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19 de junio, natalicio de José Gervasio Artigas: El Artigas en que creo

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 18 jun 2018
  • 2 Min. de lectura

Por Aníbal Terán Castromán

Hay un Artigas de bronce al que equivocadamente se le atribuyen vínculos con la fundación del Estado Uruguayo, hecho ocurrido en 1830 con el que nada tuvo que ver. Ese Artigas es el del cuadro que lo muestra parado en la puerta de la ciudadela con aire militar, es el que se reduce a un busto en las plazas de todo el país, es el héroe fundador de una “uruguayés” que no comparto. Esa versión de Artigas responde a la necesidad de reivindicar una fragmentación de América que nunca estuvo en el pensamiento artiguista. Es una tergiversación histórica a la medida de los intereses de sus enemigos. El Artigas en el que yo creo es otro. Es el que describe Dámaso Antonio Larrañaga en su Diario de viaje, cuando lo visitó en Paysandú, en junio de 1815: “En nada se parecía a un General”. Augusto de Saint Hilaire, naturalista francés que también estuvo con él, escribió que Artigas tenía “las mismas costumbres de los indios, cabalgando tan bien como ellos y viviendo del mismo modo.” Pedro Sáinz de Cavia, afirmó que Artigas “siempre ha permanecido en campaña”, y Domingo Sarmiento, otro de sus detractores, apunta también que “no frecuentó ciudades nunca”. Me gusta especialmente la descripción que hace el historiador José María Rosa: “nadie conocía e interpretaba a sus paisanos como él”. El libelo redactado por Sáinz de Cavia, lo define como un “capitán de bandidos”. Sarmiento lo retrató como un “contrabandista temible”, que llegó a conducir “las indiadas” hostiles a la civilización. Bartolomé Mitre comenzó a escribir una biografía de Artigas que dejó inconclusa, en la que lo llamó “caudillo del vandalaje”, el “jefe natural de la anarquía permanente”, y vio en sus montoneras la expresión de una “democracia semi-bárbara”. El teniente coronel Curado, que viajó al río de la Plata en misión diplomática, describió a los hombres bajo el mando de Artigas como una tropa “formada con facinerosos, indios y malhechores”. Para Vicente Fidel López, era un “bandido fuera de la ley común de las gentes” que “barbarizó la guerra”. Esas descripciones tan descalificadoras y despreciativas de sus copetudos adversarios que veían en él un obstáculo a sus planes, reflejan un modo de pensar aún existente entre quienes rechazan su proyecto político basado en la premisa de que “los más infelices sean los más privilegiados”. El Artigas en que yo creo lo define muy bien Carlos Maggi: “es un ser de otro mundo, del mundo charrúa, que era un mundo moralmente superior.” El mismo autor dice: “Mi conclusión de gringo testigo de esto, no afectiva sino aplastantemente racional, es que el grupo humano llamado charrúa, que habitó en la sierra del norte del río Negro, tenía unas cualidades morales muy superiores y diferentes de la cultura europea desde el punto de vista de la ética, aunque desde el punto de vista de la tecnología fueran mucho más atrasados. No fundían los metales, no conocían la rueda, pero está probado que cuando un charrúa daba su palabra la cumplía o moría, y cuando otro daba su palabra y no cumplía, también moría”. Es en ese Artigas charrúa en el que yo creo y así lo recuerdo al cumplirse este 19 de junio un nuevo aniversario de su nacimiento.


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