Centro Cultural autogestionado en el COMCAR El Almendro: un espacio de libertad en el encierro
- La Juventud Diario
- 15 jun 2018
- 6 Min. de lectura





Desde hace un año y medio, 12 talleristas honorarios trabajan 8 horas, 6 días a la semana con 350 reclusos en un proyecto autogestionado que genera espacios culturales, educativos, recreativos, deportivos y de oficios. El viernes se manifestaron frente al Parlamento: reclaman algún tipo de apoyo para poder comenzar en julio el próximo semestre. “Lo que nosotros queremos defender es este espacio”, explicó Rocío Morales, en entrevista con La Juventud.
Cómo surgió El Almendro
El proyecto El Almendro surge a raíz de la necesidad de espacios culturales. En lo particular, surge a fines de 2016, como una práctica. Rocío Morales era ya docente de literatura en el COMCAR, y empezó a trabajar en los módulos dando talleres literarios. A partir de esa necesidad escribió el proyecto, y tardó varios meses hasta lograr el aval para poder funcionar, lo que se concretó terminando el mes de diciembre. Durante enero y febrero de 2017, junto a un par de estudiantes que Rocío había conocido en ese espacio educativo, empezaron a arreglar un lugar que estaba totalmente abandonado en COMCAR, y en marzo comenzó a trabajar con un solo taller del que participaron 40 personas.
El Almendro hoy
A partir de allí se conformó un grupo de talleristas, que actualmente son 12 y trabajan de lunes a sábados de 9 a 17 horas con unas 350 personas de todos los módulos de la Unidad, menos con el Módulo 12, que es un módulo de aislamiento. “En este semestre lo que más tratamos de hacer hincapié trabajar con el Módulo 8, que es uno de los que está en peores condiciones”, comentó Rocío. El centro cultural ofrece distintos tipos de talleres; de música, de electricidad, de peluquería, de basquetbol… “Algunos son más de tipo cultural y otros que son más de oficio”.
Cómo se sostiene
Los talleristas trabajan de forma completamente honoraria, no tienen viáticos, no tienen horas docentes, y ellos mismos procuran y llevan todos los materiales necesarios. “Lo sostenemos totalmente a pulmón”. Justamente, el pasado viernes los talleristas de El Almendro realizaron una concentración en las afueras del Palacio Legislativo, dando a conocer su trabajo y “para conseguir recursos mínimos que precisamos para poder continuar trabajando”. El próximo viernes 22 de junio es el cierre del primer semestre de 2018, donde realizarán una muestra, y a partir de la movilización que realizaron esperan obtener alguna respuesta para poder a mediados de julio arrancar el segundo semestre.
Resultados y valoraciones
Rocío Morales conversó con La Juventud sobre esta experiencia única en nuestro país, y que se va consolidando, evaluando y regulando sobre su propio desarrollo. “Nosotros lo que hemos observado es que la cárcel es un espacio que está totalmente deshumanizado, y donde la persona tiene en cierta forma que censurar su sensibilidad, porque la sensibilidad es síntoma de debilidad. Entonces El Almendro funciona como un espacio de libertad dentro de ese encierro. Cada persona que llega ahí, no solo se puede expresar libremente sino que cuando acude a los talleres adquiere hábitos propios de la socialización: el trabajar en equipo, en el respeto por el otro, escuchar, valorar la opinión del otro, compartir. Nosotros hemos notando en este proceso que venimos haciendo, que cuando la persona se siente capaz de producir, vuelve a recuperar su dignidad como individuo; y eso hace que se refuerce su autoestima y eso cambia la perspectiva propia en sí de la vida”. Esto ya se va pudiendo constatar con la realidad: “Nosotros con algunos de los estudiantes que han pasado por el centro con los que tenemos contacto y que ya han salido de la unidad… no voy a decir que pasa en todas las situaciones que mágicamente El Almendro funciona como rehabilitador, sino que podemos ver que la persona se siente identificado con el espacio, se apropia del lugar. Eso hace que se sienta diferente, que encare su situación, su problemática, su conducta de otra forma”.
