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Columna Es nuestro tiempo

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 18 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *

Somos la UP. Somos la izquierda que renace, para no desviarse nunca más del rumbo necesario. En estos tiempos, cuando el actual gobierno sólo conserva de “izquierda” una máscara para ocultar su derechización irreversible, cuando el actual Frente Amplio desprestigia las mejores palabras y desprecia la sangre derramada por ellas, cuando todo parece perdido, entonces, por otros caminos, siempre la vida vuelve. La izquierda llegó a nuestro suelo como un lejano eco de la Revolución Francesa. Allá por 1810, nuestra guerra continental de Independencia fue conducida muchas veces por la oligarquía criolla. Entonces, las aspiraciones populares se unieron a los mejores intelectuales, portadores de las ideas radicales que provenían de los jacobinos franceses. Pero fue necesario que la Patria se desarrollara y tuviera el vientre fértil del proletariado para que las ideas traídas por humildes artesanos y obreros inmigrantes fecundaran su esperanza de una vida mejor. La izquierda por aquí empezó siendo eso: un puñado de inmigrantes portadores de ideas anarquistas y socialistas, promotores de centros culturales y del arte lírico y escénico en voces proletarias, que vinieron a hacer la América para todos y no sólo para ellos. Sus hijos criollos y los inmigrantes rurales que buscaban un horizonte mejor, se fundieron en la creciente clase obrera urbana. Y los segundos aportaron a los primeros la memoria casi olvidada de alguien que había dicho, un siglo atrás, que la tierra de “los malos europeos y peores americanos” debía repartirse de tal manera que “los más infelices sean los más privilegiados”. Cuando la izquierda incorporó el artiguismo, la izquierda se hizo rumbo de Patria para siempre, definitivamente. La izquierda nunca excluyó los sueños de los mejores hijos de este suelo que habían actuado bajo otras banderas partidarias; por el contrario, los incorporó, bajo la óptica de los trabajadores. Y nunca se encerró en las estrechas fronteras estatales. Tradiciones artiguistas y obreras convergían en el internacionalismo solidario, que se volvió ante todo internacionalismo proletario. El actual Gobierno de derecha se hunde en el desprestigio y la corrupción, en la venta de nuestro patrimonio, contaminando todo con chorros de desesperanza; pero la derecha tradicional no tiene propuestas propias. La derecha tradicional ha perdido su razón de ser, ante la mayor eficiencia entreguista de la nueva derecha gubernamental. Si retomara las riendas del Gobierno, como sabe que el piloto automático está puesto, ni siquiera se atrevería a modificar la demagogia asistencial del clientelismo político tipo MIDES. Seguiría entregando Patria, recortando y reprimiendo; recortando como ya empieza a hacer el MIDES, en tiempos mundiales de turbulencias, para no tocar los insultantes privilegios de las trasnacionales y los bancos extranjeros. La izquierda además tiene un himno: “la Internacional”. Sustituyó a “la Marsellesa” desde los días de la Comuna de París, allá por 1871. “La Internacional” aludía al partido obrero mundial, fundado por Marx y sus compañeros como “Asociación Internacional de los Trabajadores”. Disuelta bajo el fuego de una durísima represión en toda Europa, renació más potente aún, pero en esta segunda etapa, la “Asociación Internacional de trabajadores” (ahora llamada “segunda internacional”) se volvió conciliadora y pro burguesa. Treparon a su conducción obreros aburguesados que eran comprados por el inmenso flujo de riquezas que los capitalistas obtenían del saqueo de lejanas colonas, semicolonias y países dependientes. Y con el himno de “la Internacional” en los labios, la izquierda verdadera de Europa debió enfrentar y destruir a la “Segunda Internacional”, aquel partido obrero mundial que había conservado un inmenso prestigio por su pasado heroico. Sin enfrentar y derrotar a la falsa izquierda, no había cambio social posible. Esto último lo hemos aprendido bien. Hoy avanzamos con la mano tendida a todos los orientales honestos, de abajo, con la consigna de unidad programática y ética en el seno de la diversidad imprescindible para esta etapa; pero enfrentando en cada lugar la prédica demagógica y entreguista del Gobierno. Como dice el Himno obrero, debemos cambiar al mundo de base hundiendo al imperio burgués. Para ello debemos agruparnos en la lucha final, porque de la lucha final se trata. El planeta no aguantará otro siglo de saqueo capitalista protegido por la complicidad de falsas izquierdas. Este es el tiempo que nos tocó vivir y estas son las tareas de vida o muerte que nos desafían. Es nuestro tiempo.

* Maestro y escritor, dirigente político y candidato por la UP a la Presidencia de la República para las elecciones de 2019.


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