Pobreza e infancia: Un crimen cotidiano de la sociedad capitalista
- La Juventud Diario
- 20 sept 2018
- 3 Min. de lectura

“El día que el hambre desaparezca va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que recuerde la historia humana”. Federico García Lorca

por Gustavo López*
El capitalismo es un modo de producción fundado en la apropiación privada del trabajo social. Por su propia naturaleza genera relaciones sociales intrínsecamente injustas. Concentración en un extremo y pauperrización en el otro forman parte de la propia lógica de funcionamiento del injusto orden del capital. La evidencia histórica a lo largo de varios siglos confirma que el capitalismo no tiene que ofrecer a la humanidad más que la reproducción sistemática y ampliada de la injusticia, la desigualdad, la miseria, la guerra y la muerte. Entre las múltiples e indignantes inequidades que presenciamos a diario, acaso la más terrible y lacerante, la que nos interpela como humanidad y nos señala con dedo acusador , sea la pobreza infantil. En el mundo de la revolución informática, la nano tecnología, la inteligencia artificial, la robótica y el turismo espacial hay 21 millones de niños que viven en situación de pobreza y uno de cada 4 niños vive en la pobreza extrema. Todos los días 152 millones de menores se encuentran atrapados en el trabajo infantil, al tiempo que otros tantos mueren de enfermedades curables por ausencia de medicamentos y de una debida atención médica. En nuestro país, y luego de un proceso de crecimiento económico sin precedentes (hasta 2014) resultado básicamente del precio internacional de los principales productos de nuestras exportaciones, la pobreza sigue teniendo cara de niño. Según el Observatorio para los Derechos de Niños y Adolescentes, con datos cerrados a finales de 2017, sobre un universo total de 887.592 personas entre 0 y 17 años, 135.377 son pobres. Esto equivale a decir que uno de cada siete niños uruguayos vive en la pobreza. Un estudio realizado por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, la Facultad de Ciencias Económicas y el Instituto Nacional de Estadística, concluye que 41,5 % de los niños entre 0 y 3 años padece inseguridad alimentaria y la cifra se eleva al escalofriante 82% en los hogares en condiciones de indigencia. El citado estudio sostiene con dramática contundencia “al profundizarse la severidad de la inseguridad alimentaria, los ajustes afectan a la cantidad de alimentos consumidos, se disminuyen las raciones que ingieren o se saltan tiempos de comida. Más adelante el hambre se hace presente sin que se pueda satisfacer. Finalmente, cada una de esas dimensiones llega a afectar a los niños luego de que afecta a los adultos. Es decir, los niños son protegidos, especialmente por las madres, hasta que la inseguridad alimentaria alcanza niveles de severidad que hace imposible protegerlos”. Recientemente el gobierno decidió reducir las prestaciones del Instituto Nacional de Alimentación (INDA), según denuncian los trabajadores el recorte afecta a los sectores más vulnerables. El programa de riesgo nutricional protegía a niños y niñas con bajo peso, retraso de talla, anemia; embarazadas adolescentes, embarazadas con bajo peso o con anemia, y madres en lactancia con bajo peso de todo el país. Se realizaba una transferencia mensual de 603 pesos y se entregaba un complemento de leche en polvo fortificada con hierro (unos dos quilos por núcleo familiar). La prestación se entregaba por 24 meses. Pero a partir de junio de 2018, sólo reciben la transferencia los niños nacidos en el Centro Hospitalario Pereira Rossell y sin considerar su situación nutricional. Al resto de los niños “los nacidos en otras maternidades de Montevideo o del Interior, con o sin riesgo nutricional” no les corresponde el beneficio. Tampoco se incluyen prestaciones a embarazas con bajo peso, embarazadas adolescentes, madres en lactancia con bajo peso o a los niños. Ya no se entrega el complemento de leche fortificada. Este verdadero flagelo social no podrá ser resuelto por los designios del “dios mercado” sino a partir de una decisiva y pro activa intervención del Estado en favor de los más débiles. Es preciso modificar sustancialmente los pilares de la actual política económica y comprender que no se puede resolver los problemas de la pobreza sin meterse definitivamente con la riqueza. La alimentación de nuestros niños debe ser considerada un derecho humano inalienable y nunca una mercancía. Mientras algunos proponen militarizar las calles y otros gastar fortunas construyendo el ferrocarril que demanda la multinacional celulósica (UPM) nosotros -desde la UP- aspiramos a colocar en el debate puúblico el hambre de los niños en Uruguay. Este tema constituye un imperativo ético y una urgencia política. Trabajaremos con seriedad y profundidad en esta dirección, ése es nuestro compromiso con el presente y el futuro.
* Integrante del Coordinador Nacional de la UP , Candidato a la Vicepresidencia de la Repúblia por este partido en las elecciones nacionales de 2019.
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