El afuera
En estos 18 meses de trabajo, El Almendro ya no solo trabaja dentro de la Unidad, sino que intenta darle continuidad a la persona en el marco del proyecto. “Aunque afuera obviamente, nosotros todavía no estamos preparados para abordar el afuera, pero tratamos desde nuestro humilde lugar de hacer un seguimiento de la persona, ayudarlo a hacer un currículum, juntarnos afuera, ayudarlo a repartir, contactarlo con algún refugio si no tiene familiares que lo reciban. Tampoco dejar sola a la persona en ese proceso”. Una de las cosas que hicieron mucho hincapié durante su movilización el viernes 8, “es que si bien la educación es un derecho -obviamente establecido en la ley-, nosotros consideramos que también la educación a su vez es una política de seguridad”, manifestó Morales. “Cuando vos le das a la persona durante su privación de libertad herramientas para la convivencia cotidiana y después para el futuro egreso de la Unidad, evidentemente ese proceso de privación de libertad acorta la brecha entre la persona privada y el resto de la sociedad. La educación en ese enclave, de la importancia como herramienta para la convivencia, no solo para el afuera. Y que como sociedad entendamos que la cárcel es un problema de todos y no solamente de las personas competentes al sistema carcelario”. Rocío agregó que esta es la idea de “por qué nosotros defendemos este lugar y consideramos que es necesario: no solamente viéndolo desde el lado de la persona privada de libertad sino del lado del resto de la sociedad, de cómo nosotros afuera de ese lugar también precisamos y necesitamos que se trabaje con esas personas. Eso es lo que nosotros queremos defender, este espacio”.
Recursos para educación
Estamos en tiempos de Rendición de Cuentas, y es importante tener en cuenta que ante la apertura de la mega cárcel de Punta de Rieles -un emprendimiento privado bajo la modalidad de PPP (Participación Público Privada)-, que hace un negocio de la privación de libertad y utiliza al recluso como mercancía, pretende mostrarse como ejemplo de rehabilitación. Sin embargo, los recursos destinados para educación en el sistema carcelario no se han incrementado para este centro de reclusión con unas 1.600 plazas disponibles, sino que se redistribuyeron los que ya habían, retaceando recursos del resto de las unidades. Los centros educativos formales como lo hay en COMCAR que funciona ANEP (primaria y secundaria), tienen un espacio que es propio de la unidad y funciona en la horma jerárquica. Sin embargo El Almendro es otra cosa. “Hoy por hoy no hay en el país un centro que funcione en esta órbita: de personas que son civiles, autogestionado -nosotros tenemos autogestión- y que tenga autonomía”, nos mostró Rocío Morales y destacó que “además tenga un espacio propio”. “Nosotros como que funcionamos diferente, justamente porque no hay antecedentes, como que nos vamos autorregulando”.
Contexto diferente
Rocío trabaja como docente, pero no en el COMCAR. Actualmente lo hace en dos centros de INISA y en el Liceo N°52 de Villa García. Conversamos con ella sobre las diferencias que se presentan entre los espacios convencionales y en un contexto de privación de libertad para el hecho educativo, con mayores dificultades en algunos aspectos, y más propicios en otros. “Una de las grandes diferencias es que en el afuera los adolescentes y los adultos tenemos un montón de ofertas audiovisuales, culturales que todo el tiempo nos hacen no detenernos, no pausarnos, no aprovechar el momento”. Mientras tanto, “Cuando uno está en la cárcel -sobre todo lo vemos en los talleres-, la mayoría lo único que tiene para hacer a la semana es concurrir al Centro Cultural. Cuando van, ese tiempo siempre es mucho más aprovechado que si eso fuese en otro lugar. Evidentemente el encierro potencia las ganas de asistir, las ganas de participar, las ganas de hacer, de crear. Siempre nos pasa que las personas que van a hacer talleres -esporádicos a veces o en instancias puntuales siempre nos dicen que es increíble que uno venga acá y se sienta tan libre, que se sienta tan respetado y tan valorado, mucho más que en la calle. Y es así, tal cual. Siempre hay de todo, pero en general es un lugar que si bien te encontrás con las dificultades de la continuidad, con las dificultades propias del sistema carcelario: si hay requisas no salen, si hay niebla no salen, te encontrás con un montón de problemáticas que son propias del sistema. Pero pese a eso, cuando hablamos de los estudiantes que son los que están privados de libertad, en general siempre hay una buena disposición para las actividades educativas”.
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