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Columna El sueño del Estado produce monstruos

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 27 sept 2018
  • 3 Min. de lectura

Escribe: Prof. Andrés Freire

Goya, el genial pintor español que se vio atrapado en el terrible dilema de ser por un lado súbdito de un reino ocupado por el invasor Napoleón, luego de la tragicomedia de las abdicaciones de Bayona, y el intento de imponer a Pepe Botella como reyezuelo, y por otro un ilustrado admirador del legado de la gran revolución francesa, acuñó una frase magistral en uno de sus cuadros: “El sueño de la razón produce monstruos”. Si es terrible el sueño de la razón, ¿qué podemos decir del sueño del Estado? Sueño que en realidad es pesadilla, porque para generar gerencias, tarjetas corporativas, exoneraciones fiscales a las multinacionales, el Estado está bien despierto, mientras que en Pinamar Norte duerme una placida siesta, y es sólo un ejemplo. ¿Cuántos barrios existen donde el Estado es ausente, sin saneamiento, sin iluminación (y aquí no hay excusa, todas las personas que pagamos UTE pagamos alumbrado público en la factura), con viviendas precarias, expuestos al narcotráfico al menudeo, sin plazas de deportes, con escuelas y liceos que no dan abasto, sin acceso real a los servicios de salud mental? Y la cuenta sigue y sigue. En el ambiente de los progresistas existe alarma por el crecimiento de la derecha evangélica agrupada en torno a la figura del pastor Márquez, se critica a los hogares Beraca y se señala sus vínculos con las campañas de ciertos sectores del Partido Nacional. Todos estos cuestionamientos son válidos; el problema es que lo que los militantes del Frente Amplio no quieren ver, es que esto es la contracara de un Estado prácticamente ausente. ¿Qué alternativas proporciona el Estado frente al terrible drama de un joven adicto a las drogas? ¿Una lista de espera en el Portal Amarillo, 1 mes de internación, una policlínica ambulatoria? ¿Acaso no son capaces de comprender que el poder creciente de la derecha evangélica es el resultado lógico de esa retirada? ¿No pueden visualizar que es la deriva neoliberal del gobierno que la alimenta? ¿De entender que son personas desesperadas las que recurren a esos hogares luego de haber golpeado infructuosamente puertas que muchas veces sólo existen en la propaganda? Una y mil veces está la misma respuesta a la misma pregunta, que se repite en el corsi y recorsi de la historia: ¿después de una revolución fallida, qué viene? Lo sabemos; el fascismo. ¿Y después de una reforma desfigurada y frenada rápidamente que viene? A medida que el Estado se hace ausente para los más humildes, el vacío lo llenarán otros, he aquí el caldo de cultivo ideal para el poder territorial de núcleos delictivos, o para las más diversas sectas. En los barrios en los que vivimos, sin saneamiento, sin alumbrado público, con la miseria golpeando sino nuestra puerta la del vecino, palpitamos la realidad, la vemos en el rostro cansado del desaliento, en la voracidad desmesurada en algunos comedores, en la rabia ciega que descarga la frustración sobre otro más débil. Si se quiere reducir el creciente peso político de algunos grupos religiosos, la alternativa no es otra que una fuerte presencia estatal; dese una solución real, efectiva y rápida al problema de la adicción a las drogas, y veremos reducirse el peso de las instituciones religiosas que atienden esa problemática, por ejemplo. El problema es que después de 15 años de progresismo queda claro que con migajas no se soluciona ninguno de los problemas que afectan a la sociedad uruguaya, no se trata de ajustar un presupuesto para darle unos milloncitos a tal o cual programa, se trata de una vez por todas de redistribuir la renta.


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