivienda Popular, estableciendo ya políticas reales de salud para todos, y cumpliendo ya con el 6% del PBI para la educación, en vez de subsidiar la cerveza industrial, el turf, y privilegiar de mil formas a los tenedores de deuda y las multinacionales. El arte no puede quedar sujeto a los criterios de tal o cual gobernante; nos gustará o no, y eso es materia de libre opinión, hay quien le gusta la pizza con ananá y cereza por ejemplo, son gustos, pero nosotros queremos que en ese terreno mil flores florezcan en el jardín del pueblo…


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