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Dip. Eduardo Rubio: Los TLC son “la libertad para los monopolios, para que hagan del mundo su cancha

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 1 ago 2018
  • 13 Min. de lectura

 “Este es un paso trascendente, decisivo, en la consolidación del modelo neoliberal; es la renuncia definitiva -este es un paso sin retorno- a un proyecto de izquierda, a un proyecto auténticamente progresista”.

Intervención completa del Diputado Eduardo Rubio en Cámara de Representantes el 31 de julio de 2018, durante el tratamiento del Acuerdo de Libre Comercio con la República de Chile.

SEÑOR RUBIO (Eduardo).- Señor presidente: vamos a desentonar un poco con la tónica de las intervenciones anteriores, algunas diría que manteniéndose en la misma tónica de los últimos años de la vida política del país y otras cambiando sustancialmente el contenido esencial del posicionamiento que se ha sostenido. En este camino hay quienes pretenden presentar los TLC como algo inocuo, aséptico, sin un contenido predeterminado. Es más, se los presenta prácticamente como el ejemplo y la expresión más acabada de la modernidad: “Si no apoyás los TLC, estás fuera de la historia”. Por el contrario, los TLC están llenos de contenido. Son una herramienta muy eficaz en la consolidación de las políticas neoliberales. Lo van envolviendo de distinta forma, pero en el fondo son la herramienta por excelencia de consolidación de las políticas neoliberales al servicio del gran capital, de las multinacionales y -perdóneseme que utilice una palabra tan antigua- del imperialismo. No es que los TLC de antes fueran buenos y los de ahora sean malos. No; los TLC siguen siendo lo que son: TLC. No cambian en su esencia; pueden cambiar las posiciones políticas. Además, hay que darles un marco histórico, porque también se los presenta como algo ahistórico. ¿No hay historicidad en esto? ¿Surgieron de la nada? ¿Un día vino alguien que quería hacerle un favor a los pueblos pobres y les dijo: “Muchachos, acá tienen los TLC para hacerse ricos; para que nazcan muchos Bill Gates en el Uruguay, para que le vendamos la leche, la carne o nuestros productos a todo el mundo”? ¡No! ¡Por el contrario! Terminada la Segunda Guerra Mundial, las potencias capitalistas triunfadoras reordenaron el mundo y, después de intentos fallidos, nace el GATT. Ahí arranca, buscando ampliar los horizontes. ¿Para quién? Para los monopolios imperialistas. Cambiando el mundo, cae la Unión Soviética y nace la OMC, y se va un poquito más todavía en esta historia de la liberalización del comercio. La palabra libertad suena lindísima, pero en nombre de la libertad se invaden países; en nombre de la democracia se dan golpes de Estado. El problema no son los nombres formales; el problema son los contenidos. Es la libertad para los monopolios, para que los tratados de libre comercio hagan del mundo su cancha. Hay quienes dicen -organizaciones populares, sociales de América Latina; hay un muy buen material del Movimiento Argentina sin TLC, en el marco de un trabajo hecho con la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (Clate)- que los TLC son como una nueva etapa, un nuevo impulso del nefasto Consenso de Washington. En este marco, y cuando se asume lo que era malo como que es bueno, viene la relativización de las cosas como justificación. “Un TLC con Chile no nos mueve la aguja; no pasa nada”. No; ¡claro que pasa! ¡Claro que un TLC con Chile mueve la aguja! Este es un paso trascendente, decisivo, en la consolidación del modelo neoliberal; yo diría que es la renuncia definitiva -este es un paso sin retorno- a un proyecto de izquierda, a un proyecto auténticamente progresista. Se ha instalado un discurso único, porque no ha habido debate público sino a la interna de una fuerza política. Uno lee la prensa, escucha los discursos en general y el TLC es la tabla de salvación para el Uruguay. Cuando recorremos el país, nos preguntan, asombrados, por qué nos oponemos al TLC con Chile. No solo nos oponemos al TLC con Chile, sino a los TLC en general. Algunos concluyen que nuestro problema es que ideologizamos la cosa, que partimos de una posición ideológica. Diría que, en un exceso de sagacidad, algunos descubren que nuestra posición se basa en una definición ideológica. ¡Claro que sí! Esto parte de una posición ideológica, de una clara definición ideológica, de una concepción