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Columna Artigas y la democracia popular

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 20 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *

Democracia significa que el “demos” (el pueblo) gobierna. El problema es qué entendemos por pueblo y cómo se entiende que debe expresarse su voluntad. En la Grecia clásica, los esclavos no eran parte del pueblo. En nuestro Estado todos votamos, pero no todos tenemos la misma plata para invertir en publicidad electoral y en otros rubros esenciales que van desde recorrer el país, hacer gestiones legales complejas e imprimir las listas. Por otra parte, muchos liberales piensan (y pocos lo dicen) que es un error populista meter gente simple en el Legislativo; que las leyes son asunto de abogados, y que la democracia consiste en darle al pueblo el derecho a elegir ente los diferentes grupos de abogados que presentarán los diferentes partidos. Por encima de los liberales inocentes, los tecnócratas más vinculados al Poder Mundial, tienen una idea aún peor: cuanto más simples y maleables sean los parlamentarios “de relleno”, más fácil es devaluar el Poder Legislativo y fortalecer el poder verdadero detrás del trono. Actúan desde las sombras, moviendo con plata las estructuras partidarias, para dejar sólo en la Cámara Alta dos o tres voceros que sean ideólogos calificados y locuaces del poder real, servidos por el coro de los que están allí porque quieren hacer carrera en la política. Además con parlamentarios desconocedores de los resortes del Poder, es más fácil crear súper ministerios como la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, institutos autónomos que quedan por fuera del control parlamentario, o derivar empresas del Estado a la órbita del derecho privado. Ya en el siglo XIX, F. Engels advertía con ironía: nos dejan la libertad de elegir quién nos va a explotar los próximos cuatro años. Los movimientos revolucionarios auténticamente populares intentaron cambiar este estado de cosas y acabar con la manipulación demagógica de las clases altas. Comprendían claramente que toda estructura formalmente democrática era preferible a una dictadura abierta, y partían de esta segunda opción; pero aspiraban a superarla, a construir sus propios mecanismos de expresión y de poder. En el África colonizada y esclavizada del siglo XX, a veces la revolución popular aspiraba a entronizar un Rey nativo, que devolviera a los consejos de ancianos el poder real. En toda lucha anticolonialista sin embargo, siempre aparecía el factor federal, no como oposición a la unidad política y territorial, no como renuncia a una planificación central, sino como salvaguarda de derechos locales. El Congreso de la Liga Federal de los Pueblos Libres que tuvo lugar en Entre Ríos el 29 de junio de 1815 tuvo esta brújula auténticamente popular. “Que cada pueblo indio envíe su representante” escribió con ese motivo Artigas al Gobernador de Misiones; “usted procure que sea gente de algún entendimiento pero que cada uno obre según le parezca”. El Congreso adoptó como modelo de gobierno, para las seis provincias por entonces federadas y participantes en el Congreso, las Instrucciones que en 1813 habían llevado los diputados orientales a la reunión interprovincial de Buenos Aires. El concepto de democracia desde abajo, con diputados destituibles en cada momento y en forma directa, que a su vez estaban mandatados para elegir el gobierno central y delegar en él sólo lo que su pueblo le autorizara, sintonizaba plenamente con una frase que Artigas había expresado en 1813, al volver de la dura pero luminosa experiencia colectiva del Éxodo: “mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana”. Los liberales gustan recordar la primera aseveración (hasta la “y”) para legitimar su autoridad pero olvidan que esa autoridad debería cesar ante la presencia soberana de sus electores. Si uno lee las disposiciones legales, los textos jurídicos, y hasta las citas de doctrina que inspiran las decisiones en la época de la Liga Federal, se advertirán ciertas contradicciones formales. Estas contradicciones se deben en parte al vértigo de un proceso que va creando doctrina y jurisprudencia sobre la marcha, pero también se deben a la lucha de clases a veces sorda, a veces abierta, en el seno de la Liga. Pero si se toma cierta distancia histórica se ve cómo se consolida la alianza de los desposeídos, las etnias discriminadas y los hacendados pequeños contra el colonialismo y la oligarquía independentista. Nadie debatió sobre partido único o pluri partidismo en el congreso de 1815. Se habló de temas mucho más trascendentes para los pueblos y para su poder soberano.

*Maestro, escritor, dirigente político, candidato a la Presidencia de la República, para las elecciones nacionales de 2019


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