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Columna: No me asusta el acertijo Cuando la pintura quiebra la posmodernidad

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 21 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Escribe: Prof. Andrés Freire

En una bella película llamada “Il Postino” se acuña una frase de antología dirigida por el actor que encarna a Pablo Neruda al improvisado cartero enamorado: “la poesía no es de quien la escribe, es de quien la necesita”, y agregamos: y la pintura también. Uruguay, es un país en el que se hace muy difícil destacar, a cualquier paso surgen la envidia, la crítica destructiva, la mediocridad se ha impuesto como horizonte colectivo, vivimos tiempos de conformismo alentado por y para el poder, y las cosas sencillas que son vitales en realidad, el amor, la fe, la pasión, la esperanza, están sumamente devaluadas. Lo que vale es lo que pregonan desde el ejemplo los que mandan: “sálvese quien pueda”, que es en realidad “me salvo yo y los demás que se hundan”. El arte refleja ese estado colectivo, a excepción del arte muralista y los grafitis callejeros, pocas pinturas, pocos poemas, pocas canciones, incluso pocas murgas hablan de otra cosa que no sea el “es lo que hay valor”. Pero siempre hay un remanente, de una forma u otra siempre está el que escucha la voz clamando en el desierto. Lo recuerdo como si fuera hoy; las autoridades del Ministerio de Desarrollo Social, en el marco de su política de desarmar lo que funciona bien y cuidar fielmente a ver si un niño toma un vaso de leche con hierro que le correspondía a su hermano, tomaron la decisión de cerrar el Instituto Tiburcio Cachón. Pero los ciegos, resultaron tener mucha más visión que muchos que tienen vista 20/20; pelearon, con altura, con respeto, con la infinita certeza de quien tiene fuerza en su brazo porque tiene la razón y la verdad. Fue en ese instituto donde nació la experiencia del Taller de Marcela Cozzo, una ingeniera química que diseñó pinturas especiales reconocibles con el tacto y el olfato, y parte de aquellos ciegos mostraron lo que veían una vez más; el arte encarnó el mismo espíritu y floreció, se hizo verbo, se volvió palabra y fue una espada que se levantaba y destellaba luz y poesía. La muestra de este año, la tercera de un taller que ya no cuenta con ningún apoyo oficial, aúna pinturas, poesías, profecías en lienzos. Todas son muy buenas, pero me quiero detener en las pinturas de Margot Bahuoffer, con quien tuvimos la hermosa oportunidad de charlar largo y tendido así como con Marcela Cozzo. A ellas nuestras infinitas gracias. Margot este año sorprende con una reinterpretación de Van Gogh, que no es Van Gogh, pero lo es; ella nunca había visto sus pinturas, pero las vio a medida que Marcela se las relataba, captó su espíritu sensible, las angustias, las luces y las sombras, de quien habiendo tantísimas distancias tiene un punto en común que se transmite desde lo inconsciente colectivo, el amor a Dios, la sencilla fe religiosa que comparten la gente de pueblo, que sueña y quiere un poco más de calor, de cariño, de afecto para todos. Girasoles amarillos llenos de vida, una noche estrellada de dulces aromas, soles y lunas, los símbolos cosmogónicos de siempre de una alta paleta que refleja las más altas y nobles aspiraciones del ser humano, y el deseo de romper lo que nos aísla, encierra y enceguece. En los días del Mayo Francés, una mano anónima escribió: “el arte es arte o es mierda”. He aquí el arte en su más sublime expresión, para disfrutarla en el Centro Cultural Simón Bolívar, Rincón 745.


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