antiimperialista, latinoamericanista, artiguista y anticapitalista. Pero ¿acaso quienes defienden los TLC, quienes los impulsan, no sustentan su posición en una clara definición ideológica? ¡Claro que sí! La sustentan en la ideología de la clase dominante, en la ideología dominante que nos marca este como el único camino. ¡Claro, el único camino que sirve a los intereses de las multinacionales! El discurso único se ha impuesto. Tanto es así que hoy quizás esta única voz se exprese en contra. Sé que, en particular dentro del Partido de Gobierno, hay quienes están en contra de esto; están convencidamente en contra, y lo han expresado. Ayer tuvimos una actividad muy buena en el pasaje Acuña de Figueroa del edificio anexo. Entre los panelistas estaba el ingeniero Roberto Kreimerman, exministro de Industria, Energía y Minería del Gobierno de Mujica. Les recomiendo leer la exposición de Kreimerman, mucho más fundamentada que la nuestra, en contra del TLC, en contra de los TLC. Debemos dejar asentada nuestra posición para que se escuche otra voz, para apostar a construir la resistencia en esta etapa, sin importar dónde está cada quien, sino que entendamos que este es un paso nefasto para el Uruguay. Además, la ausencia de debate apunta a ocultar la verdad. Hay en América Latina ejemplos contundentes de las duras consecuencias que los tratados de libre comercio acarrean para los pueblos: la precarización laboral, la primarización de las economías, el saqueo ambiental. Decir que un TLC -además, de última generación- se va a preocupar por el medioambiente y la equidad de género, es digno de una película de Disney. Pero ¡por favor! ¡Miremos al mundo! ¡Miremos a los países que tienen TLC! ¡Miremos el ejemplo de México, precursor del TLC con Estados Unidos! Nadie me podrá decir que México es un país de tranquilidad, de paz, de progreso, de democracia ni que cuida el medioambiente. Más de la mitad de la población mexicana hoy trabaja en la informalidad. El salario mínimo en 2016 era de US$ 117, pero la canasta familiar básica ese año era del triple. Un estudio de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) establece que, en abril de 2016, el 42,3% de los trabajadores recibía menos de dos salarios mínimos; no llegaba ni siquiera a la canasta básica. El 1% de la población mexicana -¡miren cuánta riqueza se distribuye!- concentra el 43% de la riqueza nacional. ¡Ni qué hablar de los derechos humanos, que tanto preocupan en otros países! ¡Hubo 120.000 asesinatos en los últimos diez años! ¡30.000 desaparecidos! ¡Un cuarto de millón de desplazados! Y podría seguir. Con respecto a las privatizaciones, en el año 1981, los activos públicos representaban el 66% de los activos nacionales y, en el año 2015, los activos públicos pasaron a representar el 15% de los activos nacionales. ¡Privatizaciones a mansalva!

Crecimiento explosivo de la deuda pública. Se asentó la dependencia alimentaria de México respecto a los cultivos subsidiados de los Estados Unidos. ¡Y bueno, Estados Unidos subsidia los cultivos! ¿Se acuerdan cuando denunciamos todo esto de México, del drama de los campesinos? Esto no lo hacíamos solo nosotros. La producción industrial en México se caracteriza por el predominio de consorcios internacionales que establecen empresas subsidiarias de ensamblaje o de fabricación de componentes y de productos finales. Más de la mitad de las exportaciones manufactureras de México son de la industria maquiladora. Las maquiladoras llegan con su tecnología, componentes e insumos propios. La industria nacional de México solo aporta el 3% de los insumos. Además, el 70% del sistema bancario en México es de propiedad extranjera. También podemos hablar de El Salvador y del drama de la mercantilización de la salud. Un estudio de la Universidad de El Salvador señala que el medicamento para tratar la hipertensión arterial es cuatrocientas ochenta veces más caro -por el tema de las patentes- de lo que estipula el precio internacional de referencia. Un medicamento para la diabetes es cincuenta veces más caro. Y podríamos seguir. No hay un solo ejemplo de TLC que beneficie a los trabajadores, a los pequeños y medianos productores, a las pymes, ni siquiera en el mundo desarrollado. Ayer un compañero metalúrgico, soldador, que vivió en Canadá, me contaba que, a partir de la firma del Nafta, el salario de los soldadores cayó un 50% porque competían con la mano de obra