Columna ¿Pueden ayudar los soldados?
- La Juventud Diario
- 27 ago 2018
- 4 Min. de lectura

“Los delincuentes saben que los militares no juegan, les huyen como el diablo a la cruz”. Así decía la consigna de un grupo de vecinos cansados de la violencia imperante en el barrio Guachupita de Santo Domingo, República Dominicana. Su propuesta era “sacar los soldados a la calle”. En Uruguay está sobre la mesa una propuesta de reforma constitucional para habilitar a los militares a participar en tareas de seguridad pública. Sería bueno detenerse a ver qué ha ocurrido en los países donde ya se aplicó esta iniciativa y qué opinan algunos expertos. La investigadora Lilian Bobea en un trabajo de la Fundación Woodrow Wilson con el título “Reforma de las fuerzas armadas en América Latina y el impacto de las amenazas Irregulares”, publicado en agosto de 2008, decía: “La ciudadanía entiende que el empleo de los militares en el control del orden público representa la respuesta maximalista (y con no poca frecuencia, letal) a la cual los gobiernos accederían para enfrentar situaciones críticas de seguridad, dándose por sentada la supuesta legitimidad de una conferida licencia para matar. Es evidente la percepción más o menos arraigada en el imaginario popular de que los militares constituyen un recurso menos corruptible y más eficiente que la policía para encarar la desbordante criminalidad y la creciente violencia”. Luego afirma en su ensayo: “El uso de militares en funciones policiales ha sido contraproducente por varias razones: a) penaliza al sector más vulnerable dela población, de por sí expuesto a procesos de limpieza social y abuso de la fuerza; b) socava las iniciativas desplegadas de reforma del sistema de seguridad interno, especialmente en lo concerniente a la reforma policial y judicial en el ámbito de la seguridad pública; c) en términos generales,coloca la acción de las fuerzas de seguridad fuera del control de losciudadanos; d) más relevante aún, el involucramiento del actor militar como presunta solución al problema de la inseguridad ciudadana banaliza y simplifica una realidad que es más compleja que lo que la fórmula «control de la delincuencia» supone”. Su trabajo documenta datos estadísticos oficiales en República Dominicana: la tasa de muertes violentas en este país pasó de registrar 13,9 por 100.000 habitantes en el 2000 a casi duplicarse tras la mala experiencia de la militarización de la seguridad pública, registrando 26,7 muertes en el 2005. Además informa que de acuerdo con encuestas, la cantidad de ciudadanos dominicanos que dijeron sentirse inseguros en sus hogares o fuera de ellos aumentó de 42% antes de la militarización a 79% después de ella. México, El Salvador, Honduras y Brasil, también muestran resultados negativos de la participación de militares cumpliendo funciones policiales. Paul G. Chevigny, docente emérito de derecho de Yale, USA, autor de varios ensayos sobre el tema, utiliza el término “populismo punitivo” para referirse a iniciativas como ésta: “En América Latina el populismo punitivo se expresa en una serie de políticas de seguridad que no apuntan a la resolución de los conflictos sociales, sino al uso extendido del sistema penal y a utilizar el miedo como mecanismo de unificación ciudadana”. (Populismo e Inseguridad en América Latina, FLACSO) Hace pocos días invitado por la Facultad de Ciencias Sociales de la UDELAR estuvo en Montevideo Ignacio Cano, español radicado en Brasil, Doctor en Sociología, experto en Criminología. Afirmó: “La militarización no mejora la seguridad. No resultó en ningún país. No hay ningún ejemplo positivo en el mundo. El Ejército tiene otra función y otra doctrina. Cuando uno coloca al Ejército para combatir la criminalidad tiene que transformarlo de manera que ya no funcione como un ejército, si no va a combatir contra el enemigo como sabe hacerlo, y eso va a recrudecer todos los problemas de seguridad. Además, el Ejército tiene poca capacidad de investigación. La investigación es mucho más eficiente que el patrullaje. Pero en América Latina seguimos convencidos de que el patrullaje es fundamental, que necesitamos más policías, más patrulleros y más armas, cuando en realidad necesitamos más información, más inteligencia, más infiltración, más pago por información, y no militares en las calles”. (La Diaria, 18/08/18) Como se puede observar, las críticas a la participación de militares en tareas de seguridad pública, están muy bien fundamentadas por personas que aportan una mirada académica al tema habiéndolo investigado seriamente. ¿Por qué se nos dice que en Uruguay debemos copiar a los países que han fracasado sacando los soldados a las calles? La cuestión de la seguridad pública es importante y hay que resolverla, pero la idea de “sacar los soldados a las calles” ya está probada y sus resultados no son los deseados.El citado criminólogo Ignacio Cano opina: “Si queremos una sociedad menos violenta tenemos que tener una sociedad menos desigual, con programas sociales, Policía más eficiente y mejor preparada, y no Policía más truculenta ni políticas que promuevan la violencia”. Quien discrepe con eso, tendrá que presentar sus argumentos. Los de los promotores de la campaña “Vivir sin miedo” no resultan convincentes para refutar la evidencia empírica y la opinión académica.
Aníbal Terán Castromán Partido Humanista Unidad Popular
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