Esta boca es de todos De luces y cámaras
- La Juventud Diario
- 18 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Por Liggia Giordano Carbone
MUJICA
El martes renunció a su cargo de Senador, para el que fue electo en las pasadas elecciones nacionales, José Mujica. El acto, breve y protocolar, contó con elogios de legisladores oficialistas, un discurso de circunstancia de menos de un minuto de Pablo Mieres y el piadoso silencio del resto de la oposición. Mujica alega en su carta de renuncia “motivos personales” y el “cansancio del largo viaje” pero agrega que al mismo tiempo, no puede “renunciar a la solidaridad y a la lucha de ideas”. Esta renuncia de Mujica al Senado de la República, largamente demorada de acuerdo a sus propios anuncios anteriores de comienzo del actual período legislativo, parece estar ambientada por otras razones que las alegadas en su carta. De acuerdo a lo anunciado por diversos medios, Mujica se dedicará a viajar, primero a Argentina y luego a España, Italia y Francia donde se dedicará a promover su propia película dirigida por Emir Kusturica. Luego participará de la campaña electoral, quizá incluso como candidato presidencial. Varios medios de prensa internacionales cubrieron la renuncia del ex presidente. Y desde diferentes ámbitos se menciona el peso político de una figura que despierta admiración y rechazo en partes iguales. Sin embargo, si vamos más allá de estas percepciones, y evaluamos el saldo que ha dejado hasta ahora Mujica, podemos apreciar que es bastante negativo. El ex senador autorizó el aumento de la producción de celulosa por encima de lo establecido en acuerdos de la Haya, la legalización de la marihuana, el intercambio con EEUU de naranjas por detenidos de Guantánamo. Fue artífice del negocio de la regasificadora, el envío de tropas a Haití y el desmantelamiento de PLUNA, entre otros. Una metódica entrega descarada del país al gran capital con prácticas que sonrojarían a la derecha tradicional.
CASAVALLE
Cientos de policías armados a guerra y con vehículos blindados ingresaron el jueves a los pasajes 304, 306 y 307 de “Los Palomares” del barrio Casavalle. Una columna de efectivos de la Guardia Republicana avanzó con la orden de desalojar seis viviendas. Los vecinos debieron elegir entre pasar nueve meses en la cárcel o abandonar las viviendas antes de las 19 hs. Ni lo pensaron. Rápidamente, acataron la orden judicial y acordaron con la Policía trasladar sus cosas sobre el límite del plazo establecido. Los uniformados trajeron camiones y ellos dejaron el lugar. Desde el mes de noviembre pasado una banda liderada por una mujer se dedicaba a realizar desalojos forzosos para después “vender” las propiedades a terceros. Estos terceros fueron las personas desalojadas en el operativo policial de ayer. Esta acción en Casavalle fue realizada por iniciativa de Presidencia de la República, y mandatada por el propio Tabaré Vázquez. Y pertenece a una serie de medidas llevadas adelante con la coordinación de diferentes ministerios y que comenzó con la demolición de varias casas. Este despliegue fue cubierto por todos los medios de prensa y especialmente por los informativos de los principales canales de televisión en el horario central. Estas disposiciones se han visto como una manera de que el Estado se haga presente en una zona conflictiva, una llamada “zona liberada” de pelea entre bandas de narcotraficantes. Es el “ejercicio responsable pero activo de la autoridad” para “instaurar nuevamente la cultura de la legalidad” según las palabras del sociólogo del Ministerio del Interior, Gustavo Leal. Al ser entrevistados, los vecinos desalojados declararon que habían comprado las casas por cifras que van desde $ 80.000 a $ 100.000. A su vez, afirmaron que estaban en conocimiento que la compra por este método era irregular pero era la única manera de solucionar su falta de acceso a una vivienda. Lamentablemente a pesar de la realización de estas maniobras, se está muy lejos de abordar íntegramente esta problemática. Queda claro que ciertas prácticas ilegales en la mayoría de los casos, son la única opción que le quedan a las personas de bajos recursos. Una vez más, las luces brillantes de los focos no dejan ver las verdaderas y múltiples causas de la marginación, la violencia social, la delincuencia.
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