superbarata de México. O sea que esto no es para los trabajadores, esto no es para los sectores populares; esto es para asegurar el incremento de la tasa de ganancia de los grandes monopolios. Vayamos al TLC que se nos propone. Es de última generación. ¡Son peores! ¿Vieron que las bombas de última generación son mucho más mortíferas que las primeras, que explotaban ahí, en rededor? Esto es igual: los van perfeccionando, van incluyendo más cosas. Dice un estudio que nos acercaron algunos profesionales que este tipo de acuerdo, los TLC de nuevo tipo, presentan cláusulas de nueva generación, nunca discutidas hasta ahora por Uruguay y propias de los acuerdos, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, que apuntan a las regulaciones y no a los aranceles. Esto limita la capacidad de implementar nuevas políticas públicas en sectores claves o en áreas potenciales de importancia estratégica para el desarrollo. En cuanto a los modelos adoptados por el tratado para la regulación de algunos de los temas, incluidos los aspectos sociales y laborales de este son, como lo decíamos, los propios del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Esta es la realidad; el resto es la envoltura. La eliminación de barreras arancelarias, la resignación de las jurisdicciones nacionales, particularmente mediante los procedimientos para dirimir litigios -como el Ciadi- , la garantía supranacional para que las corporaciones transnacionales concreten sus negocios, la extensión de las patentes exclusivas durante más de una década para la industria farmacéutica con la respectiva pérdida de derechos de los países subdesarrollados en cuanto al acceso a los fármacos y a la salud , la flexibilización de toda legislación laboral y el establecimiento de estándares mínimos de protección ambiental son algunas de las cláusulas del denominado Acuerdo Transpacífico, modelo del Tratado de Libre Comercio entre Chile y Uruguay. En cuanto al comercio electrónico, que tanto seduce, se establecen medidas que restringen el desarrollo de políticas en sectores estratégicos para el Uruguay. Por ejemplo, no se podrán establecer políticas para regular plataformas como Uber, Netflix, Spotify, etcétera. No se podrá hacer a partir de este tratado. En el ar¬tículo 8.9, las partes se comprometen a una especie de apertura irrestricta del espacio electrónico que impide pensar en el más mínimo atisbo de reglamentación de estas plataformas. Las partes asumen la obligación de facilitar el comercio electrónico y reconocen la importancia de evitar barreras innecesarias que dificulten el comercio realizado por medios electrónicos. Aquí la libertad de comercio es la religión y los intereses nacionales desaparecen. Hay un tema de riesgo, que es el juego on line. Lo discutimos en la rendición de cuentas pasada. Pensemos en el juego on line, resistido en Uruguay en más de una ocasión por los sindicatos de trabajadores afectados al juego, en el marco de sus luchas contra las leyes privatizadoras que pretendían convertir algunas unidades administrativas en meras reparticiones públicas encargadas de conceder licencias a privados. Si bien en el tema juegos de azar Uruguay se reserva el derecho de adoptar o mantener determinadas medidas, por las normas invocadas en dicha disposición loterías y juegos tradicionales y por el sector en el que se ubica la reserva, “Servicios de Esparcimiento Culturales y Deportivos”, daría la impresión de que se refiere a los juegos tradicionales. Es decir que podría quedar absolutamente liberalizado el juego on line. En cuanto a la propiedad intelectual -escuché en sala que se guardan reservas-, en el texto del acuerdo las Partes se obligan -en caso de no haberlo hecho- a suscribir el convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial y el Convenio de Berna para la Protección de Obras Literarias y Artísticas. Pero lo que más preocupa es que en el texto se expresa: “Cada Parte deberá hacer los mejores esfuerzos para ratificar o adherir al Tratado de Cooperación en Materia de Patentes”. La suscripción al PCT implica el riesgo casi cierto del aumento del número de patentes de empresas extranjeras en Uruguay, consolidando los monopolios de importación y el desplazamiento de industriales del medio. Los datos estadísticos no ofrecen dudas: se ha consolidado una estructura global de predominio por parte de unos pocos países y empresas en materia de patentes. Del