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Columna El miedo como herramienta electoral

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 25 jun 2018
  • 4 Min. de lectura

Aníbal Terán Castromán *

¿Por qué están cerrando cárceles en países como Noruega, Holanda, Suecia, Finlandia y Dinamarca? ¿Es porque anduvo por ahí Giuliani vendiendo su receta de mano dura? ¿Reformaron la Constitución para habilitar allanamientos nocturnos? ¿Sacaron los militares a las calles? Nada de eso, la clave está en la rehabilitación. La reincidencia criminal en Noruega es del 20%, la tasa más baja del mundo. En EE.UU. el 76% de las personas que salen de la cárcel regresan a ella. Mientras en las cárceles de USA que acá imitamos, los presos se perfeccionan en delinquir, en las cárceles de los países más seguros, los presos se rehabilitan. ¿Por qué imitar a los países donde el crimen crece en lugar de imitar a los que logran abatirlo? (BBC, “Por qué Noruega es el mejor país del mundo para estar preso”, 17 marzo 2016). El debate sobre seguridad pública es muy atendible. Como proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.”(París, 10 de diciembre de 1948) Sin embargo, no hay unanimidad respecto a cómo garantizar este derecho a todos los habitantes del planeta.

Hay quienes toman esta cuestión con intencionalidad electoral, tratando de sacar provecho personal y partidario. En una conferencia pronunciada en la Universidad de Bahía, Brasil, en la presentación de su libro “Las redes del poder”, en 1976, el brillante pensador francés Michel Foucault decía refiriéndose a este tipo de personas: “Saldría mucho más barato y sería mucho más fácil educar en vez de encarcelar, pero no, necesitan del miedo para poder gobernar. “En el mismo sentido decía la escritora española Concepción Arenal a fines del siglo 19: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”.

Gonzalo Abella, precandidato presidencial de Unidad Popular, no está tratando de cosechar votos alentando el miedo, por eso hace un planteo totalmente diferente al de otros precandidatos: “La violencia creciente es síntoma de una sociedad enferma, y tiene causas estructurales cuyos responsables las intentan ocultar. El saqueo ambiental de las trasnacionales, combinada con la impunidad por arriba, en el marco de un capitalismo dependiente y sometido; el asistencialismo sin salida, el desempleo endémico entre mega proyecto y mega proyecto, el aturdimiento consumista, todo el panorama siembra desesperanza y descomposición social.” (La Juventud, 12 de junio 2018)

Yo creo que Abella tienen razón al ubicar el asunto de la inseguridad pública como un síntoma del problema al que debemos atacar. El aumento del número de delitos y la violencia con que se perpetran, son la fiebre que nos indica que el paciente está mal. Bajarle la fiebre es una medida necesaria, pero de nada servirá sino diagnosticamos la enfermedad que la origina. Tratar el aumento de la delincuencia con antifebriles es lo que proponen algunos, mientras otros creemos que hay que atacar el origen de la infección. Gustavo López, compañero de fórmula presidencial de Abella, dice: “Nosotros creemos que no hay mayor antídoto contra la violencia que el trabajo. Entonces nosotros decimos, contra la violencia trabajo, contra la violencia educación de calidad y para todos.” En una entrevista publicada por “Resumen Latinoamericano” el 28 de abril de 2016, agregó: ¿Acaso un Plan Nacional de Viviendas con posibilidades de empelar a 15.000 personas, con posibilidades de construir entre 5.000 y 7.000 viviendas al año no sería un impacto muy fuerte sobre las cuestiones de la inseguridad? Detener el éxodo rural e intentar que esas familias no abandonen el campo para venir a aumentar la población de los asentamientos irregulares. ¿Eso no es una medida contra la inseguridad? Lo que se plantea como paliativos, podrán maquillar la realidad, pero la enorme distancia que existe desde el punto de vista material entre los que pueden vivir con dignidad y los que pasan penurias para alimentarse ellos y su familia no se disfraza con policías en la calle.”

Sabiendo que este discurso generalmente es descalificado por algunos supuestos pragmáticos, decía López en esa nota: “Yo me resisto a esa idea de que lo concreto es la represión y lo abstracto es lo que planteamos nosotros. No, no, no, lo que planteamos nosotros es muy concreto; muy concreto e inmediato, aquí hay que reactivar la producción nacional, hay que invertir decididamente en una educación pública de calidad, hay que invertir en un deporte no mercantilizado sino al servicio de la promoción de un ocio creativo, de la salud física, etc. Esas son medidas muy concretas.”

En el mismo sentido decía Mario Rodríguez Cobos, principal referente del Partido Humanista, en su libro “Cartas a mis amigos” en abril de 1993: “Los humanistas no son ingenuos ni se engolosinan con declaraciones propias de épocas románticas. Actúan apuntando a las transformaciones que creen más adecuadas y posibles en este momento que les toca vivir.” Lo que está pasando en países como los nombrados que exhiben admirables tasas de rehabilitación demuestra que lo que decían Concepción Arenal y Michel Foucault, puede funcionar.

Personalmente cada día me convenzo más de que hay que atacar la raíz del árbol de la delincuencia, porque no basta con solamente podar sus ramas. Y me desagrada ver cómo se usa el miedo como herramienta electoral. * Miembro Pleno del Partido Humanista, integrante de Unidad Popular.


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