Opinión Regular
- La Juventud Diario
- 4 jun 2018
- 5 Min. de lectura

por Yanko Silva
Para esta administración todo debe ser regularizado, todo debe estar bajo un reglamento, todo debe estar medidamente controlado. La historia de cualquier parte de la batalla sin importar banderas e ideales siempre ha sido y será con bases de un lado oscuro en su causa. Cientos de miles han dejado toda su vida por alguna razón y cuando el objetivo se logra por medio de algún nuevo reglamento o ley se modifican las bases, al menos por ahora. Acá se peleó durante años para que la izquierda pudiera guiarnos a una mejor vida y hoy los reglamentos hacen de nosotros meros esclavos de esos mandatos. Acá el capitalismo no necesitó invadirnos, sino que le dejamos abierta la puerta para que entrara con todo el peso. No somos partícipes de su forma de administrar, no obstante en parte responsables. Y así y todo no nos levantamos sino que protestamos y en cada una de nuestras reivindicaciones ellos observan nuestra estrategia y sacan nuevas leyes para que no volvamos a hacerlas. Esencial, todo es esencial sí, pero más esencial es que el pueblo tenga un verdadero poder de decisión y no sentir como que la bota sólo cambió de color. ¿Qué hacemos cuando sabemos la realidad y solo nos quedamos con el consuelo de llevar el sustento a la casa? ¿No hacemos nada? Sí, llamamos a otra marcha donde el próximo diálogo será una vez más beneficioso para los que tienen el poder. Moldear a gusto y placer los caminos que se pretenden realizar es una manera de disfrazar el real contenido. La demagogia nos invade y pocas veces entendemos el mensaje de fondo. Seguimos cayendo en el cuento aquel que decía: “los impuestos no subirán” y luego de la victoria lo primero en subir son los impuestos, con la excusa de que hay que levantar el país. Agachamos la cabeza y volvemos a confiar y seguimos esa idea para ayudar a los que menos tienen, pero cuando llegamos al arco iris el duende nos dice que ya no le quedan monedas de oro pues los impuestos también lo alcanzaron a él. En esa vorágine de acapararlo todo, me acuerdo de aquel refrán que dice: “en el reino de los ciegos el tuerto es el rey”. Antes de que ganara el Frente Amplio un día como tantos, estábamos con un compañero en la feria de los domingos del Parque Rodó, donde los inspectores no nos dejaban cantar y vender nuestros discos, o en el mejor de los casos nos dejaban hacerlo pero no podíamos solicitar aporte alguno al público presente. Un domingo como tantos pasó con su comitiva Raúl Sendic, repartiendo volantes y saludando a la gente, cuando me estrechó la mano y yo le dije: “fuerza, vamo’ arriba y a no fallar”, a lo que él respondió: “gracias podemos ganar”. Los inspectores ese día hicieron la vista gorda y pudimos seguir cantando y vendiendo nuestros discos. Regulemos la torta frita, regulemos las artesanías, regulemos a los artistas y así continúa la lista. Sin tener en cuenta que mucha gente quiere estar por fuera del sistema, de hecho por ello mucha gente ha optado por esos estilos de vida, más allá que en algunos casos no haya quedado otra opción, se toman medidas arbitrarias pensando en que el trabajador tiene esos derechos, cuando no es más que una pantalla para que él mismo meta plata para llenar las arcas del Estado, con el pretexto de jubilarse, cuando hay cientos de casos donde no se reconocerán los años ya recorridos de cierta actividad y donde no darán los años para tener ese beneficio. ¿Cuál es este objetivo? Simple, regular para recaudar. Han cerrado muchísimas fábricas porque no pudieron sostener ese modelo de recaudación y ha quedo una gran parte de la población sin trabajo. Los que tienen más fuerza y algo de dinero o alguna profesión optan por irse a otras tierras, y los que no terminan en alguna changa hasta que los años los consuman y su destino sea mucho menos favorable quizás. Estas cosas para nosotros que estamos acá ya son de conocimiento público, pero hay muchos afuera que creen que nuestro país es uno de los mejores de Latinoamérica y están deseosos porque vuelvan la elecciones y así seguir apoyando al continuismo y en gran parte no son culpables de eso, pues a ellos se les vende un país que no tenemos. Pero vale tener un poquito de sensatez como para darse cuenta que aquí nada es color de rosas. Poco a poco y aunque siguen habiendo un montón de marchas por la tierra, este país se está convirtiendo en uno de los países mas transgénicos del sur y con más vigilancia que nunca de la población. Se dice una y mil veces que nuestro país está creciendo, pero los sueldos de la salud y la educación siguen por el suelo y si protestan por ello y no acatan la esencialidad se les descontará e incluso se les puede sancionar por creer tener voz. Sí, algunos dirán que no digo nada diferente de lo que otros han dicho, pero en realidad es que en un círculo de 40 personas en una reunión cualquiera, me encuentro con cifras en aumento de disconformidad pero en el día a día siguen con la mirada abajo como ovejas al matadero y con la vieja esperanza de ganar la lotería. Sólo unos pocos y quizás en aumento pero lento, son aquellos que de alguna manera hacen el trabajito de hormiga para que la gente pueda ver la realidad y a partir de ahí encontrar otra salida. El camino vuelve a ser pedregoso, siguen llegando de otras tierras y en busca de la misma ilusión que muchos de nosotros salimos a encontrar por el mundo, pero resulta que aquellos que se van de acá logran de alguna manera llegar a sus objetivos, pero de este lado aquí poco a poco tanto los de acá como los que entran se quedan sin opciones porque además de ser un país chico no hay mucha fuente de trabajo y menos cuando leés los requisitos de un ofrecimiento de trabajo y te dice que para ser reponedor de una góndola de supermercado prácticamente tenés que ser ingeniero espacial. En la publicidad nos dicen que somos un país lleno de colores, pero en la realidad, y esto va quizás en gran parte para los más jóvenes, nunca salimos del gris, no hay un solo día desde que tengo uso de memoria que yo recuerde que la gente de este país haya logrado pintarse la cara de colores que perdurasen en el tiempo. A otra escala siguen pasando las mismas cosas que hace 40 años. Entonces ya es hora de que nos dejemos de tanta cháchara y podamos salir del pozo y usarlo como trinchera, que la voz de los compañeros no sea solo de ellos, tomémosla como propia y no digamos desde la casa y el mate amargo: “que bien que habla Rubio, se nota que es de lucha”. Eso se lo he escuchado a personas que ni son de izquierda. Pues en cada palabra hay un mensaje claro de fondo y aunque se diga a viva voz, muchas veces pareciera que no se entiende que debemos derrocar a quienes nos oprimen a como de lugar y es así, a como de lugar.
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