total de Estados miembros del PCT, solo tres países, Estados Unidos, Japón y Alemania, representan cerca de 60% de las solicitudes presentadas; solo 5 países representan más del 70% del total y 129 países, los pobres, representan cerca del 8%. También existen riesgos en el tema del derecho laboral porque se toma como base la protección mínima; lo que está por encima de eso es fruto de negociación. Realmente, estamos dando un paso que resigna soberanía, que resigna y posterga derechos conquistados con mucha lucha. Pero quiero hablar del Capítulo 16, Transparencia y anticorrupción, porque esto suena espectacular. O sea que los TLC de nuevo tipo, de última generación, como el Tratado del Pacífico, en el que están Perú, México, Colombia y Chile, están por la transparencia y la lucha contra la corrupción. ¿Estamos hablando en serio? ¿Estamos hablando de México, de Perú, de Colombia? Y también Chile, que tiene un aura espectacular. Adviértase cuál es el contenido de esto. La categoría del análisis que debe ser tenida en cuenta en el estudio de las normas de este capítulo es la del impacto del TLC respecto a la soberanía nacional. Véase que en el capítulo que refiere a la transparencia, las Partes acuerdan la obligación de informar a la otra Parte en forma previa a la adopción de normas, procedimientos o reglamentos que se emitan a nivel central de gobierno, relativas a los asuntos contemplados en el TLC; es decir, sobre temas claves y estratégicos desde el punto de vista económico y social del país. Si tenemos en cuenta la amplitud de las normas contenidas en el Tratado que además se rigen por excepciones negativas; entra todo lo que no está prohibido , diríamos que todos los temas atinentes a la economía del país están englobados en esta obligación de transparencia; es decir, cualquier asunto cubierto por el presente acuerdo que probablemente afecta el comercio entre las partes. La transparencia tiene que ver con los intereses de los monopolios, no con los intereses de los negocios; por eso los nombres son tramposos. Podría seguir leyendo este informe sustancioso que nos acercaron los compañeros que han trabajado en él, pero voy a ir sintetizando porque no sé cuántos minutos me quedan. (…) Señor presidente: el paso que estamos dando trasciende largamente la importancia de un TLC con Chile, que ya es grave. Diría que es una definición de índole ideológica. Damos este paso: “Muchachos, ya está. Ahora sí estamos decididamente en este camino”. Ya estamos en el camino que nos marca el interés del gran capital, de las multinacionales, decididamente neoliberales. Además, este es el fin de un proceso. Capaz que ahora uno ve, con el diario del lunes, lo que venía pasando. Se ha venido pavimentando esta autopista, que forma una larga cadena de TLC, que empieza en Estados Unidos, pasa por Chile y, ahora, termina en Uruguay, en la que se ha ido avanzando en facilitar que se derrumben barreras. Las privatizaciones y las tercerizaciones que están presentes hoy en la política llevada adelante por el Gobierno han sido denunciadas por los trabajadores de Ancap, de UTE y de otras empresas públicas. Se van privatizando y tercerizando paso a paso nada menos que este tipo de empresas. También podemos hablar de la ley de riego, que es la privatización del agua, de su adecuación jurídica. Tampoco es casual que se haya dado un gran impulso para la aprobación del CPP, que es el mismo que rige en Chile, en Colombia, en México, en Estados Unidos. ¡Y que me hablen de la paz en Colombia, en Perú, en México! No es que pacifiquen y mejoren la justicia, sino que hacen homogéneo el camino para el tránsito de los capitales que vienen decididamente a someternos a su poder. Decíamos que este es un paso decisivo en la consolidación de este modelo. ¿Por qué con Chile? ¿Cuál es su papel? Porque nos venden a Chile como el país de las maravillas, el del desarrollo económico, el del primer mundo. Nosotros vemos otro Chile, donde los estudiantes mueren en la calle luchando contra la privatización de la enseñanza; donde los trabajadores salen a luchar para recuperar la seguridad social, que hicieron añicos. De Chile importamos las AFAP. Ese modelo neoliberal chileno es hijo de las bases que, a sangre y fuego, sentó Pinochet. La dictadura en Chile vino a derrocar un gobierno socialista y a instalar las bases de este modelo neoliberal, plenamente vigente. No ha habido gobierno que