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Columna: El privilegio es la muerte del Socialismo

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 20 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

Escribe: Prof. Andrés Freire

Nicaragua duele, como duelen muchos otros países de nuestra América y como en su momento nos dolió y mucho lo que sucedió con nuestra propia deriva neoliberal, “mal gestionada” y todos los días un poco más autoritaria. Las señales pequeñas son el anuncio de las señales grandes, el punto donde no hay vuelta atrás, y se ha llegado a un lugar de no retorno, la comida, y la forma en cómo se comparte o no es una de estas señales. El pan, ese símbolo de harina sal y agua, es compartido un símbolo de fraternidad, de igualdad, de cultura comunista, pero cuando unos comen polenta con tuco y otro spiedo con noisette, uno se da cuenta que algo no funciona, y presagia el destino del comensal en solitario. Y no nos referimos a lo que cada uno pueda comer o no en su hogar, sino a las comidas que son parte de un colectivo, haciendo la salvedad de que exista la excepción de quien debe guardar una dieta específica por salud, al ser por ejemplo celíaco o diabético. Días pasados como ya lo he contado, concurrí a la inauguración de un nuevo local en la ciudad de Maldonado. El compañero Joselo hizo una cazuela de matambre que nada tiene que envidiar a los mejores restaurantes del país, donde come la alta burguesía. No, yo nunca concurrí a un lugar de esos, pero por mi trabajo sí conozco algo de alta cocina, tantos años en el entorno de la Gastronomía en la UTU y eventos sucesivos, algo le enseñan a quien tiene interés. En el momento del almuerzo, todos compartimos lo mismo, cuando digo todos me refiero también a nuestro diputado Eduardo Rubio y uno de sus suplentes Carlos Pérez. Ese pequeño acto es parte de nuestra cultura, de la cultura de la Izquierda; ellos no se fueron a un restaurante a probar otro menú, compartieron la mesa con el resto de los militantes. Esto es algo que no debería sorprender, pero es de destacar porque como hemos dicho es en la comida, en qué se come, cómo y con quién, donde podemos ver las primeras señales de la deriva hacia el privilegio y la búsqueda del poder, no para la clase trabajadora y el pueblo sino por el poder mismo. Con un acto tan sencillo, una mesa compartida por diez compañeros y compañeras del veintiséis, el veintiséis probó, probamos que nuestro discurso es real, que no existen privilegios, que somos capaces de compartir el mismo pan, es una clase de Socialismo práctica, que anuncia que habrá errores y equivocaciones pero que no habrá tarjetas corporativas, acomodos, amiguismos. El privilegio para unos pocos es la muerte del Socialismo, las dos piñatas terribles que protagonizó en su momento el sandinismo; la primera frente a la derrota electoral y la segunda con las privatizaciones determinaron el derrotero final y el punto al que se ha llegado ahora, que es el mismo camino que está recorriendo el progresismo, la imposición de un programa neoliberal disimulada por la adopción de políticas asistencialistas destinadas a crear una clientela electoral por abajo, y el florecimiento como hongos después de la lluvia de una capa gerencial privilegiada, “la clase de gente a la que no se le puede pedir tanta poesía”. Salus populi suprema lex est. (“Que el bienestar del pueblo sea la ley suprema”)


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