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Columna: Al gran pueblo argentino

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 1 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *

La UP está obligada a analizar la situación regional y expresar su solidaridad con los pueblos en lucha. En esta coyuntura, la alianza militar USA – Brasil – Colombia es la punta de lanza más amenazadora de la actual coordinación ultraderechista que avanza por el Continente. El Gobierno argentino de Macri integra esta coalición saqueadora y belicista. Para nosotros es vital comprender lo que está pasando en las provincias hermanas en la otra margen del Uruguay y del Plata. Surgidos del tronco virreinal común, hijos de una misma revolución independentista, los dos Estados del Plata tienen demasiadas semejanzas para definir a sus pobladores como dos naciones diferentes. Después de la Independencia, en ambos Estados se enfrentó el Partido de los hacendados proteccionistas contra el Partido de los masones liberales. El primero se llamó “federal” en argentina y “blanco” en el Estado Oriental; el segundo se llamó “unitario” allí y “colorado” aquí. Pero en Argentina los nombres de los partidos y sus propuestas cambiaron. Por 1900 la lucha era entre los conservadores (católicos, latifundistas, conservadores) y el moderno Partido Radical de los industriales librepensadores. Al mismo tiempo nacía la izquierda traída por los primeros artesanos y obreros inmigrantes y fusionada con las tradiciones revolucionarias locales. Pero ya por entonces surge una característica que va a mantenerse durante el siglo XX: el desnivel entre una fuerte lucha social y sindical y una izquierda que no crecía del mismo modo. En 1945 Perón es electo Presidente. Un programa de industrialización nacionalista, de defensa firme de la exportación nacional, de impulso a la ciencia, se combina con una obra social paternalista de fuerte impacto positivo sobre los trabajadores del campo y la ciudad. En un marco capitalista, Perón y su segunda esposa pudieron realizar esta obra porque la coyuntura mundial era inmejorable para los Estados platenses. Europa en ruinas, los USA empantanados en guerras asiáticas, la exportación de carne y lana generaba una inmensa riqueza, parte de la cual goteaba al pueblo en obras sociales. En 1955 un Golpe de Estado sangriento contra Perón puso las cosas en su lugar. La oligarquía ganadera e industrial, aliada a USA, cortó el goteo de beneficios. Desde entonces, la resistencia popular contra las dictaduras se asoció más a la memoria del peronismo que a la izquierda. Entre idas y vueltas institucionales, volvió al gobierno un peronismo esta vez de derecha, que igual fue derrocado por el golpe de 1976. Los años del horror duraron hasta 1983, cuando ya USA estaba autorizando nuevamente las democracias tuteladas en la región. Y volvió un peronismo, ahora “tercerista”, entre 2003 y 2015 con los Kirchner. Obra social, política soberana, saqueo ambiental y corrupción, son aspectos incompatibles entre sí en un gobierno de trabajadores, pero pueden coexistir en un gobierno centrista mientras no se rebasen ciertos límites. Cuando se rebasan esos límites, la indignación ciudadana, sin una herramienta política popular que la canalice, irrumpe turbulenta, sin reflexión. Es la hora de los Macri, de la demagogia en la palabra y de la represión brutal en los hechos. El peronismo, con sus mil rostros, se apoderó de los movimientos sociales más combativos. Pero no se puede combatir a toda la izquierda al mismo tiempo. Y entonces crece el trotskismo. Debemos estudiar el trotskismo argentino con toda la objetividad posible, no sólo porque ha llegado al Parlamento, sino principalmente por lo que incide en la lucha social. Consecuente en el apoyo a los gremios en lucha, organizado y disciplinado, su visión estrecha de “obrerismo” exclusivista le impide comprender la política de alianzas necesarias para las grandes tareas de la liberación nacional. Cree posible quemar etapas en la lucha por el Socialismo, y ahí está su debilidad estratégica. De todos modos, la izquierda argentina es un puzzle desparramado que es necesario rearmar. En torno a un programa (en torno a un programa, no a nombres) el pueblo argentino construirá su herramienta política unitaria para la liberación nacional. Su combatividad lo merece y lo garantiza. Allí estarán los hombres y mujeres hoy dispersos, y en el seno de esa herramienta plural estarán los núcleos duros de las organizaciones que avanzarán aún más allá, hacia el Socialismo necesario. La alianza ultraderechista en la región no va a tener una retaguarda segura en la Argentina. Ni en ningún otro lugar.

* Maestro y escritor, dirigente político y candidato por la UP a la Presidencia de la República para las elecciones de 2019.


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