lo modifique; al contrario, uno tras otro, “progresistas” -entre comillas-, conservadores de verdad, lo han ido consolidando. Chile oficia como puente, como nexo, para ir incorporando al resto de los países a esta economía al servicio de las multinacionales, al servicio del imperio. Por eso Chile; por eso no es intrascendente el paso que se está dando. Hoy, algunos legisladores expresaban honestamente la alegría del paso que hoy se está dando. En algunos sectores, esto tiene coherencia con la historia o, por lo menos, con la de los últimos tiempos. Para nosotros, hoy es un día triste para el Uruguay; un día de luto para nuestro pueblo. Sabemos que esta voz, que de repente suena solitaria, no está sola. Seguramente, en esta sala, muchos piensan lo mismo y fuera de aquí, muchos más. ¡Ni qué hablar en América Latina! Pensemos en los mapuches que están en las cárceles chilenas por defender sus tierras; en los pueblos originarios de Perú, masacrados en la selva por el avance de las multinacionales; en los estudiantes mexicanos desaparecidos en Ayotzinapa; en los dirigentes sociales asesinados en Colombia. Este es el camino que estamos emprendiendo; a ese mundo nos estamos atando; a esa bandera nos estamos sumando. Como dijimos antes, con mucha convicción y con coherencia, volvemos a decir ahora que los TLC no cambiaron, siguen siendo una herramienta al servicio del interés de las multinacionales y tajantemente opuesta a los intereses de los pueblos. Hoy nos estamos amputando posibilidades para establecer un país con desarrollo nacional, con trabajo. Miren que cuando hablan de que crecieron las exportaciones de origen agropecuario, por ejemplo, en México, son las del agronegocio. En México los que están en la ruina son los campesinos. Ese es el camino que estamos emprendiendo y, por eso, señor presidente, el voto de la Unidad Popular, con mucho orgullo y con mucha firmeza, es negativo a este tratado. Gracias, presidente”.

Alusión del Dip. Caggiani (MPP) SEÑOR RUBIO (Eduardo).- Señor presidente: se hizo una clara alusión a nuestra intervención, calificada generosamente de panfleto. Creo que algunos deberían enterrar historias de panfletos porque lo que dijimos acá es lo que históricamente se dijo; capaz que ahora son panfletos. El mundo ha cambiado: profundizando el modelo que combatimos. Que yo sepa, esencialmente el mundo no ha cambiado. El imperialismo sigue vigente. ¡Nunca hablé de imperialismo chileno! Capaz que hay que atender más cuando uno habla. Hablé de Chile como peón del imperialismo; hablé del Chile pinochetista, que sentó las bases de este Chile de hoy. Entonces, me parece importante que se entienda lo que uno dice. Obviamente, todo el mundo tiene la libertad de calificarlo, pero para justificar las volteretas ideológicas no alcanza con calificar: hay que fundamentar y tener cierta coherencia en el pensamiento. Sostenemos lo que decimos con la humildad de pretender expresar un pensamiento; leímos estudios de gente que sabe. Aprovecho para hacer una aclaración. Acá se dijo que en el consejo laboral participaban los trabajadores. ¡No es así! Participan representantes institucionales del Gobierno, vinculados a temas laborales; los trabajadores están ajenos a ese consejo. Creo que algunas intervenciones anteriores desalojaron la poesía del medio ambiente, de la equidad de género y de las pymes porque eso es envoltorio. La realidad de un TLC es abrir camino al capital monopólico, a las multinacionales. Esto no es panfleto; es la realidad. Es la realidad, y no podemos ocultarla con un dedo. Además, están las experiencias de los TLC. ¡No estamos hablando en abstracto! ¡Estamos hablando de la realidad! No hay TLC en abstracto; son una herramienta, como los tratados de protección de inversiones, como el TISA. Entonces, lo que se debe explicar es por qué antes eran malos y ahora son buenos, como el Fondo Monetario. Y esto no es panfleto, esta es la realidad. Acá vemos un consenso muy grande; hasta ahora, a excepción nuestra. Viene muy bien aquello de quién vota con la derecha o quién vota propuestas de derecha. Nosotros seguimos votando como habríamos votado hace diez años, porque el mundo cambió, pero no para mejor: ¡para peor! Cuando hablamos de liberación nacional y de socialismo, debe estar implícito que queremos cambiar ese mundo y no asimilarnos a él.

Gracias, señor presidente.


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