Columna El papel de la Unidad Popular
- La Juventud Diario
- 2 ago 2018
- 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *
El periodista mira el reloj. La entrevista está terminando y ha expresado a lo largo de ella un interés auténtico. Guardaba para el final, sin embargo, una pregunta clave: -Las ideas que ustedes pregonan son interesantes, pero ¿son realizables? ¿En qué lugar del mundo han triunfado? El mundo parece que les da la espalda, y ustedes siguen… Muchos periodistas nos hacen este tipo de preguntas, y sospechamos que se las hacen a ellos mismos. Vamos por partes. ¿El mundo va hacia un rumbo diferente al que proponemos? Por ahora, sí: en el siglo XXI a la Humanidad se le ha impuesto un rumbo que lleva rápidamente a su extinción. La pregunta debería ser cómo girar 180 grados, para salvarnos entre todos, y que nadie dé la espalda a esta situación y todos la miremos de frente. ¿Luchamos por ideas que han fracasado en otros países? El fracaso de los grandes proyectos sociales y políticos del siglo XX se debió a la inconsecuencia de sus dirigentes y continuadores, que no estuvieron a la altura de la lucha de los pueblos, que abandonaron el magno proyecto de redención de la Humanidad. A fines del siglo XX el capitalismo volvió a envolverlo todo, o casi todo, y generó una nueva maraña de disposiciones internacionales intentando consolidar su inmortalidad. Además bloqueó salvajemente todo intento, por más tímido que fuera, de los Estados que siguieron buscando un rumbo soberano. El capitalismo aprendió. Ahora acelera el saqueo, arrasa con las instituciones nacionales, las subordina a tratados internacionales que permiten el total control sobre los recursos del Planeta y limita las posibilidades de resistencia legal de los Estados y de los pueblos. Nosotros aprendemos también. Y no debemos olvidar los logros sociales, culturales, productivos, que por décadas demostraron que otra forma de vida era posible; que por un tiempo demostraron que otro tipo de organización social, podía funcionar con los medios de producción en manos de los trabajadores. Ahora, en esta confrontación final por la supervivencia, nuestra suerte la decidirá la capacidad de los pueblos para la lucha y para el internacionalismo. Cada cual debe ocupar su trinchera. En el Uruguay, la UP reúne en su diversidad a la gente que tiene plena confianza en que otro camino es posible. En su seno coexisten diversos enfoques acerca de cómo y por qué colapsaron otros proyectos, acerca de qué deben hacer y qué están haciendo los Estados que resisten el total sometimiento al imperialismo norteamericano y al capital financiero multinacional. Pero sobre esa diversidad nos une un Programa sólido y fundamentado, una ética, y un estilo de trabajo con la gente, en el seno de la gente, aprendiendo de la lucha de la gente. De pronto la UP-AP se encuentra como protagonista de hechos políticos de enorme trascendencia para el futuro del Uruguay. Además de que estamos insertos en las luchas populares, ambientales, por derechos humanos y contra toda discriminación, levantamos grupos locales, departamentales, barriales, estudiantiles, para difundir desde ellos nuestro Programa de Liberación Nacional; levantamos la memoria de las luchas y de los mártires, desde Artigas hasta hoy; y demostramos que otro camino es posible y a la vez imprescindible. En el Parlamento, la UP libra una desigual batalla para cambiar los rasgos más negativos de la Rendición de Cuentas. Allí se trata de mitigar los rasgos más siniestros del programa neoliberal del actual FA, y proponer enmiendas de tal sentido común que nadie pueda oponerse sin pagar un alto precio político. Fuimos inflexibles fiscales del uso de los dineros del pueblo en ASSE y ANCAP; y logramos media sanción parlamentaria de nuestro Proyecto de un Plan Nacional de Vivienda Popular porque salimos al encuentro de una necesidad sentida y de un movimiento social organizado. A veces nuestro diputado parece estar solo, y la UP parece (en lo político) una isla de resistencia en un océano de claudicaciones que inundan también a los países vecinos. Pero no subestimemos a los pueblos. Somos muchos más de lo que parece, aquí y en el entorno regional. Es nuestro tiempo. Hay respuestas a los periodistas que no pueden condensarse en una frase. Esa es la diferencia con las consignas demagógicas, que responden exactamente lo que la gente quiere escuchar. La verdad, sin embargo, debe ser traducida en la forma más sencilla, clara y sintética y eso exige un trabajo colectivo. En permanente renovación y actualización, nuestro mensaje sigue siendo portador de principios y vuela hacia esperanzas que se concretarán porque es necesario que se concreten. * Maestro y escritor, dirigente político y candidato por la UP a la Presidencia de la República para las elecciones de 2019.
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