Columna El factor subjetivo
- La Juventud Diario
- 7 ago 2018
- 4 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *
- Fernando aprovecha nuestros encuentros para desahogarse. De joven luchó mucho, fue preso político, y hace unos años mandó al diablo al actual FA (“y eso fue lo mejor que hice”, siempre me aclara). Pero cuando arrojó de su vida el agua contaminada, se le escapó nadando en ella la esperanza. - Fijate -me dice-: La extranjerización de la tierra, la entrega a UPM, la corrupción que ya no se puede tapar, la creciente criminalidad, la contaminación… -y sigue enumerando- el rumbo de firmar los TLCs que desmantelan la producción del país, ese rumbo que blancos, colorados, independientes, no cambiarían en nada… ¡porque esa otra derecha critica la gestión, pero no el modelo! ¿Cómo es posible que la gente no entienda? ¿Por qué la UP no crece mucho más? La primera respuesta que me surge, y reprimo, es decirle a Fernando: “No crecemos más porque la gente como vos todavía no se decide a luchar de nuevo”. Pero no sería una respuesta correcta, aunque tendría una partícula de verdad. Además, el problema ya no es qué hagamos los viejos como Fernando o yo, sino qué pasa con los relevos. Un cambio de rumbo drástico exige sacrificios y, si es un desafío radical al Poder, es una lucha siempre desigual. La primera condición para ese cambio es su necesidad, y la segunda su posibilidad, o sea, un conjunto de condiciones objetivas que la hagan posible. De eso ya tenemos suficiente en nuestro Continente. Pero una Revolución requiere también condiciones subjetivas, o sea: conciencia, disposición y organización popular. 50 años atrás, en tiempos de grandes concentraciones obreras y sindicatos que peleaban en serio, el tránsito de los trabajadores a la lucha política se daba casi naturalmente. En este mundo de hoy, la creación de condiciones subjetivas es un tema más complejo y requiere políticas diferentes, casi personalizadas, para convocar a una población fragmentada y sobre la que se estimula un individualismo manipulado. Para peor, el ejemplo de los viejos izquierdistas reciclados, hoy gobernantes, no es un ejemplo muy edificante. Más vale ser anarquista que parecerse a ellos. Se ha fragmentado la locación del trabajo, se ha fragmentado la vida social y familiar, y han logrado fragmentar las grandes reivindicaciones, las de siempre y las nuevas. Así, por poner un solo ejemplo, hay en algunas ONGs una propuesta de luchar contra la discriminación de género pero sin vincularla a la lucha contra la opresión capitalista, que es la heredera y causante de todas las formas de opresión social. Se pretende que se pueden solucionar los temas de esta naturaleza con consignas correctas pero superficiales. Éstas, al no tocar ningún privilegio, permiten una falsa hermandad entre operadoras derechistas de discurso “feminista” con izquierdistas de la “nueva agenda de derechos”. Hay sectores juveniles, especialmente en el medio estudiantil, que ven en estas movilizaciones con consignas justas pero sin propuestas (“ni una más”, “tocan a una y tocan a todos…”) espacios de lucha por causas justas no contaminados por los viejos políticos. Lo mismo sienten en las acciones por los derechos de LGBT, o en defensa del Medio Ambiente. Para complicar aún más las cosas, el imperialismo no sólo inventa organismos de fachada que dicen defender los derechos de las minorías raciales o de opciones diferentes, sino que los exacerba para hacerlos ver como exclusivos, como si fuera que a través de esas causas aisladas se resuelven los grandes problemas de la Humanidad. Pero aún esta lucha fragmentada no es lo mayoritario; lo mayoritario es el refugio en las redes virtuales, en la filosofía de la resolución individual de los problemas de cada uno. Pero los espacios de interacción siguen existiendo: hay que localizarlos e insertarnos en ellos. Aún en los sectores más desvalidos, aún entre esos niños de los asentamientos más pobres, que ni siquiera tienen la referencia de una mamá, aún entre esos niños que según las estadísticas oficiales disminuyen y que en la realidad se multiplican, aún entre ellos hay elementos tribales, de referencia grupal mínima, que usualmente son los hermanos. Los hermanos, aún los más grandes, aún entrando y saliendo del INISA o del Penal, son la referencia de colectivo primario, colectivo que todo ser humano necesita. ¿Dónde interactúa el pueblo? Espacios barriales y deportivos, economía informal, zonas marginadas, son ámbitos que se multiplican. Pero no abandonemos los ámbitos clásicos, no bajemos los brazos ante la rosca oportunista que controla la cúpula de muchos sindicatos y organizaciones sociales. Hay momentos donde la base los rebasa. El despacho del diputado de la UP es testigo de muchos de esos momentos, especialmente en tiempos de Rendición de Cuentas del Ejecutivo. ¡Si mi amigo Fernando entendiera que no pueden controlarlo todo, que si no bajamos los brazos, pese a todo, venceremos! Hay infinitos ámbitos para preparar las condiciones subjetivas que impulsarán la lucha decisiva del pueblo. Insertos en esos ámbitos, construimos y protegemos el factor subjetivo principal: la confianza en la herramienta política, en la UP, confianza que se construye -o se deja de construir- en la acción de cada día.
* Maestro y escritor, dirigente político y candidato por la UP a la Presidencia de la República para las elecciones de 